miércoles, 8 de marzo de 2017

MUJER DE FE Y POBRE DE DIOS

María es humana, y como mujer y madre de Jesús, fue escogida por Dios desde muchas generaciones antes de que ella naciera, por muchas razones, personalmente creo que por que ella era muy santa, peregrina y con una fe inigualable, cosas que transmitió a Jesús, y que no puede comparársele ningún discípulo de Jesús a ella. 

Y el desconocimiento de María nos confunde a veces o nos engañan diciendo que debemos pedirle cosas a ella, o inclusive mucha gente cree que es una fuente de división de las religiones, sin embargo, yo debo decir que vale la pena conocer lo que dice la Biblia de una mujer ejemplar como ella y todo cristiano debe conocer, y si de religiones hablamos sepa por ejemplo, que los musulmanes veneran a María, por sus historia en el Corán, y además María era judía ortodoxa, estudiosa del Tora y cumplía a cabalidad la ley y enseño a Jesús a hacer lo mismo.

El mejor sermón de María, su único sermón seguirá siendo siempre “hace lo que Jesús os diga”. De resto Ella permaneció callada y seguirá en silencio.

¿Por qué tanto silencio de María? Hay razones de primerísimo orden que conviene recordar: Cuanto más nos acercamos al Espíritu Divino más aumenta el silencio. Dicen que comprender a otra persona es gustar de sus mismo silencios. María gustaba de los mismos silencios de Dios. Nosotros deberíamos gustar de los mismos silencios de María.

Solamente callando se aprende a hablar bien. Quien tiene que dar una charla y no se prepara en el silencio, hablará más de la cuenta. Valiente no es el que se defiende de las cosas que le dicen, sino el que soporta las ofensas sin decir nada. No tuvo paz para saber lo que tenía que podar en su discurso. Cuanto más clara está la verdad, menos palabras se necesitan para decirle. Solamente sabrá hablar bien quien sepa callar a tiempo.

Siete frases dijo Jesús en su Cruz y siete frases de María narran los evangelios. Pero con intervalos inmensos entre algunas frases y otras. Desde la cuarta frase de María hasta la quinta, pasan doce años. (Desde que dijo al visitar a Isabel: “El Señor hizo en Mí maravillas, gloria al Señor”, hasta que le dijo al Niño Jesús hallado en el templo: “¿Por qué nos has hecho esto?” entre la quinta frase de la Virgen y la sexta, pasan 18 años (Entre: “Tu padre y Yo angustiados te buscábamos” y “No tienen vino”). Es muy probable que en su humildad María haya pedido a los evangelistas que no hablaran de Ella o lo hicieran lo menos posible, como parece comprobarse con el silencio de San Juan, que la nombra tan pocas veces, siendo como era el encargado de hacer las veces de hijo para con Ella. Como Juan Bautista, María deseaba que Cristo creciera ante la admiración y amor de sus discípulos y que Ella permaneciera en el silencio y la oscuridad. Y como el salmista repetía: “No a nosotros Señor da la gloria, sin a tu santo nombre” (Salmo 114). Y se ha cumplido en Ella, la promesa de su Hijo “Quien se humilla será enaltecido”.

María sabía muy bien que: Cuando aparece el sol ya no hace falta que aparezca la luna. Desde el milagro de Caná ya no se vuelve a oír a la Virgen. Cuando el Hijo de Dios habla, Ella lo honra con su silencio. Mientras más callen las criaturas más nítida se logrará oír la voz del Creador. La Madre con su silencio quiere darle más realce a los mensajes de su Hijo.
¿Y por qué sigue tan silenciosa María? Porque cuando más se habla con el Creador más silenciosa se vuelve la criatura. Cuando se han oído las bellezas de los Mensajes Celestiales ya no se necesita llenar de rumores la tierra. Cuánto más silenciosos fuéramos nosotros, si dedicáramos más tiempo y esfuerzo para leer y meditar los mensajes de Dios.

El amor y la contemplación producen silencio. María fue la Custodia y Guardiana del Amor: por nueve meses en su vientre y por 30 años en su hogar de Nazareth. Por 33 años contempla al que es la esperanza del mundo. ¿Qué contemplaría Nuestra Señora en los ojitos del Niño Jesús? El Paraíso mismo, la inocencia personificada! Jugar con las manos del que creó el universo! Besar los labios del Niñito que un día pronunciaría los mejores sermones del mundo y que con pocas palabras producirían milagros impresionantes lavar y calzar los pies que un día serían atravesados los clavos para pagar las deudas de todos los pecadores.

María calla, porque quien se alaba a sí mismo pierde la alegría de ser alabado por Dios y por los demás. Al hacerse uno la propia biografía, se pierde la que otros le iban a redactar. El corazón humano siente inclinación a poner palabras en los que no hablan. El silencio obliga a los admiradores a hablar. El silencio de una rosa, de un niño dormido, de un monje en contemplación, inspiran alabanza, aprecio y admiración.

Canto 37 del Libro: Cantoral del Tallerista
OH SEÑOR, ENVIA TU ESPIRITU
(Salmo 104)

Oh Señor, envía tu espíritu
que renueve la faz de la tierra.

1. Oh Señor, que mi alma te bendiga;
oh Dios, tú eres grande,
vestido de esplendor y belleza.

2. Sobre el agua construyes tus moradas,
oh Dios en las alturas
y en alas de viento tú caminas.

3. Es el viento quien lleva tus mensajes,
oh Dios, por los espacios;
y tiene un esclavo en el fuego.

4. Asentaste la tierra firmemente,
oh Dios, en sus cimientos,
y no temblará por los siglos.

5. La cubriste del manto del abismo,
oh Dios, y allá en las cumbres
tu voz congregó a las aguas.

6. Les fijaste durísimas fronteras,
oh Dios, nunca más podrán
extenderse por la tierra.

7. Y las fuentes, Señor, por ti brotaron,
oh Dios, en las montañas
y en medio de valles se deslizan.

8. Junto a ellas las aves de los cielos,
oh Dios, van a morar
y alzan su canto tras las ramas.

9. Con los frutos que vienen de la tierra,
oh Dios, nos alimentas;
Tú haces germinar el pan nuestro.

10. Para darnos el ritmo de los tiempos,
oh Dios, nació la luna,
y el sol que conoce su ocaso.

11. Extendiste las sombras por la tierra,
oh Dios, y fue de noche,
la hora de las fieras de la selva.

12. Los leones que rugen tras su presa,
oh Dios, en las tinieblas
reclaman de ti su alimento.

13. Sale el sol, todos ellos se retiran,
oh Dios, a sus refugios;
y empiezan los hombres sus tareas.


Objetivo: Madre de Jesús, danos tu silencio y tu paz, danos tu fe.

María es un modelo de fe y vida. También ella fue peregrina, porque caminó, entre penumbras y silencio; como toda peregrina, fue sometida a prueba, envuelta en el silencio de Dios. Ella respondió con silencio al silencio de Dios y al desastre del calvario que ve ante sus ojos, ella respondió con el hágase.

Comenzamos siempre con lo más importante diciendo:

Te pido Señor tu presencia y ayuda, 
iniciando esta lectura y 
atención en el nombre del Padre, 
del Hijo y del Espíritu Santo.


Oración 60 del Libro Encuentro - Manual de oración: 
SEÑORA DEL SILENCIO

Madre del Silencio y de la Humildad, 
Tú vives perdida y encontrada 
en el mar sin fondo del Misterio del Señor. 

Eres disponibilidad y receptividad. 
Eres fecundidad y plenitud. 
Eres atención y solicitud por los hermanos. 
Estás vestida de fortaleza. 

En Ti resplandecen la madurez humana 
y la elegancia espiritual. 
Eres señora de Ti misma 
antes de ser señora nuestra. 

No existe dispersión en Ti. 
En un acto simple y total, 
tu alma, toda inmóvil, 
está paralizada e identificada con el Señor. 
Estás dentro de Dios y Dios dentro de Ti. 
El Misterio Total te envuelve y te penetra, 
te posee ocupa e integra todo tu ser. 

Parece que todo quedó paralizado en Ti, 
todo se identificó contigo: 
el tiempo, el espacio, la palabra, 
la música, el silencio, la mujer, Dios. 
Todo quedó asumido en Ti, y divinizado. 
Jamás se vio estampa humana 
de tanta dulzura, 
ni se volverá a ver en la tierra 
mujer tan inefablemente evocadora. 

Sin embargo, tu silencio no es ausencia 
sino presencia. 
Estás abismada en el Señor, 
y al mismo tiempo, 
atenta a los hermanos, como en Caná. 

Nunca la comunicación es tan profunda 
como cuando no se dice nada, 
y nunca el silencio es tan elocuente 
como cuando nada se comunica. 

Haznos comprender 
que el silencio 
no es desinterés por los hermanos 
sino fuente de energía e irradiación; 
no es repliegue sino despliegue, 
y que, para derramarse, 
es necesario cargarse. 

El mundo se ahoga 
en el mar de la dispersión, 
y no es posible amar a los hermanos 
con un corazón disperso. 
Haznos comprender que el apostolado, 
sin silencio, 
es alienación; 
y que el silencio, 
sin el apostolado, 
es comodidad. 

Envuélvenos en el manto de tu silencio, 
y comunícanos la fortaleza de tu Fe, 
la altura de tu Esperanza,
y la profundidad de tu Amor. 
Quédate con los que quedan, 
y vente con los que nos vamos. 

¡Oh Madre Admirable del Silencio! 


Antes de comenzar cualquier oración diaria, y esta y todas las lecturas semanales, siempre será aconsejable debemos de limpiar nuestra casa interior, sólo estando vacía pueda ser llenada por Dios.
Por favor en soledad, dispongámonos a silenciar nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón:


Ejercicio de Silencio Interior: 
Estatua yacente

Te acuestas en una cama o en el suelo de espaldas o sentado en una silla cómoda con los ojos cerrados, sin cruzar manos, ni piernas, sentado recto, ponga sus manos con las palmas hacia arriba (receptiva) o apoyadas en sus muslos o rodillas, imagínese en una habitación blanca, y usted está vestido de blanco, y no hay nada, solo usted sentado, y repite una sola palabra lentamente (o varias que le ayuden) muchas veces diciendo paz. … vacío, nada, silencio, paz… paz… paz…. 
Siéntete cómodo, los brazos abandonados a lo largo del cuerpo, las manos bien sueltas. Suéltate totalmente, tranquilízate al máximo.
Ahora, toma el control de todo tu ser por parte: deja caer tus párpados, suelta la mandíbula, reduce al mínimo la actividad mental, respira tranquilo.
Recorre despacio con atención todo tu organismo, si percibes en él alguna parte tensa, detén ahí tu atención y, con suma tranquilidad, envía una orden para que aquella tensión se disuelva.
Imagina ser una estatua yacente, siéntete pesado como el mármol, vacío de emociones y pensamientos como una piedra. Siente los brazos sumamente pesados, también las piernas y, al final, todo el cuerpo.
Vacíate por completo de toda actividad mental y, sólo con la percepción pura de ti mismo, siéntete como una estatua de piedra que ni piensa, ni imagina, ni se emociona.

Y al final de este ejercicio, aún con los ojos cerrados invoquemos la sagrada presencia del Espíritu Santo diciendo despacio: 

Espíritu Santo de Dios, 
quiero conocerte, te pido tu ayuda, 
hazte presente en este momento aquí, 
porque te necesito. 
Ayúdame a orar.

Permanece así largo rato (5 minutos), después regresa a tu estado normal lentamente, con movimientos suaves y cuando vuelva a abrir sus ojos hágalo lentamente, ya que si lo hace muy rápido puede dolerle la cabeza y el ejercicio será contraproducente.


PALABRA DE DIOS
La palabra de Dios es luz que ilumina, pan que alimenta, fuego que da calor, camino que guía, es vida eterna. El texto Bíblico es tomado esta semana del evangelio de Lucas, donde se nos presenta a María como una joven interiorizada.  El ángel se le hace presente con palabras elogiosas y ella queda como desconcertada, ademas le anuncia la maternidad divina; y ella que no ha cohabitado con varón, le expresa su extrañeza. Entonces el ángel le aclara que será obra del Espíritu Santo, y ella llena de humildad, se entrega diciendo “hágase en mi”

Abramos nuestros ojos, nuestras mentes y sobre todo nuestros corazones con la ayuda de Dios, y acojamos estas palabras, anotando en nuestro cuaderno aquellas palabras que más me hablan a mi:

Lucas 1 (26-38)
Un ángel anuncia el nacimiento de Jesús

(26) A los seis meses, Dios mandó al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, 
(27) donde vivía una joven llamada María; era virgen, pero estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. 
(28) El ángel entró en el lugar donde ella estaba, y le dijo:
—¡Salve, llena de gracia! El Señor está contigo.
(29) María se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. 
(30) El ángel le dijo: —María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. 
(31) Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 
(32) Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como a su antepasado David, 
(33) para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin.
(34) María preguntó al ángel: —¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?
(35) El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. 
(36) También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. 
(37) Para Dios no hay nada imposible.
(38) Entonces María dijo: —Yo soy esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel se fue.


Reflexión personal:
¿Qué me dice a mi este texto que acabo de leer?

La buena noticia no esperada, ni muchos menos comprendida por María pero si aceptada en silencio es la mas fiel prueba de la fe en Dios que ella tenía y la reafirma con sus palabras de aceptación. Ante las adversidades y las súplicas, el Señor a veces, envía al encuentro de nuestros caminos algunas pruebas de fe, que son necesarias para poder ver con claridad la luz que me guiara por la vida. 

Quizás no era esa la forma de ver lo que quería, quizás no se parece en nada a mi suplica y debo aceptarlo así porque se hizo la voluntad de Dios, mas no mi propia voluntad.

Al igual que María debo tener un corazón abierto, acogedor, para que la Palabra habite adentro de mi.  María nos enseña la humildad, la ilusión, la esperanza, la espera paciente y la aceptación de la voluntad de Dios.
 Como María dejemos que la luz nos inunde, que Cristo se haga presencia en nuestro interior, que meditemos en el silencio como lo hizo María y respondamos «Si» a los planes de Dios, porque responder afirmativamente es vivir con alegría, con esperanza, con amor, es dejar que Él nos guié.


Canto 32 del Libro: Cantoral del Tallerista
MADRE DE LOS POBRES

Madre de los pobres,
los humildes y sencillos,
de los tristes y los niños
que confían siempre en Dios.

1. Tú, la mas pobre, que por nada ambicionaste,
tú, perseguida, vas huyendo de Belén.
Tú, que un pesebre ofreciste al rey del cielo,
toda tu riqueza fue tenerlo sólo a El.

2. Tú, que has vivido el dolor y la pobreza,
tú, que has sufrido en la noche sin hogar,
tú, que eres madre de los pobres y olvidados,
eres el consuelo del que reza en su llorar.



Oración 62 del Libro Encuentro - Manual de oración:  
SEÑORA DE LA PASCUA

Señora de la Pascua,
Señora del Viernes y del Domingo, 
Señora de la noche y de la mañana, 
Señora del silencio y de la cruz, 
Señora del Amor y de la Entrega, 
Señora de la palabra recibida y de la palabra empeñada, 
Señora de la paz y dé la esperanza. 

Señora de todas las partidas, 
porque eres la Señora 
del “tránsito” o la “pascua”, ¡escúchanos!, 
hoy queremos decirte “muchas gracias”, 
muchas gracias, Señora, por tu “Fiat”, 
por tu completa disponibilidad de esclava, 
por tu pobreza y tu silencio, 
por el gozo de tus siete espadas, 
por el dolor de todas tus partidas 
que fueron dando la paz a tantas almas. 
Muchas gracias 
por haberte quedado con nosotros 
a pesar del tiempo y de las distancias. 

Nuestra Señora de la Reconciliación, 
imagen y principio de la Iglesia: 
hoy dejamos en tu corazón 
pobre, silencioso y disponible, 
esta Iglesia peregrina de la Pascua. 

Una Iglesia esencialmente misionera, 
fermento y alma He la sociedad 
en que vivimos. 
Una Iglesia profética que sea el anuncio 
de que el Reino ha llegado ya. 

Una Iglesia de auténticos testigos, 
insertada en la historia de los hombres, 
como presencia salvadora del Señor, 
fuente de paz, de alegría y de esperanza. 
Amén. 



MODALIDAD DE ORACIÓN 
Oración Visual

(Se necesita una estampa de Jesús, María, o un Paisaje)

Se toma una estampa expresiva, es decir que me debe decir mucho, se debe quedar sosegado y como explique “limpiar nuestra casa interior” (repetir un ejercicio para silenciarse o el canto lento para invocar la presencia del Espíritu Santo), ahora seguir 4 momentos en el siguiente orden:

1. OBSERVACION, permanecer quieto observando simplemente la estampa en su totalidad, en cada detalle

2. CAPTACION, sereno y concentrado captar intuitivamente las impresiones que esa estampa evoca en mi: paciencia, paz, dulzura, fortaleza.

3. IDENTIFICACION, sentirme como si yo fuera esa imagen, es decir, sentir o hacer mías esas impresiones que la estampa despierta en mi: sintiendo la serenidad, la paciencia, la fortaleza de Jesús, la humildad de María, … dejándose inundar por los sentimientos de Jesús o María y permanecer así un largo rato

4. CONVERSION, trasladarme mentalmente a mi vida, e imaginar aquellas situaciones difíciles o dificultades que tengo en la familia, en el trabajo, … y superarlas con la disposición que siento en ese momento. Orar pidiendo esa disposición de Jesús, sus sentimientos, su paz, su amor….
Al terminar volver suavemente a su estado habitual


Notas:
El objetivo es sentir lo que Jesús sentía, su fe, su paz, y con esos sentimientos superar situaciones dificultades del pasado o del presente.

Consejo: Este tipo de oración necesita un silencio real en su mente y su cuerpo para poder llevarse a cabo, por eso se recomienda tomarse unos 10 minutos para silenciarse antes de comenzar a orar.
Ahora comience con la primer práctica de esta modalidad! (se sugieren 30 minutos en total: silenciándose, invocando al Espíritu, y siguiendo los 4 pasos).

Canto 14 del Libro: Cantoral del Tallerista
EL SEÑOR HIZO EN MI MARAVILLAS

El Señor hizo en mí maravillas:
¡Gloria al Señor!

1. Mi alma canta la grandeza del Señor,
mi espíritu se alegra en Dios mi salvador.

2. Porqué miró con bondad mi pequeñez;
me proclamarán feliz todos los hombres.

3. El Señor hizo en mí grandes cosas,
su nombre es Santo.

4. Su amor permanece para siempre
en aquellos que le temen.

5. Desplegó la fuerza de su brazo,
y dispersó a los sobrebios.

6. Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.

7. Colmó de bienes a los hambrientos,
y despidió a los ricos con las manos vacías.

8. Socorrió a su pueblo Israel,
por su gran misericordia.

9. Como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de sus hijos para siempre.

10. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora, y por los siglos de los siglos.
Amén.


Hacer clic en "MUJER DE FE", para ver el video en Youtube (la fe católica) y escuchar el mensaje en la voz del Padre Ignacio Larrañaga, presentando las siguientes ideas:

* Buscaba porque no sabía todo
* No soberana, sino servidora
* Peregrina dolorosa: la que busca y no encuentra
* Una mujer invencible
* El Evangelio nació en el corazón de María
* Nunca tan grande porque nunca tan pobre

Anotar en el cuaderno espiritual las partes del mensaje que más me impactan:

El concilio dice que María avanzó en la peregrinación de la fe. María fue pues, también ella peregrina, caminante, que recorrió los caminos de la vida con las típicas características de toda peregrinación: oscuridad, confusión, perplejidad, miedos, fatigas, sorpresas… y sobre todo muchos interrogantes: ¿cómo se enteró Herodes del nacimiento de este niño? ¿Por qué intenta aniquilarlo? ¿Hasta cuándo tendremos que estar en Egipto? ¿Hasta que se te diga otra cosa? Este niño perdido en el templo ¿lo encontraremos alguna vez? Y este desastre del calvario, horror de horrores, Dios mío, ¿qué significa esto? No veo nada. ¿Dónde está Dios?...

Interrogantes, interrogantes… ¿qué hará la Madre ante este terrible silencio? ¿Espantarse? No. ¿Desesperarse? No.

En tres oportunidades presentan los evangelistas a la Madre meditando en su corazón, confrontando las palabras antiguas con los hechos recientes y dolientes, buscando el rostro de Dios entre silencios, penumbras y oscuridades.

Ahora bien, el que busca, camina, y la Madre fue caminante porque buscaba… Y buscaba porque no sabía todo. Si la Madre hubiese estado en conocimiento de cuanto nosotros sabemos no habría necesitado buscar. Buscaba porque no se le dieron hechas las cosas. Ella misma tenía que guardar cuidadosamente los acontecimientos y las palabras, y luego tenía que meditarlas diligentemente en su mente y su corazón, ponderándolas, dándole vueltas en su mente. Hizo pues, el camino de la vida como nosotros, buscando los designios de Dios entre confusas contrariedades de la vida. Ahora, el que busca, camina; por consiguiente, ¿no es cierto que la Madre desde pequeñita supiera por revelaciones infusas todo cuanto nosotros sabemos acerca de la historia de la salvación o acerca de la naturaleza trascendente del hijo de sus entrañas? Mucha gente no siente simpatía por una mujer aureolada, mágica, tan distante de nuestra pobre condición humana. La colocaron tan lejos, allá en el azul del firmamento, coronada de estrellas, la luna debajo sus pies, rodeada de ángeles y arcángeles, misiones y revelaciones, revestida de una mágica mitología, como si se tratara de una semidiosa… Mucha gente no siente simpatía por una mujer que de entrada ni siquiera es mujer.

Tenemos que decir desde un primer momento que la Madre no fue nada de eso. Fue una mujer humilde de un pueblo subdesarrollado, madre de un obrero y esposa de un obrero. Mujer que para comer un pedazo de pan necesita tener dos piedras para batirlas una contra la otra y así moler rudimentariamente aquel trigo; luego tiene que tomar un cántaro sobre su cabeza, ir a la fuente de Nazaret, traer el agua para amasar aquella harina y luego tiene que subir a los cerros ella solita y con sus manos cortar ramas y arbustos y cargar todo eso a hombros, acarrearlos a la casa mientras se preocupa de cuidar unos cabritos, dar de comer a unas gallinas. Eso fue la vida de la Madre, nada de princesa de manos delicadas y finas, no va por ahí la grandeza de la Madre. Nunca fue una soberana, fue una servidora de Dios y de sus hermanos. Nunca fue una semidiosa, fue una mujer de fe y una pobre de Dios. Nunca fue una meta deslumbrante a la cual se dirigen las miradas de la humanidad. Fue un camino silencioso que silenciosamente va conduciendo a las personas hacia el espíritu de las bienaventuranzas. Nunca fue la todopoderosa, fue una intercesora y por cierto, bien humilde y moderada como la vemos en las bodas de Caná.

Los documentos conciliares presentan a María como peregrina de la fe y yo agrego: fue peregrina de la fe porque no sabía todo.

Aquel día, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, se aproximó a la Madre le arrebató de sus brazos al bebé y mirando al pueblo dice: "Adoradores de Yahvé, peregrinos de Israel: aquí está el esperado de Israel. Puedo morir en paz porque las expectativas de mi corazón se han cumplido. He aquí la luz que iluminará por encima de todos los imperios. Bandera de contradicción. En torno de esta criatura habrá muerte y vida, destrucción y restauración; y tú, mujer, prepárate, porque también para Ti existe una espada…"

Palabras misteriosas… ¿Cuál fue la reacción de la Madre? La Madre quedó admirada – dice el Evangelio-. Estaba admirada, señal de que algo importante ignoraba de aquel hijo de sus entrañas porque la admiración es una reacción de sorpresa ante algo imprevisto, desconocido o ignorado; señal evidente de que la Madre no sabía todo lo que nosotros sabemos acerca de aquel hijo de sus entrañas. No se le dieron hechas las cosas. Ella tuvo que guardar cuidadosamente en su corazón los hechos y las cosas, ponderarlas, meditarlas y así buscar los designios del Señor igualmente que nosotros porque el que busca, camina en la fe.

En otra oportunidad el evangelista dice que la Madre no entendió nada. En la caravana de los hombres no estaba el niño, en la caravana de las mujeres no estaba el niño, lo habían perdido. Imagínense la situación de una madre (¡y qué madre!) que pierde un hijo (¡y qué hijo!) Lo primero que se le clava en el corazón a una madre en estas circunstancias es la espada de la incertidumbre. ¿Estará vivo? ¿Lo habrán secuestrado? ¿Lo encontraremos alguna vez? ¿Qué ha pasado? La Madre tomó la primera caravana y regresó a Jerusalén y anduvo buscándolo angustiosamente durante tres días. ¿Creen ustedes que la Madre se alimentó convenientemente durante esos días? ¿Creen ustedes que descansó suficientemente en esas noches? ¿Creen ustedes que desapareció de su alma aquella espada de la incertidumbre? Ahí tienen a la Madre, perdida entre las multitudes, entre las caravanas que entran y salen del templo... mirando ansiosamente por aquí y por allí, recorriendo todos los rincones, todos los atrios del Templo, preguntando a los sacerdotes… y nada.

Luego se lanza a las calles repletas de gentes, recorre las plazas, camina dentro de las murallas, fuera de las murallas… y nada. Vuelve al Templo, mira, pregunta una y otra vez, recorre los mismos lugares innumerables veces preguntando ansiosamente y todo inútil. Pasaron tantas horas… Pasó el día y cayó la noche… Ya se pueden imaginar la noche que cayó sobre el alma de la Madre. 

¿Creen ustedes que la Madre descansó suficientemente en esa noche? ¿Quién de ustedes puede decirme el grado de angustia e incertidumbre que marcaba el termómetro de la Madre? Y Dios, como de costumbre, en silencio, y la Madre, como de costumbre abandonada a su condición normal, peregrina dolorosa, la que busca y no encuentra, metida en la encrucijada de una densa y terrible oscuridad, como si las cosas sucedieran por azar, como si todo sucediera por la fatalidad ciega de la historia, como si detrás de los hechos no hubiese una mano providente, una mente rectora.

La noche oscura de la fe. Igual que nuestra vida: todo marchaba normal, cuando de repente cae una cadena de tribulaciones, traiciones de personas que nunca hubiésemos imaginado, incomprensiones de los mismos familiares, accidentes de carretera en que desaparece toda una familia, la muerte que nos arrebata al ser más querido de la familia, catástrofes financieras, calumnias, medias verdades… He ahí la noche oscura de la fe, envueltos en el silencio de Dios. ¿Quién se libra a lo largo de la vida de estos terribles momentos?

Y la Madre, después de tres días de ansiosa búsqueda, por fin lo encontró. ¿Creen ustedes que la Madre se llenó de alegría? Hay que suponer que sí, claro está. Sus primeras palabras, sin embargo, suenan a reproche: “¿Por qué te has portado así con nosotros, hijo mío? Nosotros buscándote angustiosamente durante tres días por todas partes, y tú tan tranquilo ahí como si nada tuvieses que ver con nosotros”. A algo de eso suenan las palabras de la Madre: un desahogo emocional. La respuesta del adolescente fue extraña, misteriosa y distante, como si dijera: “yo no tengo nada que ver con ustedes, de ahora en adelante mi Padre es mi Madre. Él es mi única ocupación y preocupación. A Él debo dar cuenta de mis pasos y de mis días… ¿No sabían esto? ¿Por qué se extrañan? ¿Por qué me buscaban?” Y el evangelista dice que la Madre no entendió la respuesta. ¿Qué es lo que no entendió? ¿Las palabras? Estaban bien claras. Lo que no entendió fue la actitud del niño. Señal evidente de que la Madre no sabía todo lo que nosotros sabemos de aquel hijo de sus entrañas. Pero he aquí la grandeza de la Madre. Como de costumbre aún en estas circunstancias, se retira humildemente y llena de paz, comienza a meditar en su corazón, a dar vueltas en su mente… “¿Qué querrán decir estas palabras? ¿Cómo habrá que interpretar todo esto? ¿Dónde está la voluntad de Dios? ¿Qué pasa aquí?”

Si el Evangelio no nos lo dijera yo no podría creer que pudiera haber en este mundo una mujer en las circunstancias descritas en que Ella estaba, devorada durante tres días y tres noches por la incertidumbre y la angustia, corporalmente agotada, sin alimentarse ni descansar convenientemente, habiendo recibido aquella respuesta que la dejó desconcertada. En medio de todo eso, retirarse, y llena de serenidad, silencio y dignidad, dar vueltas en su mente buscando el significado de las palabras y de las actitudes. Si el Evangelio no nos lo dijera, no se podría creer. El corazón de esta mujer estaba muerto. Ésta es la única explicación de esta estabilidad envidiable y admirable de esta Madre. El corazón de esta mujer estaba muerto. Muerto al amor propio. Aquel corazón era como un tronco seco, ustedes toman el hacha, dan un terrible hachazo y el tronco no responde, está muerto. Así era el corazón de la Madre.

Ya saben de dónde nos vienen a nosotros nuestras reacciones infantiles y actitudes desproporcionadas: del hecho de estar nosotros morbosamente adheridos a esa tirana de la casa que se llama “la imagen de sí mismo”. Esa imagen artificial y aureolada que desde niños nos hacemos de nosotros mismos, que no es la imagen objetiva de mí mismo sino un fuego fatuo, ilusión inflada, una mentira dorada por la cual nos desvivimos, luchamos y sufrimos, según los vaivenes de la vida, según sea esa imagen aplaudida o rechazada. Así suben y bajan nuestras euforias y depresiones y así surgen nuestras grandes inestabilidades emocionales. Nosotros sí, la Madre, no.

La Madre no tenía “yo”, esa imagen aureolada y artificial. La Madre era una mujer despojada, desapropiada, desnudada, vacía, esencialmente pobre y humilde. Y ya saben ustedes qué significa en la Biblia una pobre de Dios: una pobre de Dios es aquella mujer que no se siente con derechos. Y si la ofensa es la lesión de un derecho, a una mujer que se siente sin derechos ¿qué la puede ofender? A aquella que nada tiene y nada quiere tener ¿qué la puede perturbar? Por eso digo que no habrá en el mundo emergencias dolorosas, situaciones imprevisibles que puedan herir, golpear, desconcertar la estabilidad psíquica de una pobre de Dios como María. En resumen, diré que una pobre de Dios es una mujer invencible. No habrá nada en el mundo, nada que pueda perturbar la fortaleza de la Madre. Esa criatura excepcional que aparece en los Evangelios con control absoluto de sus nervios, señora de sí misma antes de ser señora nuestra, indestructible ante las adversidades, esa figura es hija de una espiritualidad, la espiritualidad de los anawin, es decir, los pobres y humildes de Dios, el pequeño resto de Israel.

“Arcángel Gabriel, yo no soy sino una sierva del Señor, que Él haga de mí lo que quiera”. Si de María no osupiéramos otra cosa que estas palabras, sabríamos el comportamiento general de la Madre, sus actitudes, reacciones y modales… de alguna manera, su vida entera. No son pues, esas palabras, cualesquiera palabras. Por ellas la Madre se declara, se califica y se clasifica en el pueblo de los pobres y humildes de Dios de la Biblia. Declara su identidad: “Arcángel Gabriel, no soy sino una sierva del Señor, que Él haga de mí lo que quiera.” Así comprendemos aquella serenidad y elegancia de la Madre, aquel mantenerse digna e indestructible frente a los vaivenes a veces furiosos entre los que le tocó vivir.

Impresionante por otra parte el paralelismo entre la espiritualidad de la Madre y la espiritualidad del Hijo. La misma palabra que utiliza la Madre para resolver su destino, el de la maternidad divina, la misma palabra utiliza el Hijo para decidir su destino de redentor del mundo: la palabra “hágase”. La Madre en la Anunciación y el Hijo en Getsemaní. La misma identidad personal que se da la Madre, se da también el Hijo. La Madre dice: “Ángel Gabriel, yo no soy sino una sierva del Señor”; y el Hijo dice:”Aprendan de Mí que soy pobre y humilde de corazón.”

Sensible y observador como era, Jesús cuando tenía 5, 7, 8 años debió quedar impresionado una y otra vez al observar a aquella mujer su propia Madre, dueña de sus nervios, enteramente estable ante las emergencias de la vida, silenciosa, digna en todo momento. Para mí es indiscutible que Jesús mamó esta espiritualidad hecho cuerpo y vida en su propia Madre. Las raíces de Jesucristo como Hijo del hombre, sus ancestros inconcientes, están alimentados de aquella espiritualidad tan intensamente vivida por su madre y observada por su hijo pequeño, desde pequeño, porque una espiritualidad no sólo es una actitud espiritual sino un estilo personal que compromete toda la conducta y toda la personalidad. Dándose cuenta o sin darse cuenta, Jesús fotografió a su Madre en el sermón de la montaña. ¿Por qué digo esto? Porque todas las características existenciales de las bienaventuranzas coinciden asombrosamente con las modalidades y conducta general con las que la Madre aparece revestida en todo momento. Para mí es indiscutible que el Evangelio nació en el corazón de María, pasando, naturalmente, por el corazón de Jesús. Pero las raíces del Evangelio están en el corazón de María.

El acto de fe más alto que se ha hecho en la historia de la salvación lo realizó la Madre al pie de la cruz. El Concilio dice: María mantuvo resueltamente el “hágase” en el calvario, como queriendo decir que donde más le costó a María decir el “hágase” fue en el calvario. Que si hubo un serio tropiezo para la estabilidad de la fe de María estuvo efectivamente en el calvario. Para entender esto, unas preguntas: ¿Sabía la Madre todo lo que nosotros sabemos acerca del significado mesiánico de lo que estaba sucediendo en esa tarde ante sus ojos? Aquel significado trascendente, teológico que el Espíritu Santo nos enseñó a partir de Pentecostés, es decir, aquel cuerpo retorcido con la boca abierta, sin poder respirar, un cuerpo negro por los coágulos de sangre, una tarde prematuramente oscura y aparentemente siniestra y total, parecía que aquí acababa todo. Nosotros sabemos que aquí comenzaba todo. ¿Sabía esto la Madre? Otra pregunta: Y si María sabía todo esto su mérito ¿era mayor o menor? Si María sabía que cada gota de sangre era sangre redentora, que si perdía al Hijo lo recuperaría resucitado al tercer día. No era difícil aceptar todo aquello. ¿Por qué lloraba aquel grupito de mujeres cerca de la cruz? Porque creían que aquí acababa todo. Para todo el mundo: amigos y enemigos de Jesús, lo que estaba sucediendo en el calvario era la última escena de una tragedia griega. Aquí se acababa todo. ¿Sería tan evidente para María que allí comenzaba todo? María no era un robot insensible, era una persona normal, sensible a lo que sucede a su derredor.

¿Qué veía la Madre con sus ojos en ese momento? A todos los enemigos de Jesús, ahí los veía radiantes, felicitándose porque habían aniquilado a su peor enemigo; a sus discípulos fugitivos, todos ellos espantados, escondidos, a las mujeres llorando inconsolablemente y peor que eso, una sensación ambiental deprimente de tragedia y horror por todas partes, eso era lo que se respiraba. Y en medio de ese ambiente de horror ahí está la Madre. No eran circunstancias para soñar en grandezas. Pues bien, fue en este contexto donde la Madre realizó el acto más grande de fe que se ha hecho en la historia de la salvación, más alto inclusive que Abraham en el monte Moriah y consistió en lo siguiente: Presentándose pues la Madre delante de ese escenario de horror y tiniebla vino a decir: “Mi Señor, un día me dijiste que éste, mi Hijo, sería grande y aquí acaba como un criminal. Un día me dijiste que su reino no tendría fin y aquí, delante de mis ojos, ha sido aniquilado al primer golpe. Un día me dijiste que se llamaría Hijo del Altísimo y aquí lo han comparado con Barrabás y lo han encontrado más detestable que Barrabás. Todas las palabras que me dijiste un día han sido desmentidas, una por una por la barbarie de esta tarde. Tengo todos los motivos para pensar que yo fui siempre una víctima de mis propias alucinaciones. No veo nada. Todo es horror y tiniebla a mi derredor. Pero en medio de esta tiniebla brilla para mí, sin embargo, Mi señor, una estrella. El Yo saber que para Tí no existen imposibles, mi Señor. Tú pudiste haber evitado todo esto. Si Tú pudiste haber evitado todo esto y no lo evitaste, es señal de que lo has permitido. Ahora bien, mi Señor, si Tu voluntad anda por los pliegues de esta barbarie porque lo has querido, dispuesto o permitido, he aquí a tu pobre sierva que no tiene derechos ni siquiera para protestar ante tanta injusticia. He aquí a tu pobre sierva para decirte en esta tarde: Mi Señor, no veo nada, pero todo está bien. Esto es un horror para todos, pero si Tú lo has permitido, estoy de acuerdo con todo. Hágase Tu voluntad. Hágase Tu voluntad.”

María mantuvo resueltamente el “hágase” en el calvario. Estaba evidente y estridente ante la opinión pública y ante los ojos de María también que todo lo que estaba sucediendo era una confabulación miserable de todos los miserables de la tierra. A los romanos le interesaba agradar a los judíos, a los judíos les interesaba acabar con Jesús. Reacciones sicológicas de un tipo resentido como Caifás; de un tipo timorato como Pilatos; intereses políticos, combinaciones imperiales, reacciones sicológicas… todo se confabuló para expulsar al Justo de la tierra de los vivientes. Esta era la única explicación que estaba evidente y estridente ante la opinión pública y ante los ojos de María también. La Madre cerró los ojos ante aquellas evidencias, trascendió todo, clavó sus ojos de fe en aquel que está detrás de los acontecimientos y en cuyas manos están los hilos de la historia, depositó en esas manos un cheque en blanco, un voto de confianza, en esas manos reclinó también su cabeza, repitió una y otra vez la mágica palabra “hágase”, la palabra de los pobres y humildes de Dios y quedó más grande y más reina que nunca. Según las palabras de Juan, cuando dicen: “junto a la cruz de Jesús, estaba de pie Su Madre. Ni gritos, ni histerias, ni desmayos, ni contorciones, nada. Mater dolorosa, sí. Mater lacrimosa con todos aquellos desmayos y llantos no lo creo, de ninguna manera, primero, porque conocemos su personalidad emergente de su espiritualidad, y enseguida porque las palabras de Juan no dan pie para imaginar esos teatros, desmayos e histerias. “Junto a la cruz de Jesús estaba de pie Su Madre”. Nunca tan grande porque nunca tan pobre, y en medio de la furiosa tempestad supo mantener en alto la antorcha de la fe, su “hágase”; por eso la Madre puede presentarse ante nosotros diciéndonos:

“Hijos míos, vengan detrás de Mí, yo recorrí esos caminos en noches oscuras y noches sin estrellas. Hagan también ustedes lo que yo hice, abandónense en silencio al silencio de Dios, y habrán derrotado el miedo, la oscuridad y la noche. Y bienaventurados aquellos que en medio de la oscuridad creyeron en la Luz.”

María avanzó en la peregrinación de la fe. María mantuvo resueltamente el “hágase” en el calvario. He ahí la mujer de fe.

Canto 31 del Libro: Cantoral del Tallerista
MADRE DE LA ESPERANZA

Madre de la esperanza,
del amor más hermoso,
rogad por nosotros.

1. Desde la aurora de los tiempos Dios me creó,
y permaneceré por los siglos.

2. Y mi creador me dijo: “Mora en Sión,
sea Israel tu heredad para siempre”.

3. Extendí cual frondoso terebinto todas mis ramas,
ramas de gloria y de gracia.

4. A Jesús, que nació de la Virgen, gloria y honor,
bendecid por los siglos a María.


Bendición (Números 6, 24- 26):

El Señor nos bendiga y nos guarde
Ilumine su rostro sobre nosotros,
Y se apiade de nosotros.
Nos muestre su rostro y nos conceda la Paz.


En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.



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