En una mañana del día sábado un hombre “adulto mayor” impecablemente vestido de traje y sombrero, reconocido en el pueblo por todos sus amigos como Don José, una persona que cuida mucho su apariencia personal, entra al hogar del anciano con la firme intención de mudarse a dicho lugar,
ya que su esposa Doña Teresa recientemente falleció de causas naturales en el propio lecho de esposos y él decide dejar el lugar que por mas de 50 años fue su hogar para no caer en depresión, angustia y tristeza, al tener contacto directo con todas las cosas materiales que le traen gratos recuerdos.
Isabel la
recepcionista del lugar le cuenta en forma amplia y clara toda la información
sobre las condiciones de funcionamiento, regulaciones para todos los usuarios y
servicios ofrecidos en el hogar de ancianos, a lo que Don José acepta y
entonces es preguntado acerca de sus datos personales para llenar el formulario
de solicitud de ingreso y espera varias horas en la sala de espera del hogar
hasta que una funcionaria de la administración, revise, confirme y apruebe el
ingreso. Ella aparece en frente de la sala de espera y anuncia gentilmente con
una sonrisa que el cuarto está listo y sin esconder la alegría que le produce
el anuncio, Don José lentamente y con cierta dificultad se levanta de la silla
donde pacientemente esperó y camina usando su bastón al lado de la funcionaria,
que describe las características y todos los componentes que incluyen su
cuarto.
Me gusta mucho,
dijo Don José con el entusiasmo y la espontaneidad de un niño de 8 años que ha
recibido un nuevo juguete. Pero señor aún no ha visto su cuarto, espere un
momento, que ya casi llegamos . . . manifestó la funcionaria del hogar de
ancianos.
Eso no tiene
nada que ver Señorita, contesta Don José, porque la felicidad yo la elijo por
adelantado. Si me gusta o no me gusta el cuarto, no depende del mobiliario o la
decoración, sino de cómo yo decido verlo y ya está decidido en mi mente que a
mí me gusta ese cuarto, es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto.
Mire Señorita, le voy a explicar algo . . . Yo puedo escoger pasar mi día en
cama enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo
que ya no funcionan, o simplemente puedo levantarme y dar gracias a Dios por
todas aquellas partes que todavía funcionan, porque cada día es un regalo y
mientras yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día y todos los
recuerdos felices que he construido durante mi vida.
Don José
continuaba explicando mas detalles sobre la tercera edad y la compara con una
cuenta bancaria, donde al final de los años, retira lo que depositó durante
toda la vida. Aconsejando a la funcionaria del hogar de ancianos para que
deposite toda la felicidad que tenga en “la cuenta bancaria de los
recuerdos”. Y quiero aprovechar esta oportunidad, para darle gracias a
Usted por llenar mi cuenta con recuerdos felices, la cual todavía sigo llenando
y espero seguir haciéndolo por muchos años más.
Cuando llegan al
final del pasillo y abren la puerta del cuarto, Don José inclina sus rodillas
en el piso y empieza a rezar, dando gracias a Dios, por todos los beneficios
concedidos, lo cual causa admiración y sorpresa en la funcionaria del hogar de
ancianos, quien decide acompañarlo en sus oraciones y acogiéndolo en sus
brazos, le da la bienvenida ofreciendo sus servicios para el bienestar dentro
de las instalaciones en compañía de todos los inquilinos que poco a poco se van
acercando para iniciar una amistad de contacto con su nuevo vecino.
Francisco antes
de dirigirse al campo de futbol para su entrenamiento físico y preparación
táctica con otros jugadores del equipo de la selección municipal, hace una
parada en el hogar de ancianos, ve a Isabel para saludarla e invitarla para que
el día siguiente en las horas de la tarde, acuda al campo de futbol y lo vea
jugar en el encuentro deportivo contra la selección del municipio vecino. Por
las estadísticas, se puede conocer no solo la rivalidad deportiva existente
entre estas dos selecciones de futbol, sino también la concurrida asistencia de
público que incluye las “barras acompañantes” muy reconocidas por los
contagiosos cánticos que animan permanentemente al equipo. Isabel no duda en
aceptar la invitación que le hizo Francisco, porque le gusta el deporte y
porque el príncipe azul de sus sueños, es el jugador estrella en el equipo y
sin falta estará allá apoyándolo.
Como todas las
pertenencias personales básicas de Don José están afuera empacadas en cajas
sobre una carreta en espera de ser recibidas, unánimemente deciden ayudar entre
todas las personas (incluyendo a Francisco) que se encuentran en esos momentos
en el hogar y en un minuto ingresaron todo hasta el cuarto, para que fueran
organizadas en su correspondiente lugar.
Mientras pasa el
tiempo a Francisco se le hace bastante prolongada la visita y es hora de
despedirse porque llegará tarde a su entrenamiento, mientras que para Isabel,
fueron solo unos cuantos minutos que tuvo cerca al hombre que la hace levitar.
Con un prolongado beso, se sella la visita y la promesa de asistir al campo de
futbol y desde la puerta principal del hogar de ancianos, Isabel sigue con la
mirada, el apresurado trote de Francisco hasta perderse al doblar la esquina,
sin haber volteado a mirarla.
Ya totalmente
instalado Don José en el hogar, es invitado a pasar las horas de la tarde del
día sábado, las cuales, son utilizadas para la recreación, para compartir las
preferencias artísticas y culturales de cada uno de los miembros del hogar, en
el gran salón social, adecuado con largas mesas y sillas.
Don Ulises, uno
de los más osados abuelos levanta la mano pidiendo la oportunidad de participar
y demostrar sus capacidades artísticas para declamar un hermoso verso sobre los
años dorados, siendo aceptado por todos los espectadores, inicia diciendo:
“Envejecer,
es como pasar de la primera fila
a la
tercera: la tercera edad,
es un
movimiento estratégico
al
cabo de las décadas.
Hay un
momento en la vida
en la
que debemos regresar,
volver
donde todo empieza y termina,
es
regresar a la esencia de nuestras raíces:
luz,
energía, conciencia.
Me cuesta
encontrar los recuerdos,
tendré
que esperar a la vejez,
hacia
donde los recuerdos vuelven
y se
evocan las reflexiones.
Donde
serás tratado como un niño;
aquella
en la que volverás a ser niño,
como
un niño con sus manías acentuadas:
travieso,
imprudente, sincero, pero que no entiende,
que se
olvida, que no escucha,
que se
distrae, que se queja,
que se
entristece, que protesta,
que
pierde los modales, las formas y hasta las fuerzas.
Como
recién nacido
que no
puede valerse por si mismo,
que
necesita todo el cuidado
y
atención de sus seres queridos.
Y
sentado en la tercera fila,
se
recargan de recuerdos de cuando
estuvieran
al frente, en primera línea:
disfrutando,
luchando, viviendo a tope,
forjando
los cimientos de aquellos que vendrán.
Envejecer
es agradecer a la vida,
por lo
que realmente somos”.
Con un fuerte aplauso, todo el auditorio elogia las
letras de este poema, porque ha llegado a sus corazones, porque la nostalgia de
estos encuentros sociales, renueva positivamente los pensamientos, quizás
porque admiran en Don Ulises su compañero declamador, la memoria para recordar
esas frases o simplemente porque la facilidad de expresión y dominio del
lenguaje corporal, lo hacen digno de tal admiración.
Motivado por la
nostalgia, unos adultos señalan a otros, como una forma de inducirlo a
participar y le recordaban que ya lo habían hecho en otras ocasiones, que
querían volver a escuchar tal o cual canción, que buenos recuerdos traía a sus
mentes, mientras tanto, otro adulto más se ofrece a contar una leyenda que
dice:
Dos amigos
viajaban por el desierto cuando en un determinado punto del viaje discutieron y
uno le dio una bofetada al otro. El otro
ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
“HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA EN EL
ROSTRO”.
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde
resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a
ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomo un punzón y escribió
en una piedra:
“HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA”.
Intrigado, el amigo pregunto: Por que después que
te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro amigo respondió: Cuando un gran
amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y
el perdón se encargaran de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase
algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón,
donde ningún viento en todo el mundo pueda borrarlo.
TEMA SIGUIENTE: EL TIEMPO ES EL TESORO MAS VALIOSO
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