miércoles, 21 de diciembre de 2016

SENCILLEZ


Diciembre 21

Meditación del Sexto día de la novena de navidad para valorar la SENCILLEZ.

El pobre cree y actúa según su fe, puesto que para el pobre, la esperanza está en el Señor. Muchas veces nos llenamos de tantas cosas que dejamos de ser pobres y comenzamos a ser ricos en ideas vanas, cosas materiales, poderes de autoridad, etc., en cambio, el pobre no da muchas vueltas y se pone rápidamente en el camino del Señor, practicando todo según lo que le ha dicho el ángel, y no se queda con su fe, sino que la comparte con los demás.


Misericordiosos y sensibles como Jesús que se entregó a los abandonados con todo lo que Él era: su pensamiento, su oración, su trabajo, su palabra, su cansancio, su mano, su saliva, la franja de su vestido y pone las obras de misericordia como el programa de examen final para el ingreso al paraíso. Con gran sensibilidad se identifica con todos los necesitados de todos los tiempos porque cuando socorrieron a los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, presos, así mismo, conmigo lo hicieron.

Seamos pues, mansos, humildes y pacientes como Jesús que inspira infinita paz, inmensurable tranquilidad, montañas de ternura, horizontes de serenidad e inagotable dominio de si, aún cuando lo atacaban, apretaban, asediaban, torturaban y a cambio ofrece todo premio a los mansos, a todos aquellos que sufren con paciencia la persecución y la opresión.

Sencillez significa sinceridad que es la virtud de las personas nobles, fue el adorno de María de Nazaret tal como ella misma lo proclama en su canto de Magníficat. "Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha mirado la humildad de su esclava"

Hay dos partes importantes en nuestra fe: “oír” y “ver”. Necesitamos escuchar el evangelio, creerlo y luego ir corriendo a ver, a vivirlo, a tener la experiencia de abandonarnos en los brazos del Padre. Así, tendremos razones para alabar y glorificar a Dios, de lo contrario, nuestras alabanzas serán vacías, sin una base sólida, concreta y real de la propia vida.

Por ejemplo, no ser indiferente, abrir nuestro corazón para pensar por un instante en medio de nuestras actividades cotidianas, reconocer  e identificar cuáles son los rostros sufridos de Cristo (ancianos discapacitados y moribundos abandonados en las calles que viven en estructuras destruidas o debajo de los puentes, personas adictas a las drogas y toda clase de alucinógenos, mujeres marginadas y esclavizadas a los dejadeces de mentes perturbadas, niños huérfanos, abusados físicamente por personas mayores, y enfermos de la calle, etc.), y acercarme a darles la mano para saludarlos para escuchar su agónico quejido, hablar con ellos para saber de sus necesidades y poder hacer algo por ellos, porque, la indiferencia humilla, destruye.

Recuerdo cuando el Papa Francisco dijo:

“Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio.
Que nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad.
Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”.

Navidad es una buena época para desterrar el orgullo y tomar conciencia de tantos males que acarrea la soberbia. Ninguna virtud nos acerca tanto a los demás como la sencillez y ningún defecto nos aleja tanto como la arrogancia. El amor sólo reina en los corazones humildes, capaces de reconocer sus limitaciones y de perdonar su altivez, porque es gracias a la humildad que actuamos con delicadeza, sin creernos más que nadie, imitando la sencillez de un Dios que “se despojó de sí mismo y tomó la condición de siervo” (Filipenses 2, 6–11).

¿Creo con un corazón pobre o estoy lleno de tantas cosas vanas, que no me permiten creer y mi fe, está divorciada de mi vida?


Ábranse los cielos y llueva de lo alto
bienhechor roció como riego santo!
¡ven hermoso Niño!, ¡ven Dios humanado!
luce, hermosa estrella, brota flor del campo!
¡ven a nuestras almas!, ¡ven no tardes tanto!