lunes, 10 de julio de 2017

AMAR COMO JESÚS AMÓ (VIDA DE FRATERNIDAD)

Es tan fácilmente hacer feliz a una persona, mejor dicho, nosotros no podemos hacer feliz a nadie, pero si podemos dedicarnos a llevar a cada corazón un vaso de felicidad, dejar en cada puerta una copa de alegría, basta tomar el teléfono diciendo: como va tu salud, rezo por ti, cuenta conmigo, no lo ha hecho feliz pero le ha entregado una copa de felicidad.



Objetivo: Amense unos a otros

Comenzamos siempre con lo más importante diciendo:

Te pido Señor tu presencia y ayuda, 
iniciando esta lectura y 
atención en el nombre del Padre, 
del Hijo y del Espíritu Santo.


Canto 54 del Libro: Cantoral del Tallerista
VEN, ESPIRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo Creador,
a visitar nuestro corazón,
repleta con tu gracia viva y celestial,
nuestras almas que Tú creaste por amor.

Tú que eres llamado Consolador,
don del Dios Altísimo y Señor,
vertiente viva, fuego, que es la caridad,
y también espiritual y divina unción.

En cada sacramento te nos das,
dedo de la diestra paternal.
Eres Tú la promesa que el Padre nos dio,
con tu palabra enriqueces nuestro cantar,

Nuestros sentidos has de iluminar,
los corazones enamorar,
y nuestro cuerpo, presa de la tentación,
con tu fuerza continua has de afirmar.

Lejos al enemigo rechazad,
tu paz danos pronto, sin tardar,
y siendo Tú nuestro buen guía y conductor,
evitemos así toda sombra de mal.

Concédenos al Padre conocer,
a Jesús, su hijo comprender,
y a Ti, Espíritu de ambos por amor,
te creamos con ardiente y sólida fe.

Al Padre demos gloria, pues es Dios,
a su Hijo que resucitó,
y también al Espíritu Consolador
por todos los siglos de los siglos, honor.

Amén.


Oración 37 del Libro Encuentro: Manual de Oración 
LA GRACIA DEL AMOR FRATERNO

Señor Jesús,
fue tu Gran Sueño: que fuéramos uno como el Padre y Tú, y que nuestra unidad se consumara en vuestra unidad.

Fue tu Gran Mandamiento, Testamento final y bandera distintiva para tus seguidores: que nos amáramos como tú nos habías amado; y Tú nos amaste como el Padre te había amado a Ti. Esa fue la fuente, la medida y el modelo.

Con los Doce formaste una familia itinerante. Fuiste con ellos sincero y veraz, exigente y comprensivo, y, sobre todo, muy paciente. Igual que en una familia, los alertaste ante los peligros, los estimulaste ante las dificultades, celebraste sus éxitos, les lavaste los pies, les serviste en la mesa. Nos diste, primero, el ejemplo y, después, nos dejaste el precepto: amaos como os amé.

En la nueva familia o fraternidad que hoy formamos en tu nombre, te acogemos como Don del Padre y te integramos como Hermano nuestro, Señor Jesús. Tú serás, pues, nuestra fuerza aglutinante y nuestra alegría.
Si Tú no estás vivo entre nosotros, esta comunidad se vendrá al suelo como una construcción artificial.

Tú te repites y revives en cada miembro, y por esta razón nos esforzaremos por respetarnos unos a otros como lo haríamos contigo; y tu presencia nos cuestionará cuando la unidad y la paz sean amenazadas en nuestro hogar. Te pedimos, pues, el favor de que permanezcas muy vivo en cada uno de nuestros corazones.

Derriba en nosotros las altas murallas levantadas por el egoísmo, el orgullo y la vanidad. Aleja de nuestras puertas las envidias que obstruyen y destruyen la unidad. Líbranos de las inhibiciones. Calma los impulsos agresivos. Purifica las fuentes originales. V que lleguemos a sentir como Tú sentías, y amar como Tú amabas. Tú serás nuestro modelo y nuestro guía, oh Señor Jesús.

Danos la gracia del amor fraterno: que una corriente sensible, cálida y profunda corra en nuestras relaciones; que nos comprendamos y nos perdonemos; nos estimulemos y nos celebremos como hijos de una misma madre; que no haya en nuestro camino obstáculos, reticencias ni bloqueos, antes bien, seamos abiertos y leales, sinceros y afectuosos y así crezca la confianza como un árbol frondoso que cubra con su sombra,
a todos los hermanos de la casa, Señor Jesucristo.

Así lograremos un hogar cálido y feliz que se levantará, cual ciudad en la montaña, como señal profética de que tu Gran Sueño se cumple, y de que Tí mismo, Señor Jesús, estás vivo entre nosotros. 

Así sea.


Ejercicio de Silencio Interior: 

Por favor en soledad, dispongámonos a silenciar nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón, con los ojos cerrados y haciendo ejercicios de respiración lenta por 4 – 5 minutos.


PALABRA DE DIOS

La palabra de Dios es luz que ilumina, pan que alimenta, fuego que da calor, camino que guía, es vida eterna. El texto Bíblico es tomado esta semana del libro de Juan 

Abramos nuestros ojos, nuestras mentes y sobre todo nuestros corazones, con la ayuda de Dios, y acojamos estas palabras (anotando en nuestro cuaderno aquellas palabras que más me hablen especialmente a mí):

1 Juan 4 (7-21)

(7) Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. 
(8) El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. 
(9) En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de El. 
(10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 
(11) Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. 
(12) A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. 
(13) En esto sabemos que permanecemos en El y El en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. 
(14) Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. 
(15) Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 
(16) Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. 
(17) En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como El es, así somos también nosotros en este mundo.
(18) En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor. 
(19) Nosotros amamos, porque El nos amó primero. 
(20) Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. 
(21) Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.


Reflexión personal:
¿Qué me dice a mi este texto que acabo de leer?
(a cada persona nos dice diferentes cosas)
A mí me dice:

Dios Es Amor

(1 Juan 7-10) Mis amados amigos, continuemos amándonos unos a otros porque el amor emana, proviene, se origina de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y ha experimentado una relación con Dios. La persona que se rehúsa a amar no conoce, ni entiende la primera cosa que hay que entender acerca de Dios, porque Dios es amor, entonces no puedes conocerlo si no amas. Así es como Dios mostró su amor por nosotros: Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos a través de él. Esta es la clase de amor que la estamos hablando, no de que nosotros alguna vez amamos a Dios, sino que Él nos amó y envió a su Hijo para ser sacrificio y así, limpiarnos de nuestros pecados y del daño que los pecados han hecho a nuestra relación con Dios.

(11-12) Mis amados, amados amigos, si Dios nos amó de esta manera, ciertamente deberíamos amarnos unos a otros. Nadie ha visto a Dios, nunca. Pero si nos amamos unos a otros, Dios permanece profundamente dentro de nosotros y su amor llega a completarse en nosotros,  ¡el amor perfecto!

(13-16) De esta forma es como sabemos que estamos viviendo de manera constante y profunda en Él, y Él en nosotros: En que Él nos ha dado vida de Su propia vida [de Su esencia y naturaleza], de su propio Espíritu. Además, lo hemos visto por nosotros mismos y continuamos declarando abiertamente que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios participa continuamente en una íntima relación con Dios. Este amor que proviene de Dios, lo conocemos muy bien, porque lo hemos abrazado en el corazón y en el alma.

Amar y Ser Amado

(17-18) Dios es amor. Cuando establecemos nuestra residencia permanente en una vida de amor, vivimos en Dios y Dios vive en nosotros. De esta manera, el amor toma el control, las riendas de la casa, se convierte en un hogar y madura en nosotros, para que nos libre de preocupaciones en el Día del Juicio, porque nuestra posición en el mundo es idéntica a la de Cristo. No hay espacio en el amor, para el miedo. El amor bien establecido desarraiga el miedo. Ya que el miedo es paralizante y mutila, una vida de miedo -de miedo a la muerte, de temor al juicio-es una vida que todavía no está totalmente formada en el amor.

(19) Nosotros, sin embargo, vamos a amar, a amar y a ser amados. Ya que primero fuimos amados, entonces ahora amamos. Él nos amó primero.

(20-21) Si alguien alardea y presume diciendo: "Yo amo a Dios", y va por la vida odiando a su hermano o hermana, sin siquiera pensar o preocuparse en esto, es un mentiroso. Si no ama a la persona que puede ver, ¿cómo puede amar a Dios, a Quien no puede ver? El mandato que tenemos de Cristo es contundente: Amar a Dios incluye amar a las personas. Debes amar a ambos.


Canto 12 del Libro: Cantoral del Tallerista
DONDE HAY CARIDAD

Donde hay caridad,
donde hay amor,
donde hay caridad,
Dios está allí.

Cristo,
por tu amor estamos congregados.

Que tu amor, Señor Jesús,
dirija nuestros pasos.

Amémonos mutuamente
como Dios nos ama.

Comiendo un mismo pan,
viviendo un mismo amor.

El Padre nos ama,
nos alcanza la vida eterna.

La caridad del Padre
en El sin fin permanece.


MODALIDAD DE ORACIÓN
Instrumento de liberación: “El deporte de Amar” (La Ofensiva de Amor).


Oración 47 del Libro Encuentro: Manual de Oración
LA GRACIA DE COMUNICARSE

Señor Jesús,
llamaste “amigos” a los discípulos 
porque les abriste tu intimidad.
Pero, ¡qué difícil es abrirse, Señor!
¡Cuánto cuesta rasgar el velo del propio misterio! 
¡Cuántas trabas se interponen en el camino!
Pero se bien, Señor, que sin comunicación 
no hay amor 
y que el misterio esencial de la fraternidad 
consiste en ese juego de abrirse y acogerse 
unos a otros.

Hazme comprender, Señor, que fui creado 
no como un ser acabado y encerrado 
sino como una tensión y movimiento 
hacia los demás; 
que debo participar de la riqueza de los demás y dejar que 
los demás participen de mi riqueza; 
y que encerrarse es muerte 
y abrirse es vida, libertad, madurez.

Señor Jesucristo, rey de la fraternidad; 
dame la convicción y coraje de abrirme; 
enséñame el arte de abrirme.
Rompe en mí los retraimientos y miedos, 
bloqueos y timideces 
que obstaculizan la corriente de la comunicación. 

Dame la generosidad para lanzarme sin miedo en ese 
juego enriquecedor de abrirme y acoger.

Danos la gracia de la comunicación, Señor Jesús.


Oración 27 del Libro Encuentro: Manual de Oración 
PAZ

¡Señor! 
¡Colma de esperanza mi corazón 
y de dulzura mis labios! 
Pon en mis ojos la luz que acaricia y purifica, 
en mis manos el gesto que perdona. 
Dame valor para la lucha, 
compasión para las injurias, 
misericordia para la ingratitud y la injusticia.

Líbrame de la envidia 
y de la ambición mezquina, 
del odio y de la venganza. 
Y que, al volver hoy nuevamente al calor 
de mi lecho, pueda, en lo más íntimo de mi ser, 
sentirte a Ti presente. 

Amén. 


Para ver el video en Youtube (regalos40), hacer clic en: Amar como Jesús amóEste video es un mensaje maravilloso en la voz del Padre Ignacio Larrañaga, sobre el encuentro con Dios, con las siguientes ideas principales:
  • Dar la vida
  • Imponer las convicciones de fe sobre las emociones espontáneas
  • Aceptar a Jesús
  • Respetarse unos a otros
  • Ser cariñosos
  • Deporte de amar

Hemos tratado con el Señor y así nos hemos hecho sus amigos, pero reiteramos, este Dios nunca deja en Paz, aunque siempre deja la Paz. Siempre hay un Egipto de donde salir y este nuestro Dios es aquel que siempre nos esta obligando a salir del Egipto de nuestros egoísmos lanzándonos a la patria del amor, pero esta palabra Amor, tan bonita, que es también tan engañosa porque gran parte de las partes que parece que amamos en realidad, nos amamos. Parecería que Usted amaba a este amigo, ayer le informaron que este su amigo se expresó diciendo cosas muy negativas de Usted y Usted toma la decisión “nunca mas con él”. Y desde hoy le cierra las puertas de la confianza para siempre. ¿Quién amaba a quién? ¿Usted amaba al amigo o se amaba a si mismo?, buscando no se que utilidad. En todo caso, si hasta ayer lo amaba y desde hoy no lo ama, es claro que hasta ayer tampoco lo amaba, se amaba a si mismo. Y así podríamos multiplicar los casos.

Como Amar pues, Jesús responde: “en esto conocerán si Ustedes son discípulos míos, si se aman, unos a otros como Yo los he amado”. Y como los amó Jesús, como el Padre me amó a mi, así Yo los he amado a Ustedes, ahora, hagan otro tanto entre Ustedes. El amor es una corriente vital que sale del corazón del Padre, se derrama profusamente en el corazón de Jesucristo, pero antes de retornar al Padre, el amor hace un largo recorrido entre los hermanos, creciendo y madurando insensantemente hasta que retorna pleno y exuberante a la fuente original que es el corazón del Padre. Este es el circuito vital que realiza el verdadero amor.

Como amó Jesús
En el grupo de los doce, Jesús no fue un jefe, sino un hermano que los trato como el Padre lo había tratado a él, fue tan sincero con ellos, que les informó que lo iban a crucificar, en otro momento les comunicó que sentía miedo y tristeza, les alentó en las dificultades, se alegró de sus éxitos, los alertó sobre los peligros, fue con ellos, exigente y comprensivo a la vez, les corrigió con infinita paciencia cuando aparecieron la rivalidad entre ellos, fue delicado con el traidor, misericordioso con Pedro, paciente con todos, fue un hermano entre los hermanos, comiendo en la mesa común, durmiendo todos bajo las estrellas, como una familia itinerante, les lavó los pies, les sirvió en la mesa, diciéndoles: “Ustedes me llaman Maestro y Señor y lo soy efectivamente, ahora bien, si Yo Maestro y Señor les he lavado los pies y estoy sirviéndoles en la mesa, hagan otro tanto entre Ustedes, unos con otros” y les añadió: un día Yo les envié a Ustedes, encargándoles que sanaran enfermos, limpiaran leprosos, anunciaran el reino, ahora que me voy les digo, por encima de todas las tareas que les encomendé, su tarea principal en mi ausencia y hasta mi regreso, será que se dediquen a amarse unos a otros, este es mi mandamiento, mi ultima voluntad, mi testamento final, mi sueño de oro. Y levantando los ojos dijo: “Padre Santo, sacándolos del mundo, los depositaste estos mis discípulos en mis manos, Yo les explique quién eres tu y ahora ellos que Yo nací de tu amor. Eran tuyos, tu me los entregaste como hermanos y Yo los cuidé como una madre cuida a su hijo pequeño, ahora cuidados tu. Como tu me trataste, así los trate Yo, como tu y Yo somos uno, también ellos sean uno y su unidad sea consumada en nuestra unidad. Así será la consumación del amor”.

Ahora bien, como amar, San Juan nos da la respuesta; el dio su vida por nosotros y nosotros debemos dar la vida unos por otros. Dar la vida, he ahí la definición, un amor pues exigente y concreto dentro de la ley de la renuncia y de la muerte. Si Yo entrego mi reloj, Yo no sufro, pero si le doy mi piel, anteriormente tengo que desprenderme de la piel y eso si que duele, con el simpático todo el mundo simpatiza, con el encantador todo el mundo se entiende, al amable todo el mundo ama ahí no se sufre, pero para perdonar al ofensor tengo que morir al instinto de venganza, para acoger al tipo que me cae tan mal tengo que morir al impulso de repulsa, para convivir con este antipático tengo que morir a las ganas que tengo de huir de su presencia y así sucesivamente siempre hay un dar la vida, pero por gusto no se perdona, el morir a algo vivo no causa ninguna emoción, no es  un amor emotivo causa dolor, es pues un amor oblativo, hay que dar la vida pero nadie muere por gusto y el instinto primario del hombre es buscar lo agradable y rehuir lo desagradable. Quién podrá pues provocar semejante cataclismo y revolución en el corazón humano; solo Jesús . . .  solo Jesús puede causar y ser satisfacción compensatoria al hecho de tener que morir para amar. Solo Jesús puede causar aquella alegría y satisfacción cuando uno hace un acto de superación para morir a los instintos primarios. Solo Jesús puede invertir las leyes del corazón poniendo suavidad donde había violencia, poniendo perdón donde había ofensa, poniendo dulzura donde había amargura.

Conclusión, el secreto esencial de una armoniosa convivencia fraterna está en imponer las condiciones de fe sobre las emociones espontáneas. Debajo de la conciencia vive y palpita un mundo desconocido, un abismo insondable que llamamos inconsciente. Frecuentemente suelo recordar que el inconsciente es como un fósforo encendido y el inconsciente es como una noche profunda y oscura. Lo consciente es como una pequeña isla y lo inconsciente es como un océano dilatadísimo. Lo mas importante de nosotros es lo desconocido de nosotros. Desde las profundidades de ese mundo desconocido surgen los hijos del egoísmo que nos asaltan y dominan y hacemos lo que no queremos y esos hijos del egoísmo son: orgullo, vanidad, envidia, odio, rencor, venganza, malevolencia, todo para mi nada para ti, resentimientos, agresividad de todo color, en fin. 

Estas son las fuerzas salvajes que lanzan al hermano contra el hermano y se paran, oscurecen, obstruyen y destruyen la unidad entre los hermanos. Solo Jesús puede bajar hasta las profundidades donde habitan los instintos primitivos, controlarlos y transformarlos en energías de armonía y acogida. Solo Jesús puede redimir los impulsos. Sin Jesús, un Jesús vivo y vibrante en el corazón no es posible la vivencia estable de la unidad fraterna, el desafío de Jesucristo como redentor del mundo, es como redimir el mundo inconsciente del hombre. El egoísmo quiere acoger al encantador y apartarse del retraído, quiere convivir exclusivamente con los que son de su mentalidad, quiere y siente necesidad de tomar venganza por aquel antiguo agravio, mantenerse reticente frente a este tipo desagradable, minimizar el prestigio de aquel auto suficiente, soltar aquí un grito y allá un insulto, sobresalir por encima de todo el grupo, reaccionar de mal humor en estas circunstancias, retirar la palabra a este neurótico, etc, etc..

¿Que hacer para que el hermano no sea un lobo para otro hermano?
Cuando en un momento asalten inesperadamente esos instintos salvajes hay que despertar, darse un toque de atención, cuidado no es este el estilo de Jesús, ni su ejemplo, ni su precepto y formular nuestra pregunta mágica y eterna, ¿Que haría Jesús en mi lugar?, ¿Que sentiría Jesús aquí?, ¿Como actuaría en este caso?. Cuando el hermano recuerde como Jesús supo devolver bien por mal, como supo guardar silencio delante de los acusadores, como trato al traidor, como miro a Pedro, como perdono 70 veces 7, como fue compasivo con toda la fragilidad humana. A la pregunta ¿Cual sería la actitud de Jesús si estuviera en mi caso?, habrá respuesta de comprensión, bondad y acogida. A esto llamamos aceptar a Jesús.

Aceptamos a Jesús cuando al retirarme un hermano la palabra, en lugar de reaccionar con la misma actitud, tomamos la iniciativa de saludarlo con palabras amables o le damos una mirada benevolente. Aceptamos a Jesús cuando dejando a un lado personas agradables vamos en busca de personas que no nos caen bien. Aceptamos a Jesús cuando hablando todos en contra de alguien, Yo trato de quedar en silencio o decir palabras comprensivas. En suma, aceptamos a Jesús cuando cumplimos esa regla de oro, reverenciar a cualquier hermano como si fuera el propio Jesús, no haciendo diferencia entre el hermano minúscula y el Hermano mayúscula. 

Como sabemos las características de los impulsos son la sorpresa y la violencia, cuando estamos descuidados y nos dejamos llevar de las reacciones espontáneas somos capaces de cualquier barbaridad, no importa, no asustarse, no avergonzarse, comencemos otra vez, la cuestión es tener a Jesús vivo y presente en la conciencia para detener y atajar las fuerzas salvajes y transformarlas en fuerzas de acogida y amor, para de esta manera poder amar como Jesús amó.

La cuestión final es una sola, que Jesús esté vivo y alerta en mi conciencia y lo que hace que Jesús esté vivo en mi conciencia, es la oración. La verdadera oración acaba siempre en santidad de vida.

Respetarse unos a otros
La primera obligación del amor evangélico, es respetarse. Toda persona es misterio, es decir, un mundo desconocido y la actitud elemental ante lo desconocido, es cuando menos la del silencio. Respetar al hermano implica dos actitudes: una interior y otra exterior. En el interior respetar significa venerar el misterio sagrado y desconocido del hermano al modo como se venera la persona de Jesús y en el exterior no meterse con el hermano, no juzgar, nos hablar mal. La falta de respeto se llama “murmuración”, ella envenena rápidamente cualquier atmósfera como una epidemia, hablaron mal de ti, tu hablas mal de ellos, la violencia engendra violencia, las palabras sacan palabras que como pelotas botan y rebotan, los chismes vuelan, corren de boca en boca cada vez mas desfigurados y magnificados, en ese clima nadie se fía de nadie, por todas partes se respira suspicacia, no hay seguridad, la confianza ha huido, todos están
a la defensiva, cada hermano se refugia en su soledad interior, conclusión, la falta de respeto desencadena toda clase de calamidades. 

Como dijimos el capitulo I del respeto fraterno es la del silencio. Silencio interior en primer lugar, las raíces del mal están siempre adentro, antes de que alguien hablara mal del hermano, anteriormente ya había sentido adversión contra el hermano, habló mal porque había sentido mal. Respetando al otro callando en la intimidad, no pensar mal, no sentir mal, pero como se puede respetar a un tipo francamente repulsivo, de una sola manera; haciendo una transferencia, es decir, transmitiendo a este hermano que está junto a mi, la veneración que siento por Jesús, proyectando y revistiendo con la figura de Jesús, a este hermano desagradable y antipático.

En segundo lugar, silencio exterior, frecuentemente no se pueden justificar los comportamientos de los hermanos, son francamente incorrectos y censurables, pero siempre podremos cubrir las espaldas del hermano ausente con el manto del silencio. Al enterarme de la incorrección de un hermano, mi primera y concreta manera de amarlo, consistirá en echar siete (7) llaves al tal secreto y que el día que baje Yo a la sepultura lo haga con el secreto archivado. El mejor billete de entrada en el paraíso, no es un ramillete de rosas, sino un ramillete de secretos, porque en el paraíso, solo entran los que amaron y los que callaron, amaron.

Perdonarse, comprenderse
Nosotros hemos expuesto ampliamente en la sexta (6) sesión y también llevado a la practica intensamente, todo lo referente al perdón fraterno. Dimos también a conocer nuestras convicciones en el sentido de que si supiéramos comprender no haría falta perdonar. Allá dijimos que el resentimiento solo destruye al resentido y perdonar beneficia al que perdona y agregábamos que por simple interés, por la salud mental y equilibrio emocional, deberíamos estar perdonando insensantemente.

Comunicarse, acogerse
El misterio principal del amor evangélico está en ese juego recíproco de abrirse y acogerse. Yo me abro a ti y tu acoges mi salida, tu te abres a mi y Yo acojo tu salida y se da el encuentro, la intimidad, Yo contigo tu conmigo. Esto parece complicado a la hora de explicar, pero la gente sin grandes explicaciones lo siente con suma simplicidad cuando dicen “Yo se que tu estas conmigo”, “Yo siento que fulano no está conmigo”. Así pues, por un lado abrirse que también llamamos comunicarse no es conversación, intercambio de frases, preguntas y respuestas, ni siquiera un dialogo, mas bien se trata de una revelación interpersonal, un abrir al otro las puertas de la intimidad. Por el otro lado, acoger quiere decir, Yo hago un lugar dentro de mi para que lo ocupe el otro. Significa dar al otro, entrada libre en mi interior, recoger al otro en mi interior con brazos de cariño. De este juego de apertura y acogida, nace la confianza y el gozo fraterno que es aquella atmósfera cálida como un hogar, que el salmista lo expresa con estas palabras: “que cosa mas hermosa ver a los hermanos vivir unidos bajo el mismo techo”. Este es también el sueño dorado de Jesús.

Ser cariñosos
Ser cariñosos no significa hacer caricias, significa conducirse con un corazón afectuoso en el trato a los demás, significa ser amables y bondadosos tanto en los sentimientos como en las actitudes con todos aquellos que están a nuestro lado. Lo importante es que el otro a partir de mi trato con el, perciba claramente que yo estoy con él. En suma es una corriente sensible, cálida y profunda que fluye de mi hacia el otro. No hay recetas para ser cariñosos, pero hay gestos y actitudes que inequívocamente son portadores de cariño, que todo el mundo lo entiende y lo siente: una sonrisa, una mirada, una aproximación, unas palmaditas en el hombro, un saludo cordial, una simple pregunta ¿Cómo te sientes hoy?. 

Es tan fácilmente hacer feliz a una persona, mejor dicho, nosotros no podemos hacer feliz a nadie, pero si podemos dedicarnos a llevar a cada corazón un vaso de felicidad, dejar en cada puerta una copa de alegría, basta tomar el teléfono diciendo: como va tu salud, rezo por ti, cuenta conmigo, no lo ha hecho feliz pero le ha entregado una copa de felicidad . . .  

Es tan fácilmente, basta aproximarse a un hermano atribulado para decirle, como van tus proyectos, todo acabará bien ya lo veras, no tengas miedo, mañana será mejor, cuenta con nosotros, estamos contigo, no lo ha hecho feliz, pero le ha ofrecido un vaso de alivio . . . 

Es tan fácil, basta dedicarle unos minutos a un hermano sin un porque, sin ninguna finalidad, es tan fácilmente estimular a un hermano comunicándole buenas noticias, oye me dijeron que estuviste magnifico en aquel compromiso, todos están haciendo elogios de tu actuación, te felicito hombre, no lo ha hecho feliz, pero le ha entregado un vaso de aliento y esperanza . . . es tan fácil.

Que formidable profesión evangélica, la de dedicarse a repartir pequeñas porciones de alegría y felicidad en el mundo y que al final de nuestra existencia se pueda decir lo que se dijo de Jesús; “pasó por todas partes haciendo el bien a todos”. Así, habremos cumplido cabalmente nuestro programa, amar como Jesús amó.

Finalmente, deporte de amar
Vamos a ejercitarnos a continuación en una practica extraña, increíble pero simple y de efectos milagrosos, tomen conciencia pues, de que al realizar esta practica, están ejercitando al mismo tiempo en el perdón, en la comprensión, en la aceptación y la acogida todo a la vez, en suma en el amor evangélico. 

Una vez recogido y concentrado, traiga a su memoria a la persona que mas le ha molestado, ofendido o traicionado. Tranquilo y concentrado comience a fijar vivamente la atención en esa persona, comience a transmitirle sentimientos positivos, ondas amatorias, ondas de cariño, ondas de benevolencia, envuelva a esa persona mental y cordialmente de mucha ternura, de enorme cariño, naturalmente en este ejercicio se va a interponer el amor propio que al recordar justamente esa persona, encenderá como siempre fuego y odio en sus interior, no importa, sin hacer caso al amor propio herido, siga enviándole fuego de amor, ámelo ciegamente, incondicionalmente, piense en él, ámelo inmensamente, incansablemente, envolviéndolo en dulzura, bondad, cariño, suavidad y así, durante cinco o mas minutos. Si le parece conveniente o necesario puede pronunciar con la boca expresiones amatorias y si esta solo, inclusive en voz alta, vea como le va mejor.

Cuando está en su casa o en el trabajo, al recibir una ofensa, retírese a su habitación y tranquilo y concentrado dedíquese a amar a ese ofensor, a sentir amor por el, a transmitirle ondas de ternura, cariño incansablemente.

Le han retirado la palabra, verdad, lo han traicionado, verdad, no importa retírese, concéntrese y envíele fuego de amor sin hacer caso del amor propio herido, envíele su corazón y sus entrañas, las entrañas traspasadas de ternura, sintiendo cariño por el, por ella, ciegamente, incansablemente. Este ejercicio puede parecerle utópico, insensato, casi loco, siga ejercitándose y de pronto se puede encontrar con resultados milagrosos con una infinita libertad y paz en su alma con la mayor aproximación a la perfecta alegría que se puede experimentar en este mundo y ademas, acaso por primera vez en su vida, va a tener inesperadamente la experiencia de amar al enemigo, la mas alta utopía del evangelio.


Canto 49 del Libro: Cantoral del Tallerista
SI YO NO TENGO AMOR

Si yo no tengo amor;
yo nada soy, Señor.
Si yo no tengo amor;
yo nada soy, Señor.

El amor es comprensivo,
el amor es servicial,
el amor no tiene envidia,
el amor no busca el mal.

El amor nunca se irrita,
el amor no es descortés,
el amor no es egoísta,
el amor nunca es doblez.

El amor disculpa todo,
el amor es caridad,
no se alegra de lo injusto,
sólo goza en la verdad.

El amor soporta todo,
el amor todo lo cree,
el amor todo lo espera,
el amor es siempre fiel.

Nuestra fe, nuestra esperanza
frente a Dios terminarán;
el amor es algo eterno
nunca, nunca pasará.


Oración 43 del Libro Encuentro: Manual de Oración 
LA GRACIA DE RESPETARNOS

Jesucristo, Señor y hermano nuestro.
Pon un candado a la puerta 
de nuestro corazón para no pensar mal de nadie, 
no prejuzgar, 
no sentir mal,
para no suponer ni interpretar mal, 
para no invadir el santuario sagrado 
de las intenciones.

Señor Jesús, lazo unificante de nuestra fraternidad.

Pon un sello de silencio en nuestra boca para cerrar el 
paso a toda murmuración o comentario desfavorable, 
para guardar celosamente hasta la sepultura las confidencias 
que recibimos olas irregularidades que observamos, 
sabiendo que la primera y concreta manera de amar 
es guardar silencio.

Siembra en nuestras entrañas fibras de delicadeza. 
Danos un espíritu de alta cortesía para reverenciarnos 
unos a otros como lo haríamos contigo mismo. Y danos, 
al mismo tiempo, la exacta sabiduría para enlazar 
convenientemente esa cortesía con la confianza fraterna.

Señor Jesucristo, danos la gracia de respetarnos. Así sea.


Bendición (Números 6, 24- 26):

El Señor nos bendiga y nos guarde
Ilumine su rostro sobre nosotros,
Y se apiade de nosotros.
Nos muestre su rostro y nos conceda la Paz.


En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.




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