viernes, 18 de septiembre de 2015

ENVEJECER ES AGRADECER A LA VIDA


En una mañana del día sábado un hombre “adulto mayor” impecablemente vestido de traje y sombrero, reconocido en el pueblo por todos sus amigos como Don José, una persona que cuida mucho su apariencia personal, entra al hogar del anciano con la firme intención de mudarse a dicho lugar,
ya que su esposa Doña Teresa recientemente falleció de causas naturales en el propio lecho de esposos y él decide dejar el lugar que por mas de 50 años fue su hogar para no caer en depresión, angustia y tristeza, al tener contacto directo con todas las cosas materiales que le traen gratos recuerdos.
      
Isabel la recepcionista del lugar le cuenta en forma amplia y clara toda la información sobre las condiciones de funcionamiento, regulaciones para todos los usuarios y servicios ofrecidos en el hogar de ancianos, a lo que Don José acepta y entonces es preguntado acerca de sus datos personales para llenar el formulario de solicitud de ingreso y espera varias horas en la sala de espera del hogar hasta que una funcionaria de la administración, revise, confirme y apruebe el ingreso. Ella aparece en frente de la sala de espera y anuncia gentilmente con una sonrisa que el cuarto está listo y sin esconder la alegría que le produce el anuncio, Don José lentamente y con cierta dificultad se levanta de la silla donde pacientemente esperó y camina usando su bastón al lado de la funcionaria, que describe las características y todos los componentes que incluyen su cuarto.
      
Me gusta mucho, dijo Don José con el entusiasmo y la espontaneidad de un niño de 8 años que ha recibido un nuevo juguete. Pero señor aún no ha visto su cuarto, espere un momento, que ya casi llegamos . . . manifestó la funcionaria del hogar de ancianos.
      
Eso no tiene nada que ver Señorita, contesta Don José, porque la felicidad yo la elijo por adelantado. Si me gusta o no me gusta el cuarto, no depende del mobiliario o la decoración, sino de cómo yo decido verlo y ya está decidido en mi mente que a mí me gusta ese cuarto, es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto. Mire Señorita, le voy a explicar algo . . . Yo puedo escoger pasar mi día en cama enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que ya no funcionan, o simplemente puedo levantarme y dar gracias a Dios por todas aquellas partes que todavía funcionan, porque cada día es un regalo y mientras yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día y todos los recuerdos felices que he construido durante mi vida.
      
Don José continuaba explicando mas detalles sobre la tercera edad y la compara con una cuenta bancaria, donde al final de los años, retira lo que depositó durante toda la vida. Aconsejando a la funcionaria del hogar de ancianos para que deposite toda la felicidad que tenga en “la cuenta bancaria de los recuerdos”. Y quiero aprovechar esta oportunidad, para darle gracias a Usted por llenar mi cuenta con recuerdos felices, la cual todavía sigo llenando y espero seguir haciéndolo por muchos años más.
      
Cuando llegan al final del pasillo y abren la puerta del cuarto, Don José inclina sus rodillas en el piso y empieza a rezar, dando gracias a Dios, por todos los beneficios concedidos, lo cual causa admiración y sorpresa en la funcionaria del hogar de ancianos, quien decide acompañarlo en sus oraciones y acogiéndolo en sus brazos, le da la bienvenida ofreciendo sus servicios para el bienestar dentro de las instalaciones en compañía de todos los inquilinos que poco a poco se van acercando para iniciar una amistad de contacto con su nuevo vecino.
      
Francisco antes de dirigirse al campo de futbol para su entrenamiento físico y preparación táctica con otros jugadores del equipo de la selección municipal, hace una parada en el hogar de ancianos, ve a Isabel para saludarla e invitarla para que el día siguiente en las horas de la tarde, acuda al campo de futbol y lo vea jugar en el encuentro deportivo contra la selección del municipio vecino. Por las estadísticas, se puede conocer no solo la rivalidad deportiva existente entre estas dos selecciones de futbol, sino también la concurrida asistencia de público que incluye las “barras acompañantes” muy reconocidas por los contagiosos cánticos que animan permanentemente al equipo. Isabel no duda en aceptar la invitación que le hizo Francisco, porque le gusta el deporte y porque el príncipe azul de sus sueños, es el jugador estrella en el equipo y sin falta estará allá apoyándolo.
      
Como todas las pertenencias personales básicas de Don José están afuera empacadas en cajas sobre una carreta en espera de ser recibidas, unánimemente deciden ayudar entre todas las personas (incluyendo a Francisco) que se encuentran en esos momentos en el hogar y en un minuto ingresaron todo hasta el cuarto, para que fueran organizadas en su correspondiente lugar.
      
Mientras pasa el tiempo a Francisco se le hace bastante prolongada la visita y es hora de despedirse porque llegará tarde a su entrenamiento, mientras que para Isabel, fueron solo unos cuantos minutos que tuvo cerca al hombre que la hace levitar. Con un prolongado beso, se sella la visita y la promesa de asistir al campo de futbol y desde la puerta principal del hogar de ancianos, Isabel sigue con la mirada, el apresurado trote de Francisco hasta perderse al doblar la esquina, sin haber volteado a mirarla.
      
Ya totalmente instalado Don José en el hogar, es invitado a pasar las horas de la tarde del día sábado, las cuales, son utilizadas para la recreación, para compartir las preferencias artísticas y culturales de cada uno de los miembros del hogar, en el gran salón social, adecuado con largas mesas y sillas.
      
Don Ulises, uno de los más osados abuelos levanta la mano pidiendo la oportunidad de participar y demostrar sus capacidades artísticas para declamar un hermoso verso sobre los años dorados, siendo aceptado por todos los espectadores, inicia diciendo:

       “Envejecer, es como pasar de la primera fila
       a la tercera: la tercera edad,
       es un movimiento estratégico
       al cabo de las décadas.
      
       Hay un momento en la vida
       en la que debemos regresar,
       volver donde todo empieza y termina,
       es regresar a la esencia de nuestras raíces:
       luz, energía, conciencia.
      
       Me cuesta encontrar los recuerdos,
       tendré que esperar a la vejez,
       hacia donde los recuerdos vuelven
       y se evocan las reflexiones.
      
       Donde serás tratado como un niño;
       aquella en la que volverás a ser niño,
       como un niño con sus manías acentuadas:
       travieso, imprudente, sincero, pero que no entiende,
       que se olvida, que no escucha,
       que se distrae, que se queja,
       que se entristece, que protesta,
       que pierde los modales, las formas y hasta las fuerzas.
      
       Como recién nacido
       que no puede valerse por si mismo,
       que necesita todo el cuidado
       y atención de sus seres queridos.
      
       Y sentado en la tercera fila,
       se recargan de recuerdos de cuando
       estuvieran al frente, en primera línea:
       disfrutando, luchando, viviendo a tope,
       forjando los cimientos de aquellos que vendrán.
      
       Envejecer es agradecer a la vida,
       por lo que realmente somos”.

Con un fuerte aplauso, todo el auditorio elogia las letras de este poema, porque ha llegado a sus corazones, porque la nostalgia de estos encuentros sociales, renueva positivamente los pensamientos, quizás porque admiran en Don Ulises su compañero declamador, la memoria para recordar esas frases o simplemente porque la facilidad de expresión y dominio del lenguaje corporal, lo hacen digno de tal admiración.
      
Motivado por la nostalgia, unos adultos señalan a otros, como una forma de inducirlo a participar y le recordaban que ya lo habían hecho en otras ocasiones, que querían volver a escuchar tal o cual canción, que buenos recuerdos traía a sus mentes, mientras tanto, otro adulto más se ofrece a contar una leyenda que dice:
      
Dos amigos viajaban por el desierto cuando en un determinado punto del viaje discutieron y uno le dio una bofetada al otro.  El otro ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
“HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA EN EL ROSTRO”.
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomo un punzón y escribió en una piedra:
“HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA”.
Intrigado, el amigo pregunto: Por que después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro amigo respondió: Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargaran de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo pueda borrarlo.
      
Explicó entonces que la moraleja de esta leyenda está centrada en que las cosas sin importancia tardan poco en desaparecer, pero las que dejan huellas, se recordaran para siempre. Y para terminar su presentación hace una venia con la cabeza en señal de agradecimiento a las personas que lo escuchan y aplauden sonoramente para motivar a otros a seguir participando y así sucesivamente, van cantando, declamando y contando cuentos y anécdotas de la vida, haciendo que el tiempo corra de prisa y la tarde transcurra entretenida y muy divertida.






CONTENIDO COMPLETO DEL ROMPECABEZAS