jueves, 4 de diciembre de 2014

LAS PATRONAS


Guadalupe (La Patrona) geográficamente es una localidad del municipio de Amatlán de los Reyes en el centro del estado de Veracruz de Ignacio de La Llave, en la República de México. Es una estación de la línea del ferrocarril que une las poblaciones de Córdoba y Medias Aguas, donde enlaza con el Ferrocarril Transístimico proveniente de Oaxaca y en Córdoba enlaza a su vez con la línea a la Ciudad de México y esta es la principal vía de transporte para cientos de migrantes procedentes de Centroamérica y que tienen como destino la Frontera entre Estados Unidos y México para tratar de ingresar en Estados Unidos, y es conocido popularmente como La Bestia. 

Guadalupe (La Patrona) es una población enclavada en el Soconusco de tierra caliente, zona cafetalera y cañera, donde la mayoría de la población es campesina.

El tren llamado por los viajeros: La Bestia, es una de las opciones para cruzar el país sin ayuda de los polleros (coyotes), nombre dado a las personas dedicadas al tráfico de personas indocumentadas que establecen tarifas según la nacionalidad del cliente. Sus empresas tienen acceso a transportes terrestres, aéreos y fluviales a lo largo del territorio nacional.

La presencia de grupos de delincuencia organizada, como la Mara Salvatrucha y los Zetas, ubicados principalmente en los estados del Sur, se suma a la ronda de los cuerpos de seguridad pública relacionados con quienes extorsionan, secuestran, violan y asesinan a los inmigrantes, por lo anterior, el camino es agotador y peligroso.

Ante estos peligros, en la ruta que va de Yucatán y Chiapas hacia Orizaba, Veracruz, los inmigrantes se organizan en grupos y se apoderan de los vagones; algunos viajan adentro y van sobre los techos, o colgados de las escaleras, y procuran estar siempre juntos para protegerse.

Cansados físicamente por el hambre y vencidos por el sueño, algunos viajeros se han caído y han sido degollados y mutilados por el tren; otros han saltado, por miedo a ser presa fácil de los ladrones que se suben al tren (La Bestia). Las mujeres son quienes corren con peor suerte. Anualmente, cientos de inmigrantes no vuelven a tener contacto con sus familias.

Los migrantes viajan en el ferrocarril de carga sujetos y sobre los vagones, con apenas lo necesario para el trayecto, es por ello que surgió entre la comunidad de Guadalupe (La Patrona) una iniciativa realizada por un grupo de mujeres que ha dado a conocer a la población, al elaborar comida que luego regalan a los migrantes entregándoselas mientras pasan en el ferrocarril en movimiento. Este grupo de mujeres ha recibido popularmente el nombre de Las Patronas, debido al nombre de la comunidad.

A unos metros del camino que recorre el tren conocido como La Bestia, se encuentra el grupo de mujeres que día con día ofrecen una esperanza a quienes van en busca del sueño americano, brindándoles no sólo alimento y agua, sino, lo más importante, un apoyo moral en el camino a lo desconocido, conocidas como Las Patronas.

Somos doce (12), dice Bernarda, quien comienza por seleccionar el pan que irá con el alimento que comerán los migrantes.
Norma Romero, líder de Las Patronas, y hermana de Bernarda relata: “Cada una de nosotras tiene un rol, un día te toca ir por el pan, otro día hacer de comer”. El día comienza a las siete de la mañana; la encargada del pan recorre 30 minutos al centro de Córdoba para llevar el pan a la casa, mientras se empieza a preparar el huevo, arroz o frijoles que proveerán de energías a nuestros hermanos centroamericanos.

Todas tienen esposos, hijos y hay veces que no pueden asistir, pero cubrimos el lugar y siempre nos apoyamos, agrega Norma. El día es largo, pues se preparan cerca de 200 alimentos, y hay veces que no alcanza para todos.
Julia prepara los frijoles, Rosa el huevo, Bernarda selecciona el pan, Lorena va en busca de legumbres. Todas a la vez, no paran, el tiempo apremia, el tren pasará casi siempre, después de las dos de la tarde, y ellas deben de tener listo todo a la hora que el silbido del tren irrumpe la tranquilidad del lugar.

“No recibimos apoyo del gobierno o partidos”, pues la labor que desempeñan tiene otros actores. Son donaciones por parte de tiendas de autoservicio, vecinos, muchos jóvenes comprometidos, y gente que se acerca con ayuda muy específica como agua, botellas de plástico y bolsas de arroz y frijol.

La llegada del tren se acerca, y comienzan a preparar las bolsas con alimento; además, agregamos a las bolsas información sobre derechos de migrantes, apunta Bernarda, así, con información, pueden defenderse un poco más. Las bolsas son depositadas en cajas de plástico, se comienza a embotellar agua, se acomoda el pan dulce y se espera el sonido que anuncie la cita de todos los días.

Bernarda cuenta el inicio de esta historia de solidaridad: “Fue un sábado por la mañana. Caminaba con mi hermana de regreso a casa, después de comprar pan y leche. Eran jóvenes centroamericanos, nos pidieron alimento, se los dimos. Al día siguiente, en familia, comentamos el hecho y decidimos comenzar el lunes a preparar los paquetes con comida. Desde ese 4 de febrero de 1995, la actividad de Las Patronas no ha parado. Éramos 20 en un inicio, pero la mala información, el miedo de que tal vez hacíamos algo indebido, hizo que algunas se salieran”.

“También nos organizamos para nuestros talleres, para nuestros viajes. Ahora tenemos un taller de apoyo a los migrantes que será en Ixtepec, Oaxaca, con el padre Alejandro Solalinde, que se hace cada año”.
Norma agrega que no se imaginaban en lo que se convertiría esa simple ayuda, ya que ahora existe una responsabilidad de transmitir la experiencia a otros lugares, y una actividad social muy grande. “Tenemos mucho trabajo, no nos podemos vencer. No podemos quejarnos, hay lugares donde está peor la cosa y siguen trabajando. Así como los migrantes no se quejan, así nosotras no decimos nada. Así como ellos se caen y se levantan, con esa fuerza que tienen, así debemos de levantarnos y segur adelante”, culmina Norma.

Diariamente puede pasar el tren con más de trescientas personas y no siempre es posible alimentarlos a todos, cuenta Norma Romero Vásquez; pero siempre hacen su mayor esfuerzo para organizarse y repartir agua, y un pequeño almuerzo armado con una porción de arroz, pan, frijoles y tortillas. Algunas de ellas trabajan unas horas a la semana en una panadería para recibir como pago el pan que les entregan a los viajeros de La Bestia.

Las donaciones realizadas por asociaciones civiles, instituciones educativas y gente de la comunidad han permitido que esta increíble labor continúe e incremente sus alcances, obteniendo incluso reconocimiento del gobierno federal. En 2013 Norma Romero Vázquez, en representación de las patronas, recibió el premio Nacional de Acción Voluntaria y Solidaria que reconoce la tarea de este grupo de mujeres.

Norma cuenta que su experiencia le deja claro que cada vez son más jóvenes quienes emigran de sus países de origen. El rango más común es de entre los 12 o 13 años a los 25. Además, cuenta que casi el 80 por ciento son de origen hondureño, un 10 por ciento salvadoreños, otro ocho o nueve por ciento de Guatemala y uno o dos por ciento de Nicaragua.

“Las razones de su salida, casi siempre está relacionadas con la falta de trabajo, pero ahora también la delincuencia los expulsa de su tierra para no convertirse en víctimas”. Además, muchos de los jóvenes no avisan que se irán de casa, “pues eso provocaría poner mal a sus mamás. Hay veces que desde nuestra casa llaman para avisar que está bien”.


En su paso por México, lo primero que sufren es extorsión por parte de las autoridades y luego de la gente. Añade que en su paso en el tren, existen puntos donde se detiene la marcha y la gente que vive en esos puntos abre sus negocios y les vende de todo y caro. Hay cosas que ya no ocupan como ropa y demás y se las cobran.

El tren no siempre se detiene, no siempre disminuye la velocidad. Julia cuenta que “hay de todo. Maquinistas buena onda, que frenan y permiten que todos puedan tomar las bolsas, otros de plano no paran y los migrantes no alcanzan a tomar la comida, pero eso depende de cada maquinista”. Su único pago es la satisfacción personal de ver sonreír a los migrantes, recibir un gracias y de saber que podemos, con algo pequeño, ayudar para que el camino sea más llevadero.