jueves, 16 de febrero de 2017

CONCENTRACIÓN

La mayoría de la gente es incapaz de mantener la concentración en una sola cosa, sea una idea, una objeto de la naturaleza como una flor, por ejemplo, o una melodía cualquiera por agradable que suene al oido, porque un torrente de confusos recuerdos, imágenes y sentimientos se cruzan por la mente en el más completo desorden y como resultado; obtienen una inmensa fatiga, "me bulle la cabeza", se quejan los nerviosos. 
La esencia de la concentración consiste entonces, en hacer únicamente lo que estamos haciendo, en estar atento y enfocados tan sólo en lo que estoy, en lo que hago, en lo que pienso, en lo que digo.

Ejercicios de concentración para serenarse

1. Un paseo por mis señoríos. 

Puedes hacer este ejercicio con los ojos cerrados o semicerrados. Como siempre, la regla de oro es suprimir en todo momento la actividad mental y dedicarte, simplemente, a percibir. 

Concéntrate en tus pies sin mirarlos, contémplalos imaginativamente durante un minuto como si los estuvieses televisando (la forma, el color, el tamaño, …). Pasa después la atención a tus manos sin mirarlas, contémplalas sensorial y detenidamente durante un minuto en todos sus detalles. Luego, concéntrate dedo por dedo, imaginándolos, sensiblemente, uno por uno, entre cinco y diez segundos cada vez. 

Justo después, durante un minuto, fija tu atención en la nariz y percibe cómo el aire que sale de los pulmones es más caliente que el que entra. Retira de ahí tu atención y condúcela ahora a los pulmones. Quieto, tranquilo y concentrado siente, durante tres (3) minutos, el movimiento pulmonar. No pienses, no fuerces ni imagines, simplemente siéntelo, síguelo como si fueras un observador de ti mismo, como quien observa la corriente de un arroyo. 

Pon ahora la atención a lo largo y ancho de tu organismo. Con suma tranquilidad, con la máxima quietud y concentración quédate alerta a ver en qué parte de tu cuerpo sientes los golpes cardíacos, las pulsaciones y allí donde los sientas, quédate absorto escuchándolos. Sólo siente, no pienses en nada durante dos (2) minutos. 

2. Para eliminar el dolor 

Podemos eliminar todos los dolores neurálgicos y atenuar los orgánicos. Sentado y sereno, después de relajarte, avanza hacia tu interior y detecta algún punto donde sientas alguna molestia. 

Concéntrate en ese punto con la máxima tranquilidad. Con gran cariño transmite a esa zona una orden diciendo: "sosiégate", "descansa", "duerme". Es conveniente que sea una sola palabra. Absorto, repite mentalmente la palabra seleccionada y dirigida a ese punto durante algunos quince (15) minutos, con la mayor ternura, como lo hace una madre con su hijo pequeño, muy concentrado, muy relajado, y es probable que el dolor se diluya completamente. 

3. Estar presente 

La esencia de este ejercicio consiste en que no sólo mi voluntad genera el movimiento sino que la conciencia lo acompaña. Despacio, tranquilo, concentrado, haz los siguientes movimientos, acompañando cada uno de ellos con tu atención: doblar un dedo, luego otro, luego otro, mover el brazo, flexionar el antebrazo...; levántate, toma un objeto, llévalo a otro lugar, vuelve a sentarte siguiendo cada movimiento con tu conciencia sensorial. 

Al cerrar una puerta, abrir un grifo, tomar una cuchara, beber un vaso de agua, levantar algo caído..., debes tener la conciencia explícita de que tú estás presente en cada acto, de que son acciones tuyas. Camina lentamente unos pasos tomando conciencia sensorial de todos los detalles: el suelo, el movimiento de los brazos, el ritmo de los pies... 

Durante unos minutos dedícate a detener tu conciencia sobre cada cosa que ven tus ojos: una golondrina, un geranio, un macetero, un automóvil, una cortina, un lápiz, un papel... Detente en cada objeto llamándolo por su nombre. Haz otro tanto con el oído. Cada ruido que oigas identifícalo mentalmente con su nombre. Tienes un objeto delante de tus ojos, míralo bien y graba sus detalles. 


Con los ojos cerrados imagina que estás en una carretera recta y solitaria. A lo lejos aparece un automóvil, se acerca, pasa por delante, se pierde en la lejanía y desaparece. Toma con las manos un libro, un cenicero. Déjalos después en su lugar y, enseguida, imagina que todavía tienes el objeto en las manos, sintiendo su peso, forma y temperatura.


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