sábado, 3 de enero de 2015

LA VIDA ES EFIMERA

Había una vez un joven que padecía de cáncer terminal y la mayor parte de su vida la pasó en su casa, bajo los cuidados de su madre. Nunca salía a ningún lado pero un día le dijo a su mamá que estaba cansado de estar en casa y que deseaba salir por lo menos una vez para respirar un poco de aire fresco.
Así que su madre le dio permiso y salió a caminar a varias cuadras de su casa. Al llegar a un centro comercial pasó por una tienda de música y miró a través de la puerta durante un segundo, mientras caminaba, pero de repente se detuvo y regresó. Mirando hacia adentro de la tienda, fijó su vista en una joven más o menos de su misma edad y sintió un inmenso amor a primera vista. Abrió la puerta y entró, manteniendo su mirada fija en ella y en más nada o nadie. Se fue acercando más y más hasta llegar al mostrador donde ella se encontraba sentada.

Ella lo miró y le pregunto: "¿Puedo ayudarte en algo?" Ella le sonrió y él pensó que era la sonrisa más hermosa y sincera que jamás había visto. La atracción era inmensamente fuerte.

Él dijo: "Ummm, si. quisiera comprar un CD", escogió uno y le dio el dinero.

"¿Quieres que lo envuelva para regalo?" Le preguntó ella, sonriéndole de nuevo con esa misma bellísima sonrisa, a lo que el asintió y así ella desapareció hacia la parte posterior de la tienda y regresó unos minutos después con el CD envuelto y se lo entregó.

Él lo tomó y salió de la tienda y desde aquel día, regresó todos los días al negocio a comprar un CD y ella lo envolvía en papel de regalo. El regresaba a su casa y metía los paquetes en su escaparate y aunque se moría de las ganas de invitarla a salir, no podía hacerlo debido a la pena que sentía.

Un día le contó a su madre lo que sucedía y ella le aconsejó que
simplemente la invitara a salir. Así que al día siguiente, con todo su coraje, se dirigió a la tienda y como siempre hacía, compró un CD y ella, como siempre, desaparecía por la parte posterior de la tienda y aparecía con el CD envuelto, así que en un momento en que ella no lo miraba, él se atrevió a dejarle un papelito con su número de teléfono y salió corriendo de allí.

Un día sonó el teléfono y la madre levantó el auricular, contestando: "Aló" ¡Era la joven!... Ella preguntó por su hijo y la madre comenzó a llorar y le dijo:

"¿Acaso no sabes lo que sucedió?".
"Él pasó a la otra vida, murió durante la noche y ya cremamos su cuerpo".
La línea telefónica estaba en total silencio a excepción del llanto de la madre.

Así, un poco más tarde, la madre entró al cuarto de su hijo ya que necesitaba estar en contacto con algo físico de él para recordarle y abrió el escaparate. Allí se sorprendió al encontrarse cara a cara con pilas y pilas y pilas de paquetes envueltos con cd's, levantó uno y se sentó en su cama a abrirlo y al hacerlo, cayó un papelito.

Al recogerlo, la madre leyó: 
"¡Hola!... ¡Eres bellísimo!... ¿Quieres salir conmigo?. Mónica"

La madre abrió otro CD... y de nuevo encontró otro papelito:
"¿Qué tal?... ¡Me gustas muchísimo!... ¡Quiero salir contigo! Mónica"

Al leer esta historia, debemos reflexionar sobre cómo reducir la velocidad endemoniada que este mundo de hoy día nos condiciona a vivir los detalles de la vida misma y ha tomar otra perspectiva, una mucho más interesante y hermosa, frente a la idea de acumular para el mañana, dejar que las cosas pasen, simplemente porque sí.
¡Nunca es tarde! si pensamos en alguien o queremos a alguien o si simplemente apreciamos a alguien, deberíamos decírselo y tomar acción sobre la base de si pudiésemos darnos cuenta de lo efímera que es nuestra vida quizás pensaríamos dos veces antes de desperdiciar las oportunidades que tenemos de ser y hacer felices a los demás.

Nos entristecemos por cosas pequeñas, perdemos minutos y horas preciosas... Perdemos días, a veces años.

No podemos adivinar cuánto tiempo estaremos aquí y descuidamos de nosotros y de los demás.

Callamos cuando deberíamos hablar. Hablamos demasiado cuando deberíamos estar en silencio.

No damos el abrazo que nuestra alma tanto pide porque algo nos impide esa aproximación.

No damos un beso cariñoso porque no estamos acostumbrados a ellos. No decimos cuánto amamos, porque creemos que el otro sabe automáticamente lo que sentimos.

Y pasa la noche y llega el día. 
El sol nace y se adormece.
Y continuamos encerrados en nosotros mismos.
Reclamamos que no tenemos tiempo suficiente.

Pedimos a los demás, a la vida.
Nos consumimos.
Y el tiempo pasa. 
Pasa la vida sintiendo que no vivimos.

Sobrevivimos, pues no sabemos hacer otra cosa, hasta que, inesperadamente, nos levantamos, miramos hacia atrás, y nos preguntamos : ¿ y ahora ? Hoy ?.

Aún es tiempo de reconstruir, de dar ese abrazo que tanto quisimos, de pronunciar una palabra cariñosa. Nunca se es demasiado viejo o demasiado joven para amar desde el fondo del corazón...

Sin mirar hacia atrás, lo que pasó, ya pasó y lo que se perdió, ya se perdió.
Pero podemos mirar hacia adelante. Aún es tiempo de apreciar las flores enteras que están en torno nuestro.

Aún es tiempo de vivir la alegría y el amor nacido de ese sentimiento, antes de que la vida pase. No temamos expresarnos. Porque cuando llegue el momento en que nos sintamos lo suficientemente fuertes para hacerlo y pensemos que es el momento apropiado, puede que sea muy tarde.