Francisco mientras tanto llega al hogar de ancianos y aunque Carlos y Yolanda, inicialmente pensaron que el motivo de la visita era compartir y ayudar a algunos de los adultos mayores impedidos en sus actividades o necesidades básicas, la verdadera razón de la visita,
era poder hablar y acompañar a Isabel, que trabaja medio tiempo después de la jornada escolar como Recepcionista del lugar y desde hace un corto tiempo, han iniciado una amistad “oculta” a los ojos de sus amigos, porque no ha contado detalles.
Ha llevado
chocolatinas y algunos dulces que compró al vendedor ambulante que se encontró
camino al hogar, impresionando a Isabel con este sencillo detalle, que al fin y
al cabo, ella queda impresionada es cuando ve la corpulenta figura de
Francisco, pues él es un destacado jugador de futbol y con los entrenamientos
ha conseguido mejorar su capacidad muscular para dar una presencia solida a su
cuerpo, lo cual es una buena combinación al momento de abrir la puerta y
dirigirse al escritorio.
Con un saludo
tímido, Francisco inicia todo un complicado ritual debido a que es una persona
que no tiene mucha facilidad de expresión verbal cuando se trata de entablar
una comunicación personal con mujeres y la primera idea que se le ocurre es
repetir una estrofa de un poema que le había escuchado a Carlos en alguna de
las charlas y que a él, las palabras le habían parecido muy bonitas:
“Quererte para querer, respetarte
para respetar,
aceptarte para aceptar, ya
que nadie da lo que no tiene”.
Una sonrisa se
dibuja en el rostro de Isabel, al reconocer que este verso no tiene ritmo en su
lenguaje poético, aunque si tiene la buena intención de alagar a la mujer que
tiene en frente de sí y le pregunta: ¿De dónde sacó ese poema?.
Francisco
bastante apenado por la “metida de patas” al recitar, menciona que él no es muy
bueno en cosas de poetas, pero que lo hizo para impresionar y seguidamente se
estira en el mostrador para abrazarla y también se sonríe de sí mismo. Mientras
pasan los minutos, Isabel se apresura a colocar toda la papelería y documentos
en correspondencia pendientes para ser revisada al día siguiente, porque ya la
jornada de trabajo está próxima a concluir y además, quiere dedicar un poco de
atención a su amigo, el cual, en forma voluntaria y muy cortés, se ofrece a
acompañarla en el recorrido hasta la casa. Después de un buen rato de lento
caminar para que la corta distancia entre el hogar del anciano y la casa de
Isabel se convierta en una interminable línea, ella invita a Francisco a seguir
hasta la sala de la casa, para que conozca su familia y puedan entablar una
amistad con ellos, pues ella, en su mente está preparando el camino hacia el
futuro porque lo ha aceptado como el príncipe azul de sus sueños, el hombre que
cada mujer sueña tener a su lado para compartir sus días con mucho amor.
Isabel es la
tercera hija de una familia integrada por cinco hijos en total y ayuda a su
madre en las labores del hogar con el cuidado de sus dos hermanos menores en su
poco tiempo libre, ya que en las horas de la mañana estudia (obtiene buenas
notas) y en las horas de la tarde, trabaja medio tiempo en el hogar del anciano
para ayudar con el sostenimiento económico ante la carencia de suficientes
recursos económicos en el hogar, por lo cual, las dos hermanas mayores de
Isabel, tienen trabajos de tiempo completo y están dispuestas a sacar adelante
a sus hermanos menores para que sean “hombres de bien” en un futuro, ante la
ausencia de la figura paterna, quién abandonó la familia desde hace muchos años
atrás.
Francisco en
medio de la conversación familiar, propone a los dos hermanos adolescentes de
Isabel, que lo acompañen al campo de futbol para practicar y aprender a jugar
en las tardes que él va a los entrenamientos de la selección municipal de
futbol y así, pasarían las tardes libres después de haber realizado las tareas
del colegio. La invitación tuvo aceptación inmediata por parte de la madre, ya
que así, ella podía dedicar un poco de mas tiempo a las ocupaciones del hogar y
ellos estarían aprovechando el tiempo. La sonrisa de alegría en el rostro de
Isabel no se hizo esperar en respuesta a la buena relación que se estaba
generando entre Francisco y la familia en general, sino también porque le
agradó el gesto de llevar a sus hermanos al campo para entretenerlos y para
demostrar su agradecimiento, decidió lanzarle desde la distancia con su boca,
un beso en frente de todos, que ya entendían bien cuales eran las pretensiones
de la pareja de jóvenes iluminados por el sendero del amor y unidos por la
flecha de cupido.
TEMA SIGUIENTE: ENVEJECER ES AGRADECER A LA VIDA
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