Trato de sembrar la semilla de la consciencia y el amor por los cambios socio-económicos y culturales que han hecho parte de la historia y que el paso del tiempo ha olvidado los personajes que en su momento histórico produjeron impacto social, para beneficio de las nuevas generaciones de Virginianos y en las personas que nacimos en este lugar pero que por circunstancias diversas, residimos fuera de él, porque como dice un refrán popular:
"Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia"
Quiero expresar que soy persona independiente, común
y corriente que tiene sentido de pertenencia por su natal pueblo y orgullo de
haber nacido en La Virginia, por las raíces que afectivamente y de consanguinidad
me unen a algunos personajes que han hecho parte de la historia, cambio,
evolución y desarrollo. No soy historiador formado técnicamente bajo el
detalle cronológico de los acontecimientos, ni abogado o profesional del
derecho para entablar juicios de verdad y mentira de los personajes
ancestrales, ni antropólogo pretendiendo mostrar una realidad desconocida, ni escritor
galardonado con tintes líricos, ni pertenezco a ningún grupo literario, político
o religioso en particular.
Fundación del caserio
En este territorio habitaban las Comunidades Indígenas
de los Ansermas y Apías que desaparecieron bajo la incursión violenta de los
invasores Españoles iniciada y encabezada por Jorge Robledo.
La presencia afrocolombiana en la descrita geografía
fue recurrente durante toda la colonia esclavista como resultado del exterminio
aborigen, la ampliación de la frontera minera, la opresión cultural y las
guerrillas cimarronas a raíz de un levantamiento a fines del siglo XVIII en
Cartago; la opresión cultural y las guerrillas aceleró el incremento de
población negra a principios del siglo XIX liderado por el afrodescendiente
Salvador Rojas, quien se aventuró a construir su primer rancho a orillas del
río, en la desembocadura del río Risaralda, en el río Cauca y decidió poblarla invitando a sus
compañeros que eran oriundos del Sur a la nueva tierra que se veía promisoria.
A ellos se unieron decenas de personas negras que habían sido esclavos, otros
participaron en las guerras civiles y huían de los reclutamientos y de la
miseria, habían sido perseguidos y acosados y por ello se refugiaron allí,
defendidos por una barrera de mosquitos y zancudos "que rechazaban al
blanco pero que podían coexistir con el negro", encabezados por el albañil
Agustín López, quienes se trasladaron y fundaron lo que después sería un gran
Palenque Negro.
Bernardo Arias Trujillo dibuja con maestría el
transcurrir de la vida diaria en el villorrio:
"Vida tranquilaza la de
estas gentes huidizas. Los hombres, cuando estaban de pascuas, es decir, con el
humor menos agrio, salían de cacería, y a la hora del ángelus presentábanse con
lindas piezas peleadas con bravura: uno traía guagua, otro venado, lancho éste, aquél un zaino, quién un guatín
apetecible, y el más machito, un compadre
tigre cazado mano a mano en brutal riña, para vender en Cartago su preciosa piel cribada de manchas amarillas y negras de sensual terciopelo. Otros, aparecíanse con buena
pesca de jetudos, biringos,
bocachicos y bagres de carnes muy blanduchas y exquisitos
sabores.
Pero casi toda la semana, los
hombres pasábanse las horas del día al
pie del rancho, bajo sombra de árbol, desnudos entre la hamaca, fumando cachimbas de tabaco de buen humo y
mejor aroma, en tanto que las negras
trabajaban como burros en quehaceres de casa y
lavando ropas a la orilla del río".
Según algunos historiadores como Alfredo Cardona
Tobón, estos terrenos eran de propiedad de Hercilia Sánchez, quien los había
heredado a través de algunos títulos coloniales.
Pero el caso es que las
Comunidades Negras lo hicieron legítimamente suyos a través de un enorme
caserío que le dieron el nombre de "SOPINGA",
como nos lo comenta el libro Relatos de Gil, de Gilberto Jaramillo Montoya en
las páginas 200 y 201, quien dice:
"A principios del siglo aparece una señora como
dueña legítima de los dilatados terrenos en el Puerto de La Virginia, según lo
atestiguan las viejas escrituras; se trataba de doña Hercilia Sánchez. Fueron
doña Hercilia Sánchez y doña Tomasa Osorio las primeras vendedoras de lotes a
los negros abajeños, antioqueños y algunos blancos, quienes irían a ser los
primeros fundadores del poblado. Entre ellos estaban: Gregario Londoño, con su
familia, Josué Castaño (peluquero), Misael Díaz. Calixto Torres (dueño de una
pesebrera), Eliseo y Espíritu Santo Paniagua, Leandro Villa, Marcelino Torres,
María Franco, José Velásquez, Evangelista Echavarría, Pedro Martínez
(padre)".
Afrodescendientes y afromestizos llegados del Cauca,
Valle del Cauca, Antioquia, inclusive desde Anserma, Marmato por canoas a lo
largo del trayecto del río Cauca conformaron el incipiente ranchería del
puerto. Con su cosmovisión cultural y comunitaria y la natural rebeldía que les
caracterizaba, los descendientes de los cimarrones poblaron durante mucho
tiempo el territorio, convirtiéndose así en los fundadores legítimos
sobreviviendo de la agricultura, la caza, la pesca, la ganadería entre otros. Aquí
establecieron su propia organización social, cultivaron tabaco y cacao y
elaboraron aguardiente de contrabando que transportaban en canoas para el mercado
de Cartago, regresando con panela, mecha amarilla, zarazas y muselinas de
vistosos colores y poco precio, para las mujeres de Sopinga.
Como no había clases sociales no impulsaron las
fuerzas productivas y se dedicaron a la economía de subsistencia mercadeando
los excedentes para adquirir los necesarios artículos manufacturados.
El escritor Bernardo Arias Trujillo en su libro
RISARALDA, hace una descripción detallada de este proceso, bajo una mentalidad
sumamente racista, impregnado por el contexto de la época, en la manera y la
forma de describir a los personajes, protagonistas negros, de su novela, en la
cotidianidad, las costumbres, la cultura, la corporeidad, la producción, etc.
El hecho es que este escritor legitima, histórica y naturalmente, la fundación
del Municipio por los afrodescendientes que combatieron permanentemente la
intromisión cultural y económica del blanco que al final se impuso desde el
Departamento de Caldas y su capital Manizales en cabeza del señor Francisco
Jaramillo Ochoa en 1905 bajo la acción y el discurso de la modernidad.
Ahora bien, desde la colina de Cruces y Tambores aparecía
un caserío denominado El Rey (hoy Balboa) en donde ya existían cultivos de café
cuyo producto era llevado en mulas a Sopinga, que empezaba a abrir sus puertas
al futuro caserío de La Virginia. El tráfico se hacía por la denominada trocha
de La Gironda.
El caserío de Sopinga lo conformaban un total de (20) veinte
chozas pajizas, una plaza, una fonda, cuatro caneyes (Cobertizo con techo de
palma o paja, sin paredes y sostenido por horcones) en donde la comunidad se
divertía y se jugaba a los gallos. Ciento de embarcaciones de guadua y plátano
enmarcaban el río y su cruce hacia una vida agradable, inquieta y calurosa.
Cada cual reclamaba su jornal, otros demandaban trabajo y los más se dedicaban
a la pesca sin que nadie inquietara sus vidas.
Los primeros cultivos fueron plátano, yuca y maíz,
pero luego se emprendió la apertura de potreros que fueron surgiendo por
encanto dada la fertilidad de las tierras, lo que constituyó el fomento
ganadero de las haciendas del Valle del Risaralda. Los primeros potreros
recibieron su correspondiente bautizo tales como:
EL TRILLO DE
ESCALANTE, EL TRILLO DE PANIAGUA,
EL TRILLO DE SANTAMARÍA, EL TRILLO DE PEDRO JUSTO,
EL TRILLO DE PAEZ y EL TRILLO DE PEDRO QUINTO, nombres que se conservaron y pronunciaron por
muchísimo tiempo.
Se debe anotar que la fundación del Puerto de manera
oficial se llevó a cabo con posterioridad a Pereira y Cartago hacia 1888.
Ya por este año comienza a tener piso de veracidad, lo
que representa para la época del "COLONIAJE", la región que hoy
constituye el Puerto de La Virginia y los nombres de los fundadores que fueron
acreedores de la placa a partir de 1888, son: José Joaquín Hoyos, Juan Hoyos,
José Ramírez, Nicolás torres y su esposa Juana Valderrama, Marcelino y Martín
Torres Valderrama, José María Gutiérrez, Pío Quinto Franco, Filomena Vasco,
Santiago Monroy y su esposa Josefa Cañarte, Neno Suárez, la Ana Francisca Durán
(LA PACHA DURÁN), Cornelio Moreno y Juan Moreno.
"Entre tinto y tinto tomo nota
sobre tanto que escucho y
dejo que mi imaginación reconstruya
la historia de mi pueblo"
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