viernes, 18 de septiembre de 2015

PRIMER INTENTO


En la mañana del Lunes recibo una llamada telefónica con la esperada información sobre el paso de la frontera y las condiciones a las que debía someterme ya que el contacto se haría personalmente en el lobby del hotel en las horas de la tarde.
Puntual a la hora acordada llega un joven preguntado al recepcionista, pero ya estaba Yo esperándolo en la sala para entablar la negociación con la idea errónea de que seria un largo interrogatorio, a lo cual, menciono el precio y que seria un viaje expreso y de mucha atención, por recomendación directa de su jefe en el país del norte, detalles que no conocía y no me eran muy claros, tal vez por los nervios y las ansias de acabar con esa travesía, pero nada de eso ocurrió porque solo dijo: entrégueme ya su maleta y lo recojo hoy a las 9 de la noche”. Entre las dudas y la desconfianza que produce el entablar una negociación con un extraño, no dude y de forma inmediata entregue mi pequeña maleta con las pocas ropas que traía ya que sabia que debía usar algo ligero para el cruce de la frontera.

A las 8 pm baje hasta la recepción del hotel, para pagar los costos de alojamiento y esperar a que el joven guía llegara para iniciar el paso final de este sueño y no tardo mucho tiempo en estar parado junto a mi, dándome algunas instrucciones finales antes de salir del hotel y dirigirnos a la frontera en un punto donde al llegar, pude contar mas o menos unas doscientas personas formando grupos de 20 a 30 personas que recibían instrucciones de su guía y por mi mente se cruzó (por un momento) la idea de desvanecer porque pensaba que tanta gente junta seria un problema, no solo por el ruido que todos hacían sino también por la cantidad de niños y mujeres, entre ellas algunas de mayor edad y otras embarazadas. 

La situación es sencilla, dijo el guía, quien añadió que con paciencia las cosas saldrán bien, pues se refería a que debíamos esperar un tiempo prudente en silencio el paso de la patrulla fronteriza por este punto para poder ingresar por el hueco prefabricado en las laminas que forman el muro fronterizo y caminar rápidamente hasta perder nuestro rastro en la espesa y oscura arbolada para no ser detectado por los helicópteros. Pasaron los agentes de inmigración en varias camionetas inspeccionando el muro con potentes reflectores que iluminaban el lugar como si estuviéramos en las horas del medio día, sin observar a ninguna persona, ya que minutos antes, varios vigías compañeros de los guías, que estaban ubicados en lo alto de unos postes avisaron la llegada, a lo cual, todos nos escondimos debajo de pequeños arboles o simplemente se tiraban sobre la tierra unos junto a otros en completo silencio. A la orden de los guías cada grupo empezó a pasar por el espacio ya conocido y en unos pocos minutos el área estaba bastante desocupada.

Encomendado en las manos protectoras de Dios con una bendición y una mirada al cielo como señal de suplica, es nuestro momento me dijo el joven guía y con paso rápido empezamos a cruzar la zona boscosa dando alcance a varios grupos de migrantes que habían salido desde tempranas horas (primero que nosotros) dejándolos de lado, porque no podíamos estar cerca de ellos, no solo por razones de seguridad sino también porque entre los guías existe una rivalidad muy agresiva por el derecho a una ruta exclusiva, hasta que llegamos a un alto, donde observó con unos diminutos binoculares que pasaba alrededor. De ahora en adelante vamos a trotar (correr) durante cuatro horas aproximadamente, me explico y además añadió que si encontrábamos grupos en el camino, no diera ninguna información, ni hablara con nadie, como prevención a todas las situaciones de horror, tragedia y desgracia que observaría, a lo cual, acepte sin ningún cuestionamiento adicional. 

Va pasando el tiempo hora tras hora, todo transcurre según lo planeado y la luna con toda su intensidad ilumina el marcado camino que parece ser cómplice de nuestra aventura hasta que nos encontramos con un grupito de mujeres solas (una señora y tres jóvenes) que lloraban desconsoladas porque el “coyote” había violado a dos muchachas y a ella la había golpeado y robado todas sus pertenencias, además las habían abandonado en mitad del camino. De inmediato el joven guía les dijo que no podía hacer nada, que lo mas recomendable era que trataran de regresar para que no fueran apresadas por las autoridades y ante esta escena de frialdad y realidad social, sentía debilidad al derrumbar mis principios morales de no poder ayudar al necesitado y bajo la orientación del guía continuamos corriendo en los desnivelados caminos que trazaban nuestra ruta con el torturador recuerdo de esas suplicas de ayuda por parte de las mujeres.

El cansancio en mi cuerpo empieza a sentirse, el polvo de la destapada carretera se adhiere al sudor que recorre todo mi cuerpo causando incomodidad en mi piel con cada roce de las hojas de los arboles y plantaciones que tropezamos al pasar de un lado a otro, cuando de repente se escucha un ruido de motores. Debemos escondernos en completo silencio debajo de arboles que están al borde de un peñasco, colgados con nuestras manos de sus troncos con el riesgo de perder el equilibrio y rodar bruscamente por la ladera, sin saber donde parar porque la oscuridad no permite ver en la distancia, razón de mas, para sacar fuerzas de donde no tenemos para soportar estos momentos difíciles en el camino, mientras pasa la patrulla alumbrando con sus poderosas luces inspeccionando el área sin descubrir nada. Tomamos un segundo aire y mientras daba gracias a Dios por su ayuda divina de cubrirnos, sentimos que los motores de las patrullas se alejan, ya cuando nos disponíamos a salir del escondite temporal, escuchamos el relinchar de los caballos tan cerca, que con la habilidad de una culebra arrastramos nuestros cuerpos al mismo lugar y colgados de nuevo esperamos el paso de las autoridades sobre sus caballos. 

Ahora si era diferente, porque los caballos se acercaron demasiado y seguían relinchando como anunciando nuestra presencia, aunque ni ellos nos veían, ni nosotros tampoco a ellos, lo cual hacia mas complicada la situación. Para completar las cosas, de la nada y en cuestión de segundos se escucha un ruido ensordecedor en el aire, con un lámpara de luz que dejaba ver con claridad todo el área, haciendo que el fuerte viento producido por las aspas de la hélice moviera los arboles de un lado a otro de tal forma que parecía que los arrancara de sus raíces. Era el momento mas critico de este débil recorrido, por todas las cosas que transcurrían a nuestro alrededor y sin perder mi fe en Dios, mentalmente seguía orando y pidiendo al creador me concediera todas las fuerzas suficientes para resistir y una oportunidad para salir victorioso en este momento, cuando fui interrumpido por el sonido de un radio transmisor con el cual se estaban comunicando (en ingles) los agentes del helicóptero y los de la caballería para entregar el punto exacto de localización de los grupos de migrantes, que ya habían visto desde el aire, a lo cual, los agentes de la caballería se dirigen en sentido contrario mientras el helicóptero se queda sostenido en el aire alumbrando el lugar exacto donde estaban los otros grupos de personas. 

En estos momentos nos dimos cuenta que habían descubierto a las personas que estaban un poco mas delante de nosotros y aunque podíamos ver el helicóptero en su totalidad sostenido en el aire, este estaba en sentido contrario a nosotros, con lo cual, pudimos mejorar nuestra postura de escondido y asegurar de no caer en el abismo mientras pasaba todo, que vaya que fue eterno, yo diría que demoro mas tiempo de lo normal y un segundo mas quizás no hubiese aguantado colgado de ese árbol. Después de un tiempo, escuchamos la llegada de las patrullas móviles que relevaron al helicóptero para que este continuara con su recorrido de vigilancia aérea en la frontera y entonces ya pudimos salir debajo de los arboles para observar lo que estaba ocurriendo y enterarnos que sobre una explanada bien despejada que da acceso a una carretera, tenían sentados y retenidos a unas cincuenta personas aproximadamente. Sin pensarlo dos veces, el guía me dice con voz cortante y seca: “hoy no se pudo, nos regresamos a la frontera y lo intentamos después”

En mi torturada mente, no había espacio para entender fracasos y lo único que se me ocurre decir es: “porque no esperamos acá, hasta que se vayan y después pasamos nosotros” sin pensar que yo no conocía las reglas del cruce en la frontera y que estaba en un país extraño al mío. Mientras asimilaba la frustración del intento fallido en mi mente, el guía avanza a pasos largos de regreso a la frontera, a lo cual, acepto su decisión y lo sigo en silencio con la cabeza baja, mientras la luz de un nuevo amanecer empieza a mostrar de forma clara el camino. Al llegar a la frontera, después de varias horas de correr y sin mediar palabra, el guía me dice que me vaya al hotel a descansar que el llegara en las horas de la tarde para hablar conmigo de cómo será la nueva ruta.



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