lunes, 10 de julio de 2017

CORONACIÓN DEL TALLER

“Los retiros son tiempos especiales para crecer en nuestra relación con Dios, por lo tanto, es importante cuidar de realizar siempre el retiro personal o día de desierto”.


Comenzamos siempre con lo más importante diciendo:

Te pido Señor tu presencia y ayuda, 
iniciando esta lectura y 
atención en el nombre del Padre, 
del Hijo y del Espíritu Santo.


Ejercicio de Silencio Interior: 

Por favor en soledad, dispongámonos a silenciar nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón, con los ojos cerrados y haciendo ejercicios de respiración lenta por 4 – 5 minutos.


Canto 44  del Libro: Cantoral del Tallerista
¡QUE MAÑANA DE LUZ!
¡Que mañana de luz, recién amanecida!
Resucitó Jesús y nos llama a la vida.

Despertad, es hora de nacer, es hora de vivir
la vida nueva, la gracia del Señor.
No lloréis, en la boca un cantar
y un puesto para el gozo y la esperanza
en cada corazón. 

Caminad al viento de la fe, sembrando de ilusión
vuestro sendero: viviendo del amor.
No temáis: que Cristo nos salvó;
la muerte ya no hiere a sus amigos,
Jesús resucitó.



Oración 16 del Libro Encuentro: Manual de Oración
ORACIÓN DE LA ESPERANZA

Señor,
Una vez más estoy delante de tu Misterio.
Estoy constantemente envuelto 
en tu Presencia
que tantas veces se torna en ausencia.
Busco tu Presencia
en la ausencia de tu Presencia.

Echando una mirada al inmenso mundo
de la tierra de los hombres,
tengo la impresión
de que muchos ya no esperan en Ti.
Yo mismo hago mis planes, trazo mis metas 
y pongo las piedras de un edificio 
del cual el único arquitecto 
parezco ser yo mismo.

Hoy día los hombres somos, muchas veces, 
unas criaturas que nos constituimos 
en esperanza de nosotros mismos.
Dame, Señor, la convicción más profunda 
de que estaré destruyendo mi futuro 
siempre que la esperanza en Ti 
no estuviere presente.

Haz que comprenda profundamente que, 
a pesar del caos de cosas que me rodea, 
a pesar de las noches que atravieso,
a pesar del cansancio de mis días, 
mi futuro está en tus manos 
y que la tierra que me muestras 
en el horizonte de mi mañana 
será más bella y mejor.

Depósito en tu Misterio mis pasos y mis días 
porque sé que tu Hijo 
y mi Hermano 
venció la desesperanza 
y garantizó un futuro nuevo 
porque pasó de la muerte a la vida.

Amén.


PALABRA DE DIOS

Isaías 55 (10-11)

(10) Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá sino que riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semilla al sembrador y pan al que come, 
(11) así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié. 



COMO VIVIR UN DESIERTO 

El verdadero profeta de la Iglesia del futuro será aquel que venga del desierto. Como Moisés, Elías, Juan Bautista y sobre todo Jesús, cargados de mística y con ese brillo especial que sólo tienen los hombres acostumbrados a hablar con Dios cara a cara.

La única manera de vivificar las cosas de Dios es vivificando el corazón. Cuando el corazón se puebla de Dios, los hechos de la vida se llenan del encanto de Dios. Y el corazón se vivifica en los Tiempos Fuertes. Así hicieron los profetas, los santos, y, sobre todo, Cristo.

Tiempo Fuerte significa reservar, para estar con el Señor, unos fragmentos de tiempo en el programa de las actividades, por ejemplo treinta minutos diarios; unas cuantas horas cada quince días, etc. Tiempos Fuertes no sólo para orar sino también .para recuperar el de las prioridades. Se tiene tiempo para lo que se quiere.

Ser persona significa ser de sí mismo. La turbulencia de una vida tan agitada hace que los hombres se vayan desintegrando interiormente. Por eso es que en la obra de Dios no encontramos con personas que viven como fugitivos huyendo de sí mismos utilizando la actividad apostólica. Naturalmente estos hombres no tienen gran cosa que comunicar, podrán ser “profesionales de Dios”, mas no “profetas de Dios”.

La diferencia entre el profesional y el profeta, es que el profesional trasmite conocimientos recibidos de otros y el profeta los escucha y por eso trasmite una experiencia viva. Estos profetas son los hombres de Dios que hablan sin hablar.

Se requieren los tiempos fuertes para ser esos hombres de Dios que hablan sin hablar. 

En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios (Lc. 6,12).

Cuando se dedica al Señor un día entero (al menos unas siete horas) en silencio y soledad, a este día se le llama Desierto.
Para hacer un Desierto es conveniente, casi necesario, salir del lugar en que uno vive o trabaja, y retirarse a un lugar solitario, sea campo, bosque, montaña o una Casa de Retiro.
Es conveniente ir al Desierto en grupos pequeños (entre tres y cinco, por ejemplo) pero, una vez llegados al lugar donde van a pasar el día, es indispensable que el grupo se disperse y cada persona permanezca en completa soledad. En las últimas horas pueden reunirse para una intercomunicación fraterna y para hacer oración comunitaria.

Es conveniente que cada persona lleve algo de comer, sin olvidar que el Desierto tiene también un cierto carácter penitencial. Sin embargo, no deben abstenerse de tomar líquido para evitar cualquier deshidratación.

En suma: Desierto es un tiempo fuerte dedicado a Dios en silencio, soledad y penitencia.

Es conveniente disponer de un conjunto de textos bíblicos, salmos, ejercicios de relajación..., todo lo cual lo encontrarás en el presente librito. No olvidarse de llevar un cuaderno para anotar impresiones.


Oración 9 del Libro Encuentro: Manual de Oración
INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO

Ven, Espíritu divino, 
manda tu luz desde el cielo
Padre amoroso del pobre; 
don, en tus dones espléndido; 
luz que penetras las almas; 
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, 
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, 
brisa en las horas de fuego, 
gozo que enjuga las lágrimas 
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, 
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre 
si tú le faltas por dentro; 
mira el poder del pecado 
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, 
sana el corazón enfermo, 
lava las manchas, 
infunde calor de vida en el hielo, 
doma el espíritu indómito, 
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones 
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia 
dale al esfuerzo su mérito; 
salva al que busca salvarse 
y danos tu gozo eterno. 

Amén.



Oración 44 del Libro Encuentro: Manual de Oración
CONDÚCEME

Guíame, clara luz, 
a través de las tinieblas que me rodean, 
llévame cada vez más adelante.
La noche está oscura 
y estoy lejos de casa, 
condúceme Tú cada vez más adelante.

Guía mis pasos: no te pido
que me hagas ver desde ahora
lo que me reservas para más adelante.
Un solo paso es bastante para mí, 
por el momento.
No siempre he sido así; 
ni tampoco he rezado siempre 
para que Tú me condujeras.
Me gustaba elegir mi propio camino; 
pero ahora te pido que me guíes Tú 
siempre más adelante.
Ansiaba los días de gloria 
y el orgullo dirigía mis pasos;
¡oh! no te acuerdes de esos años ya pasados.

Tu poder me ha bendecido largamente; 
y sin duda ahora también 
sabrá conducirme por la estepa y los pantanos, 
por el pedregal y los abruptos torrentes
hasta que la noche haya pasado 
y sonría el amanecer.

Por la mañana, aquellos rostros de ángeles 
que había amado por largo tiempo 
y que durante una época perdí de vista, 
volverán a sonreír.
Guíame, clara luz,
llévame cada vez más adelante. 
Amén.


Canto 42  del Libro: Cantoral del Tallerista
PUEBLO DE REYES

Pueblo de reyes, asamblea santa,
pueblo sacerdotal, pueblo de Dios.
Bendice a tu Señor.

Te cantamos, oh hijo amado del Padre,
te alabamos, eterna palabra salida de Dios.
Te cantamos, oh hijo de la Virgen María,
te alabamos, oh Cristo nuestro hermano,
nuestro salvador.

Te cantamos a Ti, esplendor de la gloria,
te alabamos, estrella radiante que anuncias el día.
Te cantamos, oh luz que iluminas
nuestras sombras,
te alabamos, antorcha de la nueva Jerusalén.

Te cantamos, Pastor que nos conduce al Reino,
te alabamos, reúne a tus ovejas en un redil.
Te cantamos, oh Cristo manantial de la gracia,
te alabamos, oh fuente de agua viva que apaga
nuestra sed.



Canto 40  del Libro: Cantoral del Tallerista
PERDON POR AQUEL MENDIGO

Perdón por aquel mendigo,
por aquella lágrima que hice brillar;
perdón por aquellos ojos
que, al buscar los míos, no quise mirar.

Señor, no le di la mano,
se encontraba solo y lo dejé partir;
perdón, por no dar cariño,
por sólo buscarlo y tan lejos de ti.

Señor, ¿por qué soy así?
Estoy como ciego
y no sé comprender.
Señor, Tú eres mi esperanza,
dame tu mirada, que te sepa ver.


Canto 17  del Libro: Cantoral del Tallerista
ES HERMOSO VER

Es hermoso ver baja de la montaña
los pies del mensajero de la paz.

El Señor eligió a sus discípulos:
los mandó de dos en dos.

Los mandó a las ciudades
y lugares donde iba a ir El.

“La cosecha es abundante”,
les dijo el Señor al partir.

Pídanle al dueño del campo
que envíe más obreros a su mies.

Al entrar a una cada saluden
anunciando la paz.


Canto 22  del Libro: Cantoral del Tallerista
GLORIA, GLORIA, ALELUYA

Gloria, Gloria, Aleluya,
Gloria, Gloria, Aleluya,
Gloria, Gloria, Aleluya,
¡En el nombre del Señor!


ALGUNAS CONSIDERACIONES: 

El estado de ánimo del Desierto puede ser de lo más variado, puede haber fervor, desaliento, sequedad, etc. pero eso no es importante, lo más importante es la paz. 

Siempre que se vaya al desierto, hay que llevar consigo las siguientes provisiones: paciencia, constancia y esperanza.

¿Qué me hace ver la necesidad de los tiempos fuertes? 
¿Por qué es bueno tener desiertos periódicamente?


OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE EL DESIERTO

Espiritualidad del Desierto 
(P. Esteban Chevevière)
“Huiré lejos y moraré en el desierto" (Sal 54, 8).
  
"Tornará su desierto en vergel y su soledad en paraíso de Yahvé" (Is 51, 3).

"Vivir en el desierto no significa sólo vivir sin los hombres, SINO ADEMÁS, vivir con Dios y para Dios" (Dr. Serge Boulgakoff).

"El que con DIOS está, nunca está menos solo que cuanto está solo. Pues entonces goza sin trabas de su dicha; entonces es dueño de sí mismo para gozar de DIOS en sí y de sí en DIOS" (Guillermo de Sr. Thierry).

PRIMERA PARTE EL DESIERTO
"La seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón" (Os 2,16)

El desierto es una gracia, es una elección de parte de Dios.
Gracia de predilección es la que Dios te da con traerte al Desierto. Gratuito es el llamamiento y tu perseverancia se la deberás únicamente a la condescendencia divina. Ten siempre ante los ojos esa fineza del amor de Dios para con tu alma y la irás estimando gradualmente. Pese a tus conocimientos, lecturas, preparación y a lo que llamas “tu experiencia”, no sabes, al entrar, lo que la soledad del Desierto te reserva.

Aquí, como en todas partes, no hay dos almas que sigan exactamente la misma pista; Dios no se repite en sus creaciones. Muy pocas veces (tal vez nunca) revela por adelantado sus designios.

Implica humildad...
Entra en el Desierto, humilde y sosegado. Al Dios que te espera, la única cosa de valor que le has de presentar, es tu entera disponibilidad.

Implica desprendimiento...
Cuanto más ligero sea tu equipaje humano, cuanto más pobre seas de lo que estima el mundo, mayor será tu oportunidad de éxito, ya que Dios gozará de mayor libertad para manejarte, te llama a vivir a solas con Él solo, a nada más.

Luego has de consentir en perderte enteramente. Si abrigas el secreto deseo de ser o hacerte "alguien", vas derecho al fracaso. El Desierto es implacable: expulsa, rechaza infaliblemente a todo el que se busca a sí mismo.

Entra en él en santa desnudez, despojado de ti, sin nada y nadie que te acompañe. Sin buscar sanar, recibir, al Desierto se va a buscar a Dios, a dejarse amar.

DESIERTO ES: AUSENCIA DEL MUNDO
"Condujo a su pueblo por el desierto, porque es eterna su misericordia" (Sal 136,16)

Hay que salir del mundo...
La entrada en el Desierto es siempre un momento solemne. Abandonas el ambiente normal de las relaciones con los demás, por la incógnita de la soledad. Se empieza por desgarramientos, rupturas, tal vez renuncias. No se lleva a cabo sin esa universal y definitiva renuncia de cuanto nos es más querido.

Se te pide la fe y el valor de Abrahán: "Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que Yo te indicaré." (Gén. 12,1).
No se lee que vacilara o le pesara. ¡Échalo todo por la borda! ¡y pronto! los miramientos, los aplazamientos sólo harán que sean más costosos unos sacrificios que un día bien tendrás que aceptar, de no hacerlo, tu paga será el nunca ser de Dios y no poder perseverar. El Dios que te llama a esas renuncias será tu fortaleza. Hizo salir a los judíos de Egipto "in manu forti" (con mano fuerte).

"Dios no desata, arranca; no doblega, rompe; más que separar rasga y devasta todo", así habla Bossuet en el segundo sermón de la Asunción.
Más tarde entenderás esta Palabra de Dios: "Vosotros mismos habéis visto... cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí" (Ex 19, 4).
No le tomes el peso a tu cruz; se te caería el alma a los pies. Fíate del que, por amor, te recibe tal como eres; sin hacer caso de tu indignidad, y dice: "Voy a seducirle, le llevaré al desierto y le hablaré al corazón..." (Os 2,16).

El Desierto, al mismo tiempo, fascina y aterra. 
Es la tierra de la gran soledad, y el hombre, por instinto, teme estar cara a cara consigo mismo. El que entra al desierto es un separado efectivo, ya que la esencia del desierto es la separación del hombre.
En el desierto hay que desprenderse de todo.
El Desierto puro no tolera ni la vida. 
El Desierto es puro y purifica; donde no está el hombre, tampoco está el pecado ni el ruido de los negocios terrenales.

La soledad te resultará buena, pero su austeridad te dará en el rostro. Dios mismo define el Desierto: "tierra de arenales y barrancos, tierra árida y tenebrosa, tierra por donde no transita nadie y donde nadie fija su morada" (Jer 2,6).
Encerrado dentro de ti mismo, habrá horas en que sentirás la nostalgia de los intercambios humanos, y el Desierto te parecerá horriblemente vacío y absurdo. No has venido en plan de turista, acampas en él como un nómada, sin esperanza de regreso.

Es lugar de combate...
En esos "combates del Desierto" de que habla San Benito, apenas sí tendrás más apoyo valedero que el de Dios, aún cuando aparente desentenderse. Alguien ha escrito: "El Desierto no sostiene al débil, lo aplasta. El que gusta del esfuerzo y la lucha, ése puede sobrevivir" (P. de Foucauld). Requiere decisión, valentía de nuestra parte. “El Reino de los Cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” (Mt 11,12)

Es la verdad y da qué pensar. Tendrás que aprender a resolver tú solo tus problemas, y sólo te quedará una seguridad: la fe bien templada: Ojalá puedas ser, con ayuda de la oración humilde, de esos atletas "capaces, con la ayuda de Dios, de arrastrar con el sólo vigor de tus manos y brazos la lucha contra los vicios de la carne y del espíritu" (Regla de San Benito).

Es lugar de soledad...
Te gustaba la soledad como descanso, para tomarte un respiro en medio de quehaceres aguantados por el afán de vivir y aguijoneados por la necesidad de producir. La soledad es tu medio vital, y nadie espera ya el fruto de tu actividad. Único recurso que te queda: derramar, sin utilidad aparente, sobre los pies de Jesús, el precioso perfume de tus capacidades humanas. Si consientes en ello, tu recompensa será espléndida. No hace falta que hagas nada, que puedas nada, Dios es el protagonista de tu desierto. ¡Todo depende de Él!

No hay lugar para otros...
Defiende los accesos de tu Desierto. ¿De qué te serviría la soledad, si dejas a los hombres que te la invadan con la prensa, la correspondencia, las visitas en tu pensamiento? no olvides que la ausencia del hombre es su característica esencial.

Para ti el Desierto no es una ocasión, es un estado del alma. Esa es su dificultad radical. El centro de la soledad eres tú en quien la ausencia del hombre y de sus vanidades crea una primera zona de silencio. En la estepa sólo se oye un ruido: el gemir del viento. Es como tú, tierra árida y sin agua, que suplica al Señor haga llover su rocío. Fuera del soplo del Espíritu nada se ha de oír. No te dé por poblar ese silencio con recuerdos, imágenes del pasado, curiosidades o distracciones mundanas, sucedáneos de la vida en sociedad. El Desierto no admite comodidades; con fuerza brutal obliga a escoger; es la pista inhóspita, el incesante ir adelante con el equipaje más ligero posible, o la muerte. No brinda ni consiente nada que divierta. Lo perderías todo; el que quiera divertirse o complacerse mataría al contemplativo. Pronto la tosca monotonía del silencio acabaría por cansarte, y el atractivo del mundo, por ser tu tormento. Morirías, como un desarraigado, de sed maligna. Dos veces desdichado, te verías privado del objeto de tus deseos y Dios te dejaría de lado. Sin duda el Desierto es el país de la sed.

Lo mismo que a Agar (Gén 21), lo mismo que a Elías camino del Horeb (I Re 19), te ocurrirá pensar que es mejor morirse. No vuelvas atrás, Dios te sustentará.

Esa incomunicación no es cosa fácil; entrenándote con dura ascesises como llegarás a levantar esa muralla del silencio que protegerá tu alma y cercará el lugar de encuentro con Dios.

Persevera, trabaja por reducir todas tus facultades, a centrarlas en Él, a la simplicidad del silencio. No pasará mucho tiempo sin que Dios te visite. Se presentó a Elías en el Horeb al filo de un silencio tal que se hubiese oído el susurro de la más leve brisa. Cuando el Señor quiere levantar un alma, basta la contemplación, le exige el silencio de todas las facultades y que sólo cuente con El.

El desierto exige que te olvides de ti...
En cuanto a ti, no te ocupes ya de ti mismo. Cuando des oídos sordos a las quejas de tu naturaleza, cuando te niegues a escuchar toda inquietud, todo deseo que no sea el del amor, cuando seas indiferente sobre tu suerte terrestre, cuando ya casi no pienses de ti ni en bien ni en mal, y no te importe nada el juicio de los hombres; cuando, en una palabra, estés habitualmente olvidado de ti mismo, entonces habrás penetrado en el Lugar Santo del silencio, el recinto inviolable del alma donde Dios reside y te convida. De ti, como de Moisés dirá: "él vive permanente en mí casa. Cara a cara hablo con él, y a las claras, no por figuras; y él contempla el semblante de Yahvé" (Num 12,7-8).

Toda la espiritualidad del Desierto se encierra en esta sentencia profunda de San Juan de la Cruz: "Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma" (Puntos de amor, 21). En la escucha sublime, ahí está toda la vida del alma. Has de mostrarte insaciable por escuchar ese Verbo, y nadie si no es el Padre, ni libros ni teólogos, te la puede hacer oír: "Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no le trae" (Jn 6, 44). 

Esa palabra eterna será tu alimento: la Escritura, la Eucaristía, la contemplación, te la suministrarán. Gustarás ese Maná de Dios (Ex 16). 

El Espíritu Santo guiará tu alma hacia ella con infinita más suavidad y delicadeza que la nube luminosa (Ex 40,36-38). El te adoctrinará como desde un Sinaí interior, en la ley de los perfectos. Dios pactará contigo la alianza de los desposorios (Ex 19) y te dirá al corazón cómo le agrada la liturgia del amor para la que te tenía reservado. Para aplacar tu sed hará brotar del seno mismo de tu aridez el agua de su gracia, de sus dones, con que podrás beber de la fuente misma de la vida Trinitaria (Nm 20,1-11). En ti se repetirán las antiguas "promesas de Dios", siempre que te avengas a surcar con arrojo la estepa.

Porque hay que estar siempre en marcha. El Desierto no es la Tierra de Promisión; no te es lícito instalarte en él con el confort de unos hábitos acariciados o de una tranquilidad egoísta. El Verbo es tu manjar. Mas también esa Pascua se ha de comer de pie, ceñidos los lomos y el bastón en la mano. Eres un peregrino sin domicilio (no puedes acomodarte), sin equipaje, sin seguridad del mañana. Para el hombre que se aventura en el desierto no hay vivienda (no hay apegos), hay algo que se da prisa por alcanzar "un paisaje del que no se vuelve". Ese paisaje es Dios mismo visto a cara descubierta, y sólo la muerte (la renuncia) nos lo muestra así. El amor debe aguijonearte y quitarte todo posible entusiasmo por fabricarte un refugio cómodo, por buscarte a ti mismo. "Como anhela la cierva las corrientes aguas, así te anhela a ti mi alma, ¡oh Dios! Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y veré la faz de Dios?" (Sal 41, 2-3).

Sólo Él sabe el momento y el camino. No tengas plan de vida (no te programes, no condiciones a Dios), consérvate libre de todo cuanto pueda impedir que Dios te mueva a su gusto. Sabores y sinsabores no entran en cuenta. Has de estar disponible y maleable, ser dócil.

El pueblo elegido sólo sabía una cosa: avanzaba hacia la Tierra Prometida; desconocía las etapas. En aquel éxodo el Señor se reservaba todas las iniciativas. El pueblo se detenía, reanudaba la marcha, se orientaba sin más señal que la nube a la que seguía a ciegas (Ex 40,36-38). Se te pide un abandono así, que descansa en la fe, en la Sabiduría, en el Poder y el Amor de tu Padre que está en los cielos.

"Él lo sabe todo, lo puede todo y me ama". Graba esto en el corazón y en la palma de las manos. Moisés canta la maternal solicitud de Dios. A ella debemos entregarnos. De ti se trata: "Le halló en tierra desierta, en región inculta, entre aullidos de soledad. Le rodeó y le enseñó, le guardó como a la niña de sus ojos. Como el águila que incita a su nidada, revolotea sobre sus polluelos, así Él extendió sus alas y los cogió y los llevó sobre sus plumas. Sólo Yahvé le guiaba; no estaba con él ningún dios ajeno" (Dt 32,10-12).

Te lo juegas casi todo si vacilas en lanzarte a ese abismo. Si quieres "hacer tu vida", hacer lo que quieres, puede que Dios lo consienta, pero oye sus palabras terribles: "Esconderé (de él) mi rostro, veré cuál será su fin" (ib. 20).

Lo demás se adivina sin dificultad: perecerás de hambre y de sed, en un género de vida que no tolera la mediocridad, y serás un alma mundana bajo el nombre de cristiano.

Discípulos de Jesús

¡DAD GLORIA AL SEÑOR AHORA Y POR SIEMPRE!


Pauta orientadora

1. Utiliza esta pauta con flexibilidad porque el Espíritu Santo puede tener otros planes. Debes dar un margen a la espontaneidad de la Gracia. Así pues, tener mucha flexibilidad, incluso se puede estar todo el Desierto con un solo versículo y tomar con mucha libertad los minutos asignados a cada punto.

2. En caso de que te encuentres en estado dispersivo y de distracción, prepara tu nivel periférico con ejercicios de relajación, concentración y silenciamiento. Unos treinta (30) minutos. A lo largo del día puedes repetir estos ejercicios; pero, de entrada, es necesario conseguir un estado elemental de serenidad.

3. Una vez que llegues al lugar escogido, donde va a transcurrir el día y después de invocar al Espíritu Santo, comenzar con una lectura rezada de Salmos, porque se trata de preparar y ambientar el nivel profundo de la persona, el nivel del espíritu. Unos sesenta (60) minutos.

4. Diálogo personal con el Señor Dios, diálogo no necesariamente de palabras sino de interioridades, hablar con Dios, estar con Él, amar y sentirse amado... Es lo más importante del Desierto. Puedes utilizar las modalidades: Oración de elevación, Oración auditiva, Oración escrita. Unos setenta (60) minutos.

5. Por ser un día intenso en cuanto a la actividad cerebral, es conveniente que haya varios breves intervalos de descanso en que lo importante es no hacer nada, sólo descansar.

6. No puede faltar en el Desierto una prolongada lectura meditada con la pequeña pedagogía, utilizando los textos bíblicos que se pueden encontrar al final del libro Encuentro, confrontando tu vida personal y apostólica con la Palabra de Dios, Unos sesenta (60) minutos.

7.Tampoco debe faltar un sabroso y prolongado diálogo con Jesucristo, con la Oración de acogida, expresamente con El. Hablar con Él como un amigo habla con otro amigo, haciendo mentalmente un paseo con Él por los caminos de la vida, solucionando las dificultades y preparándose para el regreso a casa con la pregunta ¿Qué haría Jesús en mi lugar?. Unos cincuenta (50) minutos.

8. Un ejercicio intensivo de abandono: sanar de nuevo las heridas, aceptar tanta cosa rechazada, perdonarse y perdonar, consolidar y robustecer la paz... Unos veinte (20) minutos.

9. Práctica intensiva de Orar con la naturaleza. Unos sesenta (60)
minutos

No te pongas eufórico en las consolaciones, ni deprimido en las arideces. El criterio más seguro de presencia divina es la paz. Si tienes paz, aún en plena aridez, Dios está contigo. Y recuerda: ¿Cuántos Desiertos hacía Jesús?.


Orar con la Naturaleza

Si el alumno está al aire libre, frente a un bello paisaje, uno de los ejercicios orantes más hermosos que pueda hacer en el día de Desierto es orar con toda la creación.

Comience con la Lectura Rezada del Salmo 104. En el espíritu de este Salmo empiece a contemplar, mirar, admirar cuanto alcanzan sus ojos.

Vaya admirando, emocionado, todas y cada una de las criaturas que desfilan por el Salmo: nubes, vientos, cumbres nevadas, cascadas, ríos, valles, fuentes, pájaros, nidos, arroyos, quebradas frescas, plantas, mariposas, flores, trigales, olivos, viñedos, árboles seculares, briznas minúsculas, sol, luna, luz, sombras.. .

Por cada criatura contemplada y admirada, decir: “Dios mío, qué grande eres” (v. 1).

De vez en cuando repetirá el versículo 24: “Cuán inmensas son tus obras, Dios mío. Todas las has hecho con sabiduría. La tierra está llena de tus criaturas” (v. 24).

Escuchar, absorber y sumergirse en la armonía de la creación entera. Quedarse concentrado y receptivamente atento a cada una de las voces del mundo: los mil insectos que gritan su alegría de vivir; los variados cantos de tantas aves; el rumor del viento o del río; grillos, ranas, gallos, perros, todos los seres vivientes que expresan la alegría de vivir y, a su manera, aclaman y cantan, agradecidos, al Señor. A nombre de ellos, y con ellos, decir: “Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor”.

Provocar en mí una sensación de fraternidad universal; sentir, en Dios, a cada criatura como hermana; sentir que, en Dios, soy una unidad con todo lo que ven mis ojos; sumergirme vitalmente en la gran familia de la creación, sentirme participando gozosamente de la palpitación de todas las criaturas, sintiendo la dicha de vivir que, sin conciencia de ello, experimentan todas ellas, como nadando yo en el mar de la vida universal y vibrando con la ternura del mundo.

Pedirles perdón por el avasallamiento al que son sometidas de parte del hombre; por tantos atropellos y crueldades que cometen con ellas., Sentir y expresar gratitud por tantos beneficios que las criaturas aportan para la felicidad del nombre.

Establecer un entrañable diálogo con una criatura concreta: una flor, un árbol, una piedra, el agua de un arroyo. Hacerle preguntas por su origen, su historia, su salud, escuchándole atentamente. En una entrañable comunicación, contarle mi propia historia. Admirar y darle gracias por su gallardía, perfume, contribución a la armonía del mundo. Entrar en un clima fraterno con esa criatura.

Durante esta larga oración con la naturaleza, intercalar frecuentemente los versículos 1, 24, 31, 33 del Salmo 104 (teniéndolo siempre abierto en las manos), y también el Salmo 8 y, sobre todo el primer estribillo: “Señor, Dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra” (v. 10)

SALMO 104

(1) Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
(2) y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo
(3) y construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento.
(4) Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros.
(5) Afirmaste la tierra sobre sus cimientos: ¡no se moverá jamás!
(6) El océano la cubría como un manto, las aguas tapaban las montañas;
(7) pero tú las amenazaste y huyeron, escaparon ante el fragor del trueno.
(8) Subieron a las montañas, bajaron por los valles, hasta el lugar que les habías señalado:
(9) les fijaste un límite que no pasarán, ya no volverán a cubrir la tierra.
(10) Haces brotar fuentes en los valles, y corren sus aguas por las quebradas.
(11) Allí beben los animales del campo, los asnos salvajes apagan su sed.
(12) Las aves del cielo habitan junto a ellas y hacen oír su canto entre las ramas.
(13) Desde lo alto riegas las montañas, y la tierra se sacia con el fruto de tus obras.
(14) Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva, para sacar de la tierra el pan
(15) y el vino que alegra el corazón del hombre, para que él haga brillar su rostro con el aceite y el pan reconforte su corazón.
(16) Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó;
(17) allí ponen su nido los pájaros, la cigüeña tiene su casa en los abetos;
(18) los altos peñascos son para las cabras, y en las rocas se refugian los erizos.
(19) Hiciste la luna para medir el tiempo, señalaste el sol el momento de su ocaso;
(20) mandas la oscuridad, y cae la noche: entonces rondan las fieras de la selva
(21) y los cachorros rugen por la presa, pidiendo a Dios su alimento.
(22) Haces brillar el sol y se retiran, van a echarse en sus guardias:
(23) entonces sale el hombre a trabajar, a cumplir su jornada hasta la tarde.
(24) ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas!
(25) Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños.
(26) Por él transitan las naves, y ese Leviatán que tú formaste para jugar con él
(27) Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo:
(28) se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados.
(29) Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
(30) Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra.
(31) ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!
(32) El mira, y la tierra se estremece; toca las montañas, y echan humo.
(33) Cantaré al Señor toda mi vida; mientras yo exista, celebraré a mi Dios:
(34) que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor.
(35) Que los pecadores desaparezcan de la tierra y los malvados ya no existan más.
¡Bendice al Señor, alma mía!
¡Aleluya!


SALMO 8

(1) Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. Salmo de David.
(2) ¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
(3) con la alabanza de los niños y de los más pequeños, erigiste una fortaleza contra tus adversarios para reprimir al enemigo y al rebelde.
(4) Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y la estrellas que has creado:
(5) ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?
(6) Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor;
(7) le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies:
(8) todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes;
(9) las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las aguas.
(10) ¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!


Canto 29  del Libro: Cantoral del Tallerista
LA MONTAÑA

Voy a seguir
una luz en lo alto, voy a oír
una voz que me llama, voy a subir
la montaña y estar
aún más cerca de Dios y rezar.

Voy a gritar
y este mundo me oirá y me seguirá
todo este camino, y ayudará
a mostrar cómo es
este grito de amor y de fe.

Voy a pedir
que las estrellas no paren de brillar,
que los niños no dejen de sonreír,
que los hombres jamás
se olviden de agradecer.

Por eso digo:
Te agradezco, Señor, un día más,
te agradezco, Señor, que puedo ver.
¿Qué sería de mí
sin la fe que yo tengo en ti?

Por más que sufra,
te agradezco, Señor, también si lloro
te agradezco, Se˜õr, por entender
que todo eso me enseña
el camino que lleva a ti.

Una vez más,
te agradezco, Señor, por otro día más,
te agradezco, Señor, que el sol nació,
te agradezco, Señor,
nuevamente agradezco, Señor.

Por eso digo:
Te agradezco, Señor, por las estrellas,
te agradezco, Señor, por la sonrisa,
te agradezco, Señor,
nuevamente agradezco, Señor.

Una vez más,
te agradezco, Señor, un nuevo día,
te agradezco, Señor por la esperanza,
te agradezco, Señor,
nuevamente agradezco, Señor.

Por eso digo:
Te agradezco, Señor, por la sonrisa,
te agradezco, Señor por el perdón,
te agradezco, Señor,
nuevamente agradezco, Señor.

Una vez más,
te agradezco, Señor, por la esperanza,
te agradezco, Señor, por todo eso,
te agradezco, Señor,
nuevamente agradezco, Señor.


Oración 63 del Libro Encuentro: Manual de Oración
ALABANZA A DIOS

Tú eres Santo, Señor Dios único, 
que haces maravillas.
Tú eres fuerte, Tú eres grande,
Tú eres Altísimo.
Tú eres el Bien, todo Bien, Sumo Bien,
Señor Dios, vivo y verdadero.
Tú eres caridad y amor, Tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, Tú eres paciencia,
Tú eres seguridad.
Tú eres quietud, Tú eres solaz,
Tu eres alegría.
Tú eres hermosura, Tú eres mansedumbre.
Tú eres nuestro protector, 
guardián y defensor.
Tú eres nuestra fortaleza y esperanza.
Tú eres nuestra dulcedumbre.
Tú eres nuestra vida eterna, 
grande y admirable, Señor.


Oración Final
GLORIA A DIOS EN EL CIELO

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.

Señor Dios, cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre

Amén.


Bendición (Números 6, 24- 26):

El Señor nos bendiga y nos guarde
Ilumine su rostro sobre nosotros,
Y se apiade de nosotros.
Nos muestre su rostro y nos conceda la Paz.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.



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