miércoles, 21 de diciembre de 2016

RECONCILIACIÓN


Diciembre 16

Meditación del Primer día de la novena de Navidad dedicado a la RECONCILIACIÓN.

Se inicia la época para fortalecer nuestros valores espirituales, de modo que la navidad sea lo que debe ser, una fiesta dedicada al perdón generoso y comprensivo, para que con el perdón del Espíritu Santo podamos reconciliarnos con Dios, con nuestros hermanos y caminar el sendero de la vida.


Preguntemos a nuestro corazón: ¿Cuánto nos dice sin hablar el Niño del pesebre de Belén?, y aprendamos a contemplar el pesebre con ojos de admiración, “POBRES Y HUMILDES”, a contemplarlo con un corazón que va en busca de los olvidados, abandonados, desprotegidos, indefensos y mas necesitados, con el mismo espíritu con que iba Jesús llevándoles presencia, ternura, salud, pan, bondad y comprensión, pero sobre todo descubriendo que allí todo era pobreza, abandono, amor y fe.

“En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invocamos con estas palabras del Salmo 70 (2): “Líbrame, Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, ven pronto a socorrerme”.

El pecado de Adán había ofendido a Dios y esa ofensa infinita no podía ser condonada sino por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno. Era necesario, en las miras de su amor, que tomase la forma, las debilidades e ignorancias sistemáticas del hombre; que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para enseñarle a morir a sus pasiones y a su orgullo.

Y por eso el verbo eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre también y así redimir al culpable. Tras la caída del ser humano en el pecado, Dios no lo abandona y le ofrece en cambio, un salvador.

¿Voy descubriendo la voluntad de Dios para mi vida?
¿Cuáles son las preguntas que me surgen de la escucha de su voluntad?
¿Es mi respuesta, un sí abierto a recibir a Jesús en mi vida?


Dulce Jesús mío
mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!,
¡Ven no tardes tanto!.