miércoles, 21 de diciembre de 2016
ESPERANZA Y AMOR
Diciembre 24
Meditación del Noveno día de la novena de navidad para avivar la ESPERANZA y el AMOR.
Ha llegado la medianoche, y vemos dentro del pesebre, al divino Niño esperado, vaticinado, deseado con inefable anhelo. A sus pies se postra su Santísima Madre, José también se acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres. La multitud de ángeles que desciende de los cielos, dejan estallar su alegría y hacen vibrar en los aires las armonías musicales del “Gloria in Excelsis” que es el eco de la adoración que se produce en torno del Altísimo.
Ante el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, no se puede hacer más que callar y contemplar con humildad este evento para dejar que Él nos hable en nuestro corazón.
Navidad eres tú, cuando decides dejar entrar a Dios en tu alma, cada día.
El árbol de Navidad eres tú, cuando resistes a las dificultades de la vida.
Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan la vida.
Una fe viva, un amor sin límites y una esperanza firme son el incienso, el oro y la mirra que nos dan ánimo para vivir y coraje para no decaer.
Aceptamos a Jesús cuando damos a los demás respuestas llenas de comprensión, bondad y acogida, al recordar como Jesús supo devolver bien por mal, como supo guardar silencio delante de los acusadores, como trato al traidor, como miro a Pedro, como perdono 70 veces 7, como fue compasivo con toda la fragilidad humana. La cuestión es una sola, que Jesús esté vivo y alerta en mi conciencia y lo que hace que Jesús esté vivo en mi conciencia, es la oración.
Respetarnos unos a otros en el silencio interior en primer lugar, consiste en respetar al otro callando en la intimidad, no pensar mal, no sentir mal, transmitiendo a este hermano que está junto a mi, la veneración que siento por Jesús. Y en el silencio exterior en segundo lugar, cuando al enterarme de la incorrección de un hermano, mi primera y concreta manera de amarlo, consistirá en echar siete (7) llaves al “tal secreto” y que el día que baje yo a la sepultura lo haga con el secreto archivado, porque el mejor billete de entrada al paraíso, no es un ramillete de rosas, sino un ramillete de secretos, porque en el paraíso, solo entran los que amaron y los que callaron, amaron.
Perdonarse, comprenderse porque el resentimiento solo destruye al resentido y en cambio, perdonar beneficia al que perdona y además por simple interés, por la salud mental y equilibrio emocional, deberíamos estar perdonando insensantemente.
Comunicarse, acogerse: “Yo se que tu estas conmigo”, “Yo siento que fulano no está conmigo”. Así pues, por un lado abrirse mas bien se trata de una revelación interpersonal, un abrir al otro las puertas de la intimidad. Por el otro lado, acoger quiere decir, Yo hago un lugar dentro de mi para que lo ocupe el otro, naciendo la confianza y el gozo fraterno que es aquella atmósfera cálida como un hogar; ya que no hay otra cosa “mas hermosa que ver a los hermanos vivir unidos bajo el mismo techo”. Este es también el sueño dorado de Jesús.
Ser cariñosos no significa hacer caricias, significa conducirse con un corazón afectuoso en el trato a los demás, significa ser amables y bondadosos tanto en los sentimientos como en las actitudes con todos aquellos que están a nuestro lado, como una sonrisa, una mirada, una palmadita en el hombro, un saludo cordial, una simple pregunta ¿Cómo te sientes hoy?, ¿Cómo va tu salud?, rezo por ti, cuenta conmigo, no lo ha hecho feliz pero le ha entregado una copa de felicidad.
La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
Si encendemos la llama de la esperanza y el fuego del amor, su luz radiante brillará en el nuevo año después de que se apaguen las luces de la Navidad.
¡Ve ante mis ojos de ti enamorados
bese ya tus plantas! bese ya tus manos!
prosternado en tierra te tiendo los brazos
y aun más que mis frases te dice mi llanto!
ven Salvador nuestro, por quien suspiramos,
¡ven a nuestras almas!, ¡ven no tardes tanto!