Al ver que Yolanda (la hija menor de la mujer del vampiro) caminaba sola sobre el puente, ellos podían hacer contacto en el camino de regreso al pueblo, Carlos como es una persona temperamentalmente emotivo por naturaleza, agita ambos manos para saludar a Yolanda que desde la distancia entiende la señal y corresponde de la misma manera.
Mientras tanto Francisco, definido por sus amigos, como un joven tímido y de pocas palabras para las mujeres, prefiere seguir contemplando el bello paisaje natural que ofrece la rivera del rio con sus colores vivos iluminados por el atardecer.
El encuentro de
los muchachos fue lleno de alborotados saludos y abrazos, acompañados de gritos
y silbidos que a todo momento Carlos emitía con su boca, llamando la atención
de todos los transeúntes desprevenidos que iniciaban el cruce del puente.
Después de la corta presentación, Carlos se ofrece acompañarla hasta su casa
para llevar las bolsas con la pertenencias de Yola y así, evitar la fatiga de
ella, porque con su galantería y palabras emotivas, hacia que ella, levantara
lo mas alto posible su cabeza bien erguida y disminuía su rítmico caminar con
un movimiento suave como las palmeras cuando las mueve la brisa. Como si
trataran de llevar la cuenta de cada paso que dan, los tres muchachos caminan
plácidamente sobre la calle por el carril izquierdo totalmente despreocupados
por el trafico de vehículos, ya que ubicaron a “Yola” en el centro y con cada
avance, las miradas de los hombres que pasan, buscan la figura esbelta y
curvilínea de la joven para ofrecer cortos piropos en reconocimiento a su
belleza, a lo cual, “Yola” muestra una sonrisa de agrado y contonea con mas
fuerza su cuerpo.
Al llegar a la
zona central del pueblo, Francisco menciona que debe hacer una diligencia
personal en las afueras, más exactamente debe realizar una visita al hogar de
ancianos y por tanto los abandona, lo cual, es bien visto por Carlos, que
aprueba con un guiño de ojo, la reservada estrategia y acto cómplice de Cupido,
para dejarlos solos y poder ellos tener la oportunidad de entablar una
conversación con mayor intimidad, como lo venia pensando mentalmente “Caliche”.
Sonrisas van y vienen entre cada comentario que Carlos hace, quien se destaca
por ser muy elocuente, debido a su dedicada costumbre de leer libros de
literatura de reconocidos escritores y poetas, que le han permitido acumular un
gran caudal de conocimientos y también porque es heredero de un reconocido
comerciante paisa muy audaz y ágil en el campo de las ventas, que por su rápido
hablar, mas bien parece “culebrero callejero”.
Carlos aprovecha
el calor insoportable que hace a estas horas de la tarde, para invitar en forma
muy disimulada a tomar un refresco y escuchar música en una de las tabernas
cercanas y a la vez, tomar un merecido descanso después de la pesada carga que
ha transportado durante la caminata; a lo cual, “Yola” en forma abierta y sin
dudarlo acepta y elije el lugar donde ir, porque es el lugar donde a ella la
complacen con la música de su preferencia. Entre disco y disco, los
sentimientos se ponen a flor de piel cuando escuchan la letra de cada uno de
ellos y llegan mensajes que involucran el querer y el deseo entre una pareja de
jóvenes, haciendo que el acercamiento físico sea cada minuto que pasa, mas
cercano y tan cercano que desde la distancia, solo se puede apreciar la imagen
de la pareja, fundida en una sola persona.
Carlos recordó
una reflexión sobre el amor verdadero entre dos personas adultas mayores que
había leído en un libro, y quería compartirla con “Yola”, comentando que todo
sucedió en una mañana, como a las 8:30 a.m., cuando un abuelito de 80 años de
edad, llegó al hospital para que le sacaran los puntos de sutura que tenia en
su mano derecha, mas exactamente en el dedo pulgar. El abuelo con voz temblorosa
pero con tono sonoro, dijo a la señorita que estaba en la cabina de recepción,
que necesitaba que lo atendieran lo mas pronto posible porque estaba apurado,
ya que tenía una cita a las 9:00 a.m., a lo cual, ella se dispuso a realizar el
procedimiento de comprobar sus signos vitales y le pidieron que tomara asiento,
sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera
atenderlo.
El médico de
turno, lo vio mirando insistentemente el reloj y decidió, ya que no estaba
ocupado en esos momentos con otro paciente, examinar su herida y comprobar que
estaba curado, entonces le pidió a una de las enfermeras auxiliares, algunos
elementos para quitarle las suturas y curar su herida. Mientras le realizaba
las curaciones, le pregunto si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya
que lo veía tan apurado, y el abuelo dijo que no era con un médico, que
necesitaba ir al centro geriátrico para desayunar junto con su esposa, como lo
venia haciendo desde hace algunos años.
Tratando de hacer
las cosas mas llevaderas, la curiosidad del médico aumentaba con las respuestas
tan precisas que el adulto le daba y entonces pregunto sobre la salud de su
esposa y el adulto respondió: “ella hace mucho tiempo esta recluida en el
centro geriátrico ya que padece de Alzheimer y desde aproximadamente cinco años
no sabe quien soy, ni puede reconocerme.”
Las respuestas
sorprendían al médico cada vez mas, y entonces le pregunto: ¿Y usted viene cada
mañana a visitarla, aún cuando ella no sabe quien es usted?. Su arrugada piel
se tenso por un momento y en su cara se dibujo una expresión de alegría al
sonreír, acarició la mano del médico, y en voz baja con algunas pausas, le
dijo: “Ella no sabe quien soy, pero Yo si sé quién es ella.” Con las palabras
del abuelo la piel del médico se erizó, quien contuvo las lágrimas mientras él
se iba, y pensó: “ese es el tipo de amor que quiero en mi vida, porque el amor
verdadero no es físico.”
Carlos conocedor
de muchas técnicas para cautivar el interés de una persona, le dice a “Yola”
que sólo se podrá ser feliz cuando dos personas felices se unen para compartir
su felicidad, más no para hacer feliz una a la otra y aprovecha este momento de
atención, mirada fija en los labios como si ella estuviera leyendo en cada
movimiento de los labios las palabra y con un silencio profundo seguía
escuchando bien atenta la historia sobre el amor verdadero, para explicarle que
ese tipo de amor es la aceptación de todo lo que es, ha sido, será y no será,
porque la gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo; ellos sólo
hacen todo, lo mejor que pueden y la vida no se trata de cómo sobrevivir a una
tempestad, sino cómo bailar bajo la lluvia, sin pretender que otra persona nos
haga felices y llene todas nuestras expectativas, porque esto es una fantasía
que sólo trae frustraciones.
Aprovechando este momento de intensa
concentración, con un fondo musical apropiado para una historia de amor, Carlos
toma la mano de Yolanda y con un tímido abrazo logra obtener un beso (de mutuo
acuerdo) como sello de garantía para iniciar una relación, en donde no hubo
solicitud, ni aprobación al noviazgo, solo un bajo murmullo al oído: “Contigo
la paso bien porque para amar se necesita una humilde autosuficiencia,
autoestima y la práctica de una libertad responsable”.
En épocas pasadas Carlos había presentado un
trabajo literario sobre Cupido que había leído en una enciclopedia sobre
Humanidades y explica a Yolanda que Cupido (llamado también Amor en la poesía
latina) es, en la mitología Romana, el dios del deseo amoroso, según la versión
más difundida, es hijo de “Venus”, la diosa del amor, la belleza y la
fertilidad, y de “Marte”, el dios de la guerra. Se le representa generalmente
como un niño con alas, con los ojos vendados y armado de arco, flechas y
aljaba. Cupido nació en Chipre, como su madre, quien tuvo que esconderle en los
bosques y dejar que fuera amamantado por fieras que sólo con él eran piadosas.
Venus no osaba tenerle consigo, temiendo el rigor de Júpiter, quien, previendo
todo el mal que el niño haría al universo, pretendía fulminarlo al nacer. El destino,
sin embargo, permitió que Cupido se mantuviera a salvo. Se formó hermoso como
su madre, y audaz como su padre, e incapaz de ser guiado por la razón, a la
manera de sus selváticas nodrizas. En el bosque fabricó un arco con madera de
fresno, y flechas de ciprés. Tiempo después, Venus le regaló arco y flechas de
oro. Las flechas eran de dos especies: unas tenían punta de oro, para conceder
el amor, mientras que otras la tenían de plomo, para sembrar el olvido y la
ingratitud en los corazones. Además, se le concedió el poder de que ni los
hombres ni los dioses, ni su propia madre ni aún su propio pecho fuesen inmunes
a las heridas que produjeran sus flechas, como prueba el amor hacia Psique, al
que él mismo se vio sometido. La nereida Tetis, el día de sus bodas con Peleo,
obtuvo para Cupido el perdón de Júpiter, y la gracia de ser admitido entre los
dioses patricios.
Miguel de
Cervantes, en el Capítulo XX de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha,
pone estos versos descriptivos en boca de Cupido:
“Yo soy el dios poderoso
en el aire y en la tierra
y en el ancho mar undoso
y en cuanto el abismo encierra
en su báratro espantoso.
Nunca conocí qué es miedo;
todo cuanto quiero puedo,
aunque quiera lo imposible,
y en todo lo que es posible
mando, quito, pongo y vedo.”
Venus se preocupaba porque su hijo no
maduraba y no crecía, así que consultó con el Oráculo de Temis, que le dijo: “El
amor no puede crecer sin pasión.” Venus no entendió estas palabras hasta que
nació su otro hijo, Anteros, que es el dios del amor correspondido y la pasión,
o amor que corresponde al primero, y con el que Cupido no siempre está unido.
Por eso se representa a Cupido como un niño con alas, para indicar que el amor
suele pasar pronto, y con los ojos vendados para probar que el amor no ve el
mérito o demérito de la persona a quien se dirige, ni sus defectos, mientras se
fija en ella. Cuando Anteros y Cupido andaban unidos, éste se transformaba en
un joven hermoso, pero cuando se separaban volvía a ser un niño con los ojos
vendados, un amor “travieso y ciego”, como era representado.
El tiempo infalible transcurre ante el
impotente anhelo de alargarlo para seguir compartiendo gratos momentos de
idilio y poder conocer mejor a su propia media naranja, como lo había expresado
el sabio, porque ya ambos creían tener en frente a su media naranja. Se hace
tarde y “Yola” debe llegar a casa, donde sus parientes desconocen la causa por
la cual, ella se demora en llegar y para no crear sospechas, debe llegar sola.
TEMA SIGUIENTE: EL SILENCIO DEL AMOR