miércoles, 21 de diciembre de 2016
GENEROSIDAD
Diciembre 22
Meditación del Séptimo día de la novena de navidad para crecer en GENEROSIDAD.
En el lenguaje cotidiano, cuando a alguien se le compara con un ángel es porque ha hecho el bien a otro, y refleja en su vida el amor de Dios. La generosidad es la capacidad de dar con desinterés y no se trata de cosas materiales, es la virtud en la cual, el amor le gana la carrera al egoísmo, es en la entrega generosa de nosotros mismos donde se muestra la profundidad de un amor que no se agota en las palabras.
Los ángeles van a anunciar a los más pobres la buena noticia del nacimiento de Jesús; son portadores de alegría y le muestran el camino a los demás para encontrar esta alegría.
Lo mismo ocurrió cuando la Anunciación: "Al sexto mes fue enviado por Dios el Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús”.
El coro celestial invita a glorificar a Dios con la paz, y esta no es una invitación particular para unos pocos, sino a todos los hombres porque el Señor nos ama.
Señor, enséñame a ser generoso, a dar sin calcular, a devolver bien por mal, a servir sin esperar recompensa, a acercarme al que menos me agrada, a hacer el bien al que nada puede retribuirme, a amar siempre gratuitamente, a trabajar sin preocuparme del reposo, a no tener otra cosa que dar lo que tengo, a donarme en todo y cada vez más a aquel que necesita de mí, esperando sólo de Ti la recompensa o mejor aún, esperando que Tú Mismo seas mi recompensa.
“Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad”. Y eso es lo que celebramos en la Navidad: el gesto de un Dios que se da a sí mismo. Lo destaca San Pablo: “espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza”. Es un pasaje bíblico en que el apóstol invita a los Corintios a compartir sus bienes con los necesitados. (Segunda carta a los Corintios 8, 7–15).
Sabemos amar cuando sabemos compartir, sabemos amar cuando damos lo mejor de nosotros mismos en lugar de dar sólo cosas materiales. Tomemos pues, ahora mismo la mejor decisión: dar cariño, afecto, ternura y perdón; dar tiempo, dar alegría y esperanza, porque son los aguinaldos y regalos que más valen y no cuestan dinero. Demos amor, pero no interpretado como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego físico, resultante y productor de una serie de actitudes, emociones y experiencias entre los seres humanos, sino como la virtud de dar y así decía San Juan de la Cruz: “donde no hay amor pon amor, y sacarás amor”.
Pensar entonces en alguna persona abandonada, enferma o privado de la libertad (familiar, amigo, conocido, vecino) y visitarlo en estos días, o por lo menos acercarme a su familia para ofrecer y compartir alguna ayuda, y orar por él.
¿Soy capaz de reconocer las cualidades de aquellas personas que me rodean?
¿Nos enseñará la humildad del Niño Jesús a amar esa hermosa virtud?.
Ven que ya Maria previene sus brazos
de su Niño vean en tiempo cercano!
¡ven que ya José con anhelo sacro
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡ven a nuestras almas!, ¡ven no tardes tanto!