viernes, 18 de septiembre de 2015

LA MUJER DEL VAMPIRO


Una tarde paseaban Francisco y Carlos por la orilla del rio, como acostumbraban hacerlo en tardes calorosas para entretener la mente con el pasar de las aguas, mientras observaban las diferentes basuras contaminantes y animales de rapiña que viajan posados sobre sus presas flotantes en descomposición, que el cauce del rio arrastra demostrando su poderío y soberbia natural, observaron en la distancia a una mujer caminar solitaria por el puente,
la cual reconocieron inmediatamente como Yolanda (amiga de adolescencia que vivía al otro lado), pues aunque ella era de figura esbelta, elegante al vestir, abundante y hermosa cabellera, lo sabía y alardeaba de ello, pero por alguna extraña razón la soledad siempre la rodeaba, a pesar que todas las noches Yolanda mas conocida entre los adolescentes del pueblo como “Yola”, miraba la estrella que más brillaba y le preguntaba: ¿Dónde esta mi media naranja?. Pero era una pregunta que siempre quedaba sin respuesta una y otra vez.
      
El tiempo pasaba inexorable y ella se preguntaba el motivo por qué su búsqueda de encontrar el hombre de sus sueños era estéril. Por todo ello, un día decidió acudir a una consulta exotérica con un sabio, y con una mirada fija, éste le dijo: ¿Cómo vas a encontrar tu media naranja si aún no has saboreado la tuya?. Lo cual, ocasionó una fuerte sacudida en el temperamento de la mujer, que desconcertada y dudosa no alcanzaba a entender el comentario que dijo el sabio.
      
Después el sabio miró sus manos y observó que tenía manos de artista, y mentalmente se pregunto: ¿pero era artista?. A lo que de inmediato, se puso a buscar sus cualidades, inquietudes y dotes artísticas, pero se pudo dar cuenta que todas estas aptitudes estaban dormidas en su mente.
      
Luego el sabio miro los zapatos de la muchacha y pudo observar que aún estaban como nuevos; no había desgaste en sus suelas y brillaban limpios a pesar del polvo que había en el camino, a lo que me cuestiono sobre las distancias recorridas, sobre cuantos caminos he andado buscando mis metas y del porque no están sucios. Después de una larga charla, Yolanda pudo comprobar como el sabio tenia razón, ya que la búsqueda de nuestra media naranja, comienza en nuestro propio interior y cómo iba a encontrar mi media naranja, si la mía era totalmente desconocida. Por ese motivo jamás la reconocería aun si tuviera al príncipe azul de mis sueños en frente.
      
Francisco y Carlos apresuran el paso para tratar de llegar al mismo tiempo cuando Yolanda termine de cruzar el puente, aprovechando esta oportunidad de buena suerte que les da hoy la vida, porque no la acompaña Pilar, su hermana mayor, la cual tiene un carácter bastante fuerte y son reconocidas en el pueblo no solo por sus habilidades para el baile sino también porque son las hijas de “la mujer del vampiro”.
      
Todo se debe a que su mamá Doña Carlota hace unos veinticinco años atrás, tuvo contacto con un misterioso hombre vampiro, tal como ella mismo lo narró: “Una noche de fin de semana salimos a dar una vuelta por las calles del pueblo y después de cruzar el puente en compañía de mis amigas de diversión, me encontré con Pedro un amigo de la familia muy interesante que me invitó a escuchar música en un bar y encantada acepté.” Después de varias horas de diversión, de buena música, de buena conversación en compañía de Pedro, ella se dirige al baño de damas y se confunde entre la multitud del lugar. Los minutos transcurren y Pedro un poco inquieto trata de observar la fila para el ingreso al baño, pero no puede identificar a “Tesa” (como cariñosamente la llama) tal vez, por la poca luminosidad del lugar o quizás por la poca estatura que ella posee, lo cual, hace que sea cubierta fácilmente por otras personas de mayor estatura y decide esperar un poco más de tiempo, pues recuerda que las mujeres gastan mucho tiempo en la organización y sobretodo en el retoque al frente de un espejo y tal vez, es la razón de la demora. Mientras suena un tema musical y otro más, él se da cuenta que ha pasado mucho más tiempo de lo normal y acto seguido se levanta y va hasta el baño de las damas para averiguar lo que está ocurriendo, pero para su propia sorpresa, dentro del baño no hay ninguna persona haciendo uso del lugar y al preguntarle a algunas personas que están ubicadas cerca al pasillo, no obtiene respuesta positiva y decide sentarse y esperar a que aparezca nuevamente su amiga “Tesa”, pero su ansiedad lo lleva a tratar de obtener una respuesta para tener la seguridad de que ella aún quiere compartir más tiempo con él en el bar.
      
La noche avanza y la espera ha hecho desbordar adrenalina por todos los poros del cuerpo hasta reventar la paciencia del solitario acompañante que en horas tempranas pensó disfrutar de una buena compañía en un día especial, pero que al final, todo se consumió en un simple sueño y ahora se dispone a retirarse del lugar para buscar a Carlota en alguno de los tantos establecimientos de diversión del pueblo, quizás con la compañía de otras personas. Pedro entra y sale de cada lugar donde él considera que pueda verla, llegando a pensar que quizás si encuentra a sus amigas, le puedan dar una respuesta sobre ella, pero lamentablemente, nada de lo que da vueltas en su cabeza tiene sentido y peor aún, no puede ubicar a las amigas de Carlota. No quedando otra opción posible, Pedro decide como último recurso ir hasta la casa de ella al otro lado del puente, para informar a sus familiares sobre la desaparición, sobretodo porque varias personas lo habían visto en compañía de ella en el bar y si algo ocurrió él sería el primer sospechoso.
      
Acababa de pasar el puente a paso apresurado y cerca a un frondoso árbol a pocos metros de la casa de Carlota, alcanza a distinguir a un persona apoyada que llora como en espera de ayuda y entonces se acerca un poco más para identificarla, con la fortuna de encontrarla bastante exaltada y temblorosa por el terror ocasionado con una misteriosa situación de atracción que tuvo, mientras estaba en la fila para ingresar al baño.
      
Que pasó Tesa?, Porque salió del bar sin avisarme?, Está bien o quiere que la lleve al hospital?, fueron varias de las preguntas que hizo entre las muchas más que tenía en mente, para que ella explicara todo lo ocurrido esa noche.
      
Carlota con voz jadeante, las manos bastante temblorosas y palabras entrecortadas comienza su relato, diciendo: “Cuando iba para el baño de damas, observé junto a la cabina de música a un hombre desconocido muy apuesto, elegantemente vestido y de manera especial se acercó a mí, mientras esperaba el turno para darme una rosa blanca que llevaba en su mano (de manera muy extraña) porque no mencionó ninguna palabra, parecía como si fuera mudo, pero su apariencia personal no demostraba temor o violencia, por el contrario, su agradable olor a fragancia natural, provocaba mucha confianza en todos sus movimientos y comportamientos, a lo cual, Yo acepté recibir la rosa blanca porque pensé que la había comprado a un vendedor de rosas callejero que recién había pasado ofreciéndolas de mesa en mesa y era su forma de colaborarle, también porque el blanco es el color de la pureza y de la inocencia que están unidas al amor, además es el color elegido por las novias para su ramos de flores el día de la boda y todo esto me pareció muy tierno, bonito y me ilusionó antes de entrar al baño con ella”. Pero el llanto de Carlota, interrumpe su palabra y espera un momento para continuar.
      
“Después, cuando regresaba a la mesa, nuevamente me encontré con el extraño hombre, quién extendió su mano en señal de saludo y Yo le brindé la mía en respuesta a su caballerosidad, pero en el mismo instante que me besó la mano, un fuerte y estremecedor movimiento se produjo dentro de mi cuerpo que hizo elevar mi temperatura corporal y empecé a sentir grandes gotas de sudor que recorrían mi rostro y al pasar por mi boca, sellaban mis labios, impidiéndome hablar y haciendo lento mi caminar hasta sentir que doblaba mis rodillas y caía postrada a sus pies. Sentí como él, con sus fuertes brazos me levantaba y suavemente posaba sobre su pecho mi cuerpo débil y derretido de encanto por su perfume, para salir conmigo del lugar, sin que nadie se diera por enterado, ya que no podía gritar o pedir auxilio. Cuando pude abrir un poco mis ojos, reconocí la luz de los faroles y los cables del puente, como si me estuviese llevando cargada en sus brazos de regreso a mi casa, en el otro lado del puente y me preguntaba aturdida, como era posible que supiera donde Yo vivía?, pero al llegar a la mitad del puente, se detuvo y con todo el cuidado y la delicadeza posible de quién carga algo frágil, me descargó sobre las tablas del piso.” Carlota un poco más calmada, porque reconoce a Pedro, se abraza fuerte a su pecho y toma un segundo aire, para seguir con el relato.
      
“Cuando estuve de frente a él en medio del puente, sentí una fuerte atracción física que como imán hacia que mis labios besaran los suyos y mis manos apretaran fuertemente su espalda, pero él no estaba interesado en besar mis labios, sino que constantemente besaba mi cuello y ese movimiento provocaba en mí, una sensación difícil de contener, hasta que empecé a sentir que con sus dientes trataba de morder mi piel. En estos momentos, la brisa sopló fuerte y un ruido raro se produjo a nuestras espaldas, como si alguien más nos estaba mirando, a lo cual, inmediatamente reaccioné y por un impulso que no puedo explicar, empecé a correr por el puente en dirección a mi casa buscando ayuda, aunque todavía no podía gritar hasta llegar a este árbol y eso fue todo lo que recuerdo”, puntualizó Carlota, quién pidió a Pedro, la acompañara hasta la puerta de la casa y no contar nada de lo ocurrido esa noche a nadie.
      
Una tarde estaba Carlota sentada en una silla de madera descansando de los oficios de la casa en el portón de su casa, cuando pasaban un grupo de varias gitanas, vendiendo jarras de cobre, artesanías de tela y ofreciendo leer la mano para adivinar el futuro y la buena suerte. Las gitanas insistentes crean en la mente de Carlota, la curiosidad de conocer como será su futuro y acepta extender su mano para conocer el resultado de la lectura. Con gestos muy confusos y hablando en un lenguaje extraño, la gitana se detiene por un momento y con cara de asombro mira fijamente a los ojos de Carlota y le pregunta: “Señora, tiene Usted marido?”, confusa por la pregunta de la gitana, ella responde: “No, por qué?”
      
“Porque está embarazada y todos sus hijos serán hembras, Usted está poseída por una fuerza diabólica para satisfacer el placer de los hombres”, dijo la gitana.
      
Nerviosa por esas palabras, Carlota le menciona a la gitana que no entiende nada de lo que significan esas palabras y como va a tener hijos, sino tiene marido.

“Ya es muy tarde para combatir esa fuerza diabólica, que depositó en ti toda la materia necesaria para crear hijas de generaciones en generaciones”, respondió la gitana.
      
Carlota decide bruscamente retirar la mano y buscar el dinero que debe pagarle a la gitana, con la idea de que se retire y no le siga diciendo nada de lo que ella no desea escuchar y la dejó bastante preocupada.
      
Los años van pasando y las hijas van llegando una tras otras, tal y como lo había expresado la gitana tiempo atrás, con la sorpresa para los vecinos que no veían la figura paterna en esa casa, donde solo mujeres habitaban y comienzan los rumores de los vecinos sobre las visitas clandestinas de un tinieblo en las oscuras noches que para no ser reconocido, salía bien temprano cubierto con traje y sombrero. Entonces un día Pedro vino de visita a casa de Carlota y entre palabra va y palabra viene, ella le cuenta lo que la gitana le había dicho y que ella creía que lo que le había pasado con el misterioso hombre en el bar cuando le regaló la rosa blanca, estaba unido por algún motivo, que no era muy preciso. Pedro sentía que sus piernas no aguantaban el peso de su cuerpo, a pesar de estar sentado en un silla junto a “Tesa” y aunque trataba de disimular el nerviosismo que le produjo el comentario de Carlota, estaba mudo de impacto y tieso de desconcierto al tratar de aceptar todo esto como una realidad. Entonces eres “la mujer de un vampiro”, dijo Pedro con voz suave y respetuosa, agachando la cabeza para aprobar su comentario. Desde aquel día, ese fue el calificativo que vecinos, amigos y personas del pueblo en general, mencionaban cada vez que se referían a Carlota.



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