miércoles, 21 de diciembre de 2016
RESPETO
Diciembre 18
Meditación del Tercer día de la novena de navidad dedicado al RESPETO.
El Espíritu Santo formó el cuerpo del Niño Jesús con tal delicadeza y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros; con una capacidad de sentir, que pudiese sufrir el exceso para cumplir la gran obra de nuestra redención; y con la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de la encarnación, se lavan todas las manchas del mundo culpable.
Pidámosle que lave nuestra mancha en el sacramento de la penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual. El secreto está en saber permanecer con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar “acogiendo” la paz, la vida, el amor, el perdón... que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser.
Recordemos que en la primera parte del sermón de la montaña se nos habla de la pobreza, de espíritu, de la humildad de corazón, de la paciencia, de la mansedumbre del perdón, lo que quiere decir, que las exigencias egoístas han sido negadas y las energías egoístas una vez liberadas quedan disponibles al servicio del amor, por eso en la segunda parte del sermón de la montaña se nos habla de hacer el bien a los que nos hacen el mal, perdonar a los que nos ofenden, corregir al hermano, hacer el bien sin buscar la gratitud o la recompensa, amar universalmente y no solo a los que nos aman, en suma, en la primera parte del sermón de la montaña se trata de la humildad y en la segunda parte del amor, de la humildad al amor, he ahí el resumen del sermón de la montaña: “libres para amar”.
Respetar también es ser tolerante con quien no piensa igual que uno, con quien no comparte mis gustos o intereses, con quien es diferente o ha decidido diferenciarse. El respeto a la diversidad de ideas, opiniones y maneras de ser es un valor supremo en las sociedades modernas que aspiran a ser justas y a garantizar una sana convivencia. Gracias al respeto valoramos la gran dignidad de toda persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios, aunque esa persona esté equivocada.
El respeto es fuente de armonía porque nos anima a valorar las diferencias, como lo hace un pintor con los colores o un músico con las notas o ritmos. Un amor respetuoso nos impide juzgar a los demás, manipularlos o querer moldearlos a nuestro tamaño.
Siempre que pienso en el respeto veo a Jesús conversando amablemente con la mujer samaritana, tal como lo narra San Juan en el capítulo 4 de su evangelio, porque es un diálogo sin reproches, sin condenas y en el que brilla la luz de una delicada tolerancia. Jesús no aprueba que la mujer no conviva con su marido, pero en lugar de juzgarla la felicita por su sinceridad y actúa como buen pastor, además nos enseña a ser respetuosos si de verdad queremos entendernos con los demás.
¿Valoro la naturaleza y la respeto como parte de la creación?
¿Tengo conciencia de la misión, y cómo vivo mi misión?
¡Oh raíz sagrada de José que en lo alto
presentas al orbe tu fragante nardo!,
¡dulcísimo Niño que has sido llamado
“lirio de los valles, bella flor del campo!”
¡ven a nuestras almas!, ¡ven no tardes tanto!