Desde muy temprano se sienten las altas temperaturas del clima y desde ya se escuchan varias iniciativas y propuestas de paseo en la tarde soleada propicia para disfrutar al aire libre el deporte, cinco de los muchachos acuerdan ir en bicicleta hasta el kilometro 10 de la carretera Occidental
donde esta ubicado un establecimiento público de diversión social muy frecuentado por las familias, con la condición que los dos últimos en llegar se encargan de cocinar cerca al rio un sancocho en leña, mientras que algunos se transportarían en carros particulares, otros viajan en bus, además las muchachas invitadas quieren aportan con otros alimentos al variado menú para pasar una tarde entretenidos.
Han llegado a la
orilla del rio calmado y sereno en el correr de las aguas, lugar acordado y bien
conocido por algunos, iniciando la búsqueda de abundante leña seca para acumular
al lado del improvisado fogón que construyeron con tres grandes piedras sobre
las cuales han colocado la olla con agua para hervirla inicialmente y matar
algunos gérmenes que contiene el agua del rio (tal como indica la costumbre).
Mientras tanto otros ayudan en la preparación del revuelto (pelado de papas y
plátanos), entregan las carnes que previamente han traído preparadas desde sus
casas y la limpieza del lugar, como era costumbre la buena música acompaña al
grupo para seguir las letras al compas del movimiento y se inicia la
repartición de bebidas para ayudar a mantener el organismo hidratado y alerta a
todo lo que pueda ocurrir.
Juan y sus dos
hermanas: Martha (la menor) y Marina (la mayor) van al rio para refrescasen en
las cálidas aguas, aprovechando que la gran mayoría de personas están dedicadas
a las labores de la cocina. Juan encuentra una rustica vara de pescar la cual
fue construida con una delgada varilla de guadua y se encuentra tirada en la
orilla del rio como si otra persona la hubiera olvidado. Sin pensarlo dos veces
se apresura en forma inmediata a la búsqueda de lombrices que viven cerca de la
orilla, ya que son tierras con fandangos y bastantes húmedas, encontrando su
anhelado premio para disponerse a pescar y con tan buena suerte que cada vez
que lanza el anzuelo, ahí mismo el pez lo pica quedando atrapado y así mismo lo
sigue haciendo hasta obtener una buena cantidad, lo cual le da alegría y con
grandes saltos los lleva apresurado al lugar de la improvisada cocina para que
los cocinen. Casi de forma inmediata, se dan cuenta que olvidaron traer sal y
condimentos para la comida y por esta razón el caldo no tiene sabor a nada,
teniendo dos opciones: la primera era consumirlo simple o la segunda opción ir
hasta una casa lejana que se veía en la distancia para obtener un poco de sal y
así mejorar el sabor de la comida. Martha se ofrece para ir hasta la casa
lejana caminando y solicitar un poco de sal, a lo cual, inesperadamente Ramón
deja de lado su labor de preparación y se alista a acompañarla para evitar que
corra algún riesgo.
En la distancia
se alcanzan a escuchar los gritos de alegría y entusiasmo que emitían Alejandro
y Francisco al ser los primeros en llegar al lugar como ganadores de la
competencia en bicicleta que ellos mismos se forjaron realizar y le daban animo
a Carlos quien debía hacer el almuerzo como parte del castigo por haber llegado
en ultimo lugar. Pero por fortuna de Carlos, Yolanda ha estado colaborando y
participando de todos los preparativos de la comida al igual que varios de sus
compañeros de paseo ya habían iniciado el almuerzo porque entendían el esfuerzo
físico que habían hecho y con el calor del fogón no estarían en condiciones de
prepararlo.
“Por fin llega la sal”, fue la expresión que
muchos alcanzaron a mencionar cuando vieron regresar a Martha y a Ramón, para
poder condimentar el caldo que rebullía en forma constante y a todo hervor, con
la agradable sorpresa que la señora de la casa, después de escuchar la historia
de los muchachos sobre su olvido les había regalado: arepas, aguacates,
mazorcas de maíz, cilantro y otras hierbas para sazonar, con lo cual se
aseguraba un buen resultado final para la comida, que estaba en su punto final
y lista para su consumo.
Mientras algunos
con balones de plástico, improvisan juegos para mantener la distracción, otros
bailan al son de la música dando paso a sus mejores estilos de baile y el resto
disfruta de las refrescantes aguas en repetidos saltos desde el tronco de un
viejo árbol caído sobre la orilla del rio, entonces Yolanda dedica toda su
atención a Carlos brindándole refrescos para mitigar la sed y con sus tiernas
manos da masajes de relajación en el cuello y espalda para una pronta
recuperación muscular. Es el momento del descanso y en el aire solo se escucha
un leve ruido producido por la brisa en su transitar por el área, ya que
algunos de los muchachos están durmiendo la siesta obligada después de comer y
para recuperar las fuerzas físicas desgastadas por todo el ajetreo del paseo y
así van pasando las horas hasta que deciden que es hora de regresar a casa.
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