En este documental se
descifraran enigmas que albergaban sus pinturas, todo asociado con los
alienígenas. Leonardo Da Vinci tenía relación con los extraterrestres? Conocía
tecnología de otros mundos? y muchos otros interrogantes, se generaran.
En abril de 1500 Da
Vinci entró en Florencia, tras veinte años de ausencia. César Borgia, hijo del
papa Alejandro VI, hombre ambicioso y temido, descrito por el propio Maquiavelo
como «modelo insuperable» de intrigador político y déspota, dominaba Florencia
y se preparaba para lanzarse a la conquista de nuevos territorios, ahora con
Leonardo a su lado, nuevamente como ingeniero militar, recorrió los terrenos del
norte, trazando mapas, calculando distancias precisas, proyectando puentes y
nuevas armas de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en desgracia:
sus capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él mismo cayó gravemente
enfermo. En 1503 Leonardo volvió a la ciudad, que por entonces se encontraba en
guerra con Pisa y concibió allí su genial proyecto de desviar el río Arno por
detrás de la ciudad enemiga cercándola y contemplando la construcción de un
canal como vía navegable que comunicase Florencia con el mar: el proyecto sólo
se concretó en los extraordinarios mapas de su autor.
Pero Leonardo ya era
reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había causado
admiración con su Santa Ana, la Virgen y el Niño; en 1503 recibió el encargo de
pintar un gran mural (el doble del tamaño de La última cena) en el palacio
Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de
su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Angheri, que quedaría
inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Importante por los
bocetos y copias, éstas admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo más tarde,
una célebre de Peter Paul Rubens.
También sólo en
copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin embargo,
la cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por
Leonardo) fue el retrato de Mona Lisa, Obra famosa desde el momento de su
creación, se convirtió en modelo de retrato y casi nadie escaparía a su influjo
en el mundo de la pintura. La mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros
y leyendas, y hasta una ópera; pero poco se sabe de su vida. Ni siquiera se
conoce quién encargó el cuadro, que Leonardo se llevó consigo a Francia, donde
lo vendió al rey Francisco I por cuatro mil piezas de oro. Perfeccionando su
propio hallazgo del sfumato, llevándolo a una concreción casi milagrosa,
Leonardo logró plasmar un gesto entre lo fugaz y lo perenne: la «enigmática
sonrisa» de la Gioconda es uno de los capítulos más admirados, comentados e
imitados de la historia del arte y su misterio sigue aún hoy fascinando. Existe
la leyenda de que Leonardo promovía ese gesto en su modelo haciendo sonar
laúdes mientras ella posaba; el cuadro, que ha atravesado no pocas vicisitudes,
ha sido considerado como cumbre y resumen del talento y la «ciencia pictórica»
de su autor.
El interés de
Leonardo por los estudios científicos era cada vez más intenso: asistía a
disecciones de cadáveres, sobre los que confeccionaba dibujos para describir la
estructura y funcionamiento del cuerpo humano. Al mismo tiempo hacía
sistemáticas observaciones del vuelo de los pájaros (sobre los que planeaba
escribir un tratado), en la convicción de que también el hombre podría volar si
llegaba a conocer las leyes de la resistencia del aire (algunos apuntes de este
período se han visto como claros precursores del moderno helicóptero).
Absorto por estas
cavilaciones e inquietudes, Leonardo no dudó en abandonar Florencia cuando en
1506 Charles d'Amboise, gobernador francés de Milán, le ofreció el cargo de
arquitecto y pintor de la corte; honrado y admirado por su nuevo patrón, Da
Vinci proyectó para él un castillo y ejecutó bocetos para el oratorio de Santa
Maria dalla Fontana, fundado por aquél. Su estadía milanesa sólo se interrumpió
en el invierno de 1507 cuando, en Florencia, colaboró con el escultor Giovanni
Francesco Rustici en la ejecución de los bronces del baptisterio de la ciudad.
Quizás excesivamente
avejentado para los cincuenta años que contaba entonces, su rostro fue tomado
por Rafael como modelo del sublime Platón para su obra La escuela de Atenas.
Leonardo, en cambio, pintaba poco dedicándose a recopilar sus escritos y a
profundizar sus estudios: con la idea de tener finalizado para 1510 su tratado
de anatomía trabajaba junto a Marcantonio della Torre, el más célebre
anatomista de su tiempo, en la descripción de órganos y el estudio de la
fisiología humana. El ideal leonardesco de la «percepción cosmológica» se
manifestaba en múltiples ramas: escribía sobre matemáticas, óptica, mecánica,
geología, botánica; su búsqueda tendía hacia el encuentro de leyes funciones y
armonías compatibles para todas estas disciplinas, para la naturaleza como
unidad. Paralelamente, a sus antiguos discípulos se sumaron algunos nuevos,
entre ellos el joven noble Francesco Melzi, fiel amigo del maestro hasta su
muerte. Junto a Ambrogio de Predis, Leonardo culminó en 1508 la segunda versión
de La Virgen de las Rocas; poco antes, había dejado sin cumplir un encargo del
rey de Francia para pintar dos madonnas.
El nuevo hombre
fuerte de Milán era entonces Gian Giacomo Tivulzio, quien pretendía retomar
para sí el monumental proyecto del «gran caballo», convirtiéndolo en una
estatua funeraria para su propia tumba en la capilla de San Nazaro Magiore;
pero tampoco esta vez el monumento ecuestre pasó de los bocetos, lo que supuso para
Leonardo su segunda frustración como escultor. En 1513 una nueva situación de
inestabilidad política lo empujó a abandonar Milán; junto a Melzi y Salai
marchó a Roma, donde se albergó en el belvedere de Giulano de Médicis, hermano
del nuevo papa León X.
En el Vaticano vivió
una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y sin grandes obligaciones:
dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una gran residencia
para los Médicis en Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el gran
arquitecto Bramante, hasta la muerte de éste en 1514. Pero en 1516, muerto su
protector Giulano de Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente, para pasar
los tres últimos años de su vida en el palacio de Cloux como «primer pintor,
arquitecto y mecánico del rey».
El gran respeto que
Francisco I le dispensó hizo que Leonardo pasase esta última etapa de su vida
más bien como un miembro de la nobleza que como un empleado de la casa real.
Fatigado y concentrado en la redacción de sus últimas páginas para su tratado
sobre la pintura, pintó poco aunque todavía ejecutó extraordinarios dibujos
sobre temas bíblicos y apocalípticos. Alcanzó a completar el ambiguo San Juan
Bautista, un andrógino duende que desborda gracia, sensualidad y misterio; de
hecho, sus discípulos lo imitarían poco después convirtiéndolo en un pagano
Baco, que hoy puede verse en el Louvre de París.
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