lunes, 6 de octubre de 2014

8. LA PACHA DURAN Y LA CANCHELO

A esta altura de la historia se hace necesario describir la participación de las dos mujeres más importantes (Madre e Hija) que determinaron inicialmente la fundación de SOPINGA y que fueron las protagonistas centrales de la novela RISARALDA.

La Pacha Durán nació en un barrio negro de Cartago (Valle), se dice que en sus primeros años, ella deambulaba desnuda por las calles y sitios arenosos del río. Su vida representa el amanecer y desarrollo de la región, ya que sobre ella recae la parte histórica inicial de la comarca. Su madre fue esclava y como tal llevaba la marca distintiva de los esclavizados.

La Pacha Durán siguió a un aventurero pescador hacia las minas de Antioquia, pero, aburrida por el maltrato que le daba, lo abandonó e intempestivamente apareció en el Valle del Risaralda ya conocido con el nombre de SOPINGA. Se casó legítimamente con José María Gutiérrez y de esta unión se conocen tres hijos: Juan Crisóstomo, Evangelista y Eufrasia todos ellos de apellido Gutiérrez Durán. Su vida apasionada, condenada por los historiadores racistas, machistas, de la región y por los militares, la llevan a abandonar a su legítimo esposo. Tiempo después, tiene dos hijos naturales que fueron: Manuel y María del Tránsito Durán (conocida como LA CANCHELO).

La Pacha Durán era una de esas mujeres negras alegres que hizo construir un tambo de grandes proporciones. Fonda en la que festejaban todo en Sopinga. 
 Tampoco ella le permitía a su hija permanecer mucho tiempo en la fonda porque el jaleo y el holgorio de los bailes de candil y garrote terminaban en reyertas con heridos y muertos, así lo deja sabido Arias Trujillo:


"Al descolgarse el sol sobre la noche, los negros se preparan para la charanga, así llamados por ellos los bailongos domingueros de los cuales casi nunca se sale con hueso sano, cuando se está con suerte. Porque un baile de ley, para serlo de veras, necesita por lo menos dos dijuntos. Sin este requisito el baile no se reputa exitoso, sino que se tiene por fracaso y desprestigio". (Arias, 1935: 38)

No faltó quien se suicidara por el amor esquivo de la Canchelo, tampoco quien entendiera que un blanco conquistara el amor de la muchacha y el permiso de la mamá.
Aunque el desarrollo de la historia amorosa termina de manera trágica, hay que decir que jamás la Pacha Duran, (la madre de la Canchelo) permitió que ningún hombre del lugar se le acercara, para ella no había hombre en Sopinga que estuviera a la altura de su bella hija, muchos fueron los negros sopingos que ahogaron sus penas en el licor mientras se embelesaban de amor en la fonda de la misma Pacha Durán dándole a la región identidad y un profundo aire cultural afrolocal a donde venían músicos y artistas afros de Cañaveral y Cartago. Era una reconstrucción cultural afroregional construida desde abajo, de lo afropopular, que el blanco, la iglesia local de la época y los historiadores locales satanizaron como lascivo, prostituido, bullicioso y violento.

La Pacha Durán vivió en CALLE LARGA y según versiones populares murió de 114 años de un tumor cancerígeno.

Su hija MARÍA DEL TRÁNSITO DURÁN (La CANCHELO), se convirtió en la chica negra, más prominente de la región, por su trascendental belleza y la protagonista central de la novela RISARALDA de Bernardo Arias Trujillo, que junto a otros escritores como: Silvio Villegas y Otto Morales Benítez le describen, profusamente uno más que otro, bajo el lenguaje literario más racista y procaz. Veamos un ejemplo:

"Era la Canchelo un trozo de muchacha pintona, de carnes provocativas. Había una reminiscencia de mar en sus movimientos de calentana y, en la tarde luminosa de su cuerpo, ardían los tizones de los crepúsculos tropicales. Sus ojos de color de alba alegre, llameaban de sensualidad y de ensueño. Su adolescencia frutal abríase como un dulce mamey de ricas mieles. Sus pupilas de corzo estaban escoltadas por los guaduales apacibles de unas pestañas como el pecho de una golondrina. Tenía un lánguido cuerpo de guabina tolimense. Era ágil y triscadora, como una ternera recién parida. Cuando amagaba sonrisas encendía las farolas de sus dientes como bujías fulgurantes". (Arias, pág. 20)

Risaralda es la novela del escritor Bernardo Arias Trujillo que narra dos historias:
La primera la de la fundación y la vida cotidiana de la historia temprana de Sopinga, población de origen afrodescendiente ubicada en el Valle del río Risaralda y
La segunda es una historia de amor entre Juan Manuel Vallejo, un joven blanco venido de Manizales, experto en vaquería que llegó como caporal a Portobello, la más grande de las haciendas ganaderas que había en Sopinga y María del Tránsito Durán, apodada la Canchelo, la mulata más bella del poblado, hija de ANA FRANCISCA DURÁN (La PACHA DURÁN).

Juan Manuel Vallejo quedó embelesado al ver aquella mujer de ébano, de formas perfectas y hermoseada de juventud, un amor a primera vista que fue la envidia de los sopingos, granjeó los odios que persiguieron a aquel forastero, que se robaba el corazón de la más bella mujer del pueblo; sin embargo, él se las arregló para demostrar su valía, fue hombre entre los hombres, dominó las artes de la vaquería, fue solidario con sus compañeros al cabo de arriesgar su vida por ellos, su muerte ocurrió faenando en el campo mientras intentaba enlazar al cocuyo, un toro de buen linaje que, teniendo en la testa un nido de gusanos, quiso enlazarlo para hacerle una curación, los remilgos del castado tumbaron al vaquero de su caballo quedando el cuerpo de Juan Manuel “inerte, bajo las sombras de la muerte hipócrita" (Arias, 1935: pág. 237), la tristeza de la Canchelo contrastó con los pálpitos del retoño que Juan Manuel había dejado en su vientre, mientras que los compañeros de hacienda:

"Hicieron ovalo en rededor, se quitaron las corroscas y doblando las cabezas sudorosas, rezaron plegarias para pedir por el descanso de su alma, luego, en una pequeña prominencia, en pleno valle, abrieron un hueco entre la tierra húmeda…Con desespero de náufrago, emitiendo alaridos de dolor, la Canchelo se aferraba al cadáver, temblorosa y enloquecida.…profundizaron más en el hueco porque Pa interrálo, como güen vaquero que era, en compañía de su caballo. Juntos esta vida perra, juntos los agarró la muerte, y juntos deberá de quedá pa siempre, bajo esta sepultura.
Así fue el entierro de vaquero que le organizaron sus amigos, Murió, caballero sobre su potro, porque así lo mandó la orden de la vaquería… Murió de muerte de macho, que es buen morir, al pie de su faena, como los marineros mueren en el mar y los labriegos sobre el surco". (Arias, 1935: pág. 239-241)

Mientras tanto:

"Cada mañana, desde su lecho mojado, Juan Manuel escuchará con ternura cómo sobre su tumba triscan y juguetean los terneritos recién paridos que van en busca de las ubres maternas, cómo las vacas, apacibles y teosóficas, se echan a calentar su sepultura, igual que en el cementerio campesino que cantó un poeta de Colombia; y cómo también los bueyes laboriosos inciensan su sepulcro salvaje, con el vaho tibio de sus trompas humedecidas por el rocío de la tarde, tal vez para darle calor a él , a él, un vaquero desconocido que está bajo tierra, definitivamente helado por un frío de incertidumbre". (Arias, 1935: pág. 239-241)

La Canchelo murió en Cali, se dice que al parecer de tuberculosis y había perdido un dedo de la mano.

Así pues, la presencia de la Comunidad Negra junto con el proceso de fundación, creación y desarrollo del Municipio de La Virginia, con todo lo que esto implica, ha sido permanente. Así lo demuestran algunos ejemplos traídos del libro del Doctor Gilberto Jaramillo Montoya, "LOS RELATOS DE GIL":

Entre estas mujeres se destacaba la alta y estilizada María Franco y sus tres esbeltas jóvenes hijas que llegaron a Sopinga de Valparaiso Antioquia. Había una gran diferencia entre los negros antioqueños y los caucanos. Los primeros eran cordiales, leales, emprendedores y amigos de trabajar con los blancos. Les encantaba un buen patrón, se complementaban magníficamente y hacían en conjunto obras importantes. En cambio, los otros, cerreros y bozales, retrecheros y peligrosos, no estaban bien, sino independientes, perdidos en sus mejoras de cacao.

Eliseo, Espíritu y María Franco y la mayoría de los negros de la vieja Sopinga, pertenecían a este primer grupo antioqueño. María había sido largo tiempo servidora de la familia del general Rafael Uribe Uribe, y conocía a fondo los descendientes de don Tomás. (Jaramillo Montoya, 1997. pág. 154).


"Entre tinto y tinto tomo nota
sobre tanto que escucho y
dejo que mi imaginación reconstruya
la historia de mi pueblo"

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