Guadalupe (La
Patrona) geográficamente es una localidad del municipio de Amatlán de los Reyes
en el centro del estado de Veracruz de Ignacio de La Llave, en la República de
México. Es una estación de la línea del ferrocarril que une las poblaciones de
Córdoba y Medias Aguas, donde enlaza con el Ferrocarril Transístimico
proveniente de Oaxaca y en Córdoba enlaza a su vez con la línea a la Ciudad de
México y esta es la principal vía de transporte para cientos de migrantes
procedentes de Centroamérica y que tienen como destino la Frontera entre
Estados Unidos y México para tratar de ingresar en Estados Unidos, y es conocido
popularmente como La Bestia.
Guadalupe (La Patrona) es una población enclavada
en el Soconusco de tierra caliente, zona cafetalera y cañera, donde la mayoría
de la población es campesina.
El tren llamado por
los viajeros: La Bestia, es una de las opciones para cruzar el país sin ayuda
de los polleros (coyotes), nombre dado a las personas dedicadas al tráfico de personas indocumentadas que establecen tarifas según la nacionalidad del cliente. Sus empresas
tienen acceso a transportes terrestres, aéreos y fluviales a lo largo del
territorio nacional.
La presencia de
grupos de delincuencia organizada, como la Mara Salvatrucha y los Zetas,
ubicados principalmente en los estados del Sur, se suma a la ronda de los
cuerpos de seguridad pública relacionados con quienes extorsionan, secuestran,
violan y asesinan a los inmigrantes, por lo anterior, el camino es agotador y
peligroso.
Ante estos peligros, en
la ruta que va de Yucatán y Chiapas hacia Orizaba, Veracruz, los inmigrantes se
organizan en grupos y se apoderan de los vagones; algunos viajan adentro y van
sobre los techos, o colgados de las escaleras, y procuran estar siempre juntos
para protegerse.
Cansados físicamente por
el hambre y vencidos por el sueño, algunos viajeros se han caído y han sido
degollados y mutilados por el tren; otros han saltado, por miedo a ser presa
fácil de los ladrones que se suben al tren (La Bestia). Las mujeres son quienes
corren con peor suerte. Anualmente, cientos de inmigrantes no vuelven a tener
contacto con sus familias.
Los migrantes viajan
en el ferrocarril de carga sujetos y sobre los vagones, con apenas lo necesario
para el trayecto, es por ello que surgió entre la comunidad de Guadalupe (La
Patrona) una iniciativa realizada por un grupo de mujeres que ha dado a conocer
a la población, al elaborar comida que luego regalan a los migrantes entregándoselas
mientras pasan en el ferrocarril en movimiento. Este grupo de mujeres ha
recibido popularmente el nombre de Las Patronas, debido al nombre de la
comunidad.
A unos metros del
camino que recorre el tren conocido como La Bestia, se encuentra el grupo de
mujeres que día con día ofrecen una esperanza a quienes van en busca del sueño
americano, brindándoles no sólo alimento y agua, sino, lo más importante, un
apoyo moral en el camino a lo desconocido, conocidas como Las Patronas.
Somos doce (12),
dice Bernarda, quien comienza por seleccionar el pan que irá con el alimento que
comerán los migrantes.
Norma Romero, líder
de Las Patronas, y hermana de Bernarda relata: “Cada una de nosotras tiene un
rol, un día te toca ir por el pan, otro día hacer de comer”. El día comienza a
las siete de la mañana; la encargada del pan recorre 30 minutos al centro de
Córdoba para llevar el pan a la casa, mientras se empieza a preparar el huevo,
arroz o frijoles que proveerán de energías a nuestros hermanos
centroamericanos.
Todas tienen
esposos, hijos y hay veces que no pueden asistir, pero cubrimos el lugar y
siempre nos apoyamos, agrega Norma. El día es largo, pues se preparan cerca de
200 alimentos, y hay veces que no alcanza para todos.
Julia prepara los
frijoles, Rosa el huevo, Bernarda selecciona el pan, Lorena va en busca de
legumbres. Todas a la vez, no paran, el tiempo apremia, el tren pasará casi
siempre, después de las dos de la tarde, y ellas deben de tener listo todo a la
hora que el silbido del tren irrumpe la tranquilidad del lugar.
“No recibimos apoyo
del gobierno o partidos”, pues la labor que desempeñan tiene otros actores. Son
donaciones por parte de tiendas de autoservicio, vecinos, muchos jóvenes
comprometidos, y gente que se acerca con ayuda muy específica como agua,
botellas de plástico y bolsas de arroz y frijol.
La llegada del tren
se acerca, y comienzan a preparar las bolsas con alimento; además, agregamos a
las bolsas información sobre derechos de migrantes, apunta Bernarda, así, con
información, pueden defenderse un poco más. Las bolsas son depositadas en
cajas de plástico, se comienza a embotellar agua, se acomoda el pan dulce y se
espera el sonido que anuncie la cita de todos los días.
Bernarda cuenta el
inicio de esta historia de solidaridad: “Fue un sábado por la mañana. Caminaba
con mi hermana de regreso a casa, después de comprar pan y leche. Eran jóvenes
centroamericanos, nos pidieron alimento, se los dimos. Al día siguiente, en
familia, comentamos el hecho y decidimos comenzar el lunes a preparar los paquetes
con comida. Desde ese 4 de febrero de 1995, la actividad de Las Patronas no ha
parado. Éramos 20 en un inicio, pero la mala información, el miedo de que tal
vez hacíamos algo indebido, hizo que algunas se salieran”.
“También nos
organizamos para nuestros talleres, para nuestros viajes. Ahora tenemos un
taller de apoyo a los migrantes que será en Ixtepec, Oaxaca, con el padre
Alejandro Solalinde, que se hace cada año”.
Norma agrega que no
se imaginaban en lo que se convertiría esa simple ayuda, ya que ahora existe
una responsabilidad de transmitir la experiencia a otros lugares, y una
actividad social muy grande. “Tenemos mucho trabajo, no nos podemos vencer. No
podemos quejarnos, hay lugares donde está peor la cosa y siguen trabajando. Así
como los migrantes no se quejan, así nosotras no decimos nada. Así como ellos
se caen y se levantan, con esa fuerza que tienen, así debemos de levantarnos y
segur adelante”, culmina Norma.
Diariamente puede
pasar el tren con más de trescientas personas y no siempre es posible
alimentarlos a todos, cuenta Norma Romero Vásquez; pero siempre hacen su mayor
esfuerzo para organizarse y repartir agua, y un pequeño almuerzo armado con una
porción de arroz, pan, frijoles y tortillas. Algunas de ellas trabajan unas
horas a la semana en una panadería para recibir como pago el pan que les
entregan a los viajeros de La Bestia.
Las donaciones
realizadas por asociaciones civiles, instituciones educativas y gente de la
comunidad han permitido que esta increíble labor continúe e incremente sus
alcances, obteniendo incluso reconocimiento del gobierno federal. En 2013 Norma
Romero Vázquez, en representación de las patronas, recibió el
premio Nacional de Acción Voluntaria y Solidaria que reconoce la tarea de este
grupo de mujeres.
Norma cuenta que su
experiencia le deja claro que cada vez son más jóvenes quienes emigran de sus
países de origen. El rango más común es de entre los 12 o 13 años a los 25.
Además, cuenta que casi el 80 por ciento son de origen hondureño, un 10 por
ciento salvadoreños, otro ocho o nueve por ciento de Guatemala y uno o dos por
ciento de Nicaragua.
“Las razones de su
salida, casi siempre está relacionadas con la falta de trabajo, pero ahora
también la delincuencia los expulsa de su tierra para no convertirse en
víctimas”. Además, muchos de los jóvenes no avisan que se irán de casa, “pues
eso provocaría poner mal a sus mamás. Hay veces que desde nuestra casa llaman
para avisar que está bien”.
En su paso por México,
lo primero que sufren es extorsión por parte de las autoridades y luego de la
gente. Añade que en su paso en el tren, existen puntos donde se detiene la
marcha y la gente que vive en esos puntos abre sus negocios y les vende de todo
y caro. Hay cosas que ya no ocupan como ropa y demás y se las cobran.
El tren no siempre se
detiene, no siempre disminuye la velocidad. Julia cuenta que “hay de todo.
Maquinistas buena onda, que frenan y permiten que todos puedan tomar las
bolsas, otros de plano no paran y los migrantes no alcanzan a tomar la comida,
pero eso depende de cada maquinista”. Su único pago es la satisfacción personal
de ver sonreír a los migrantes, recibir un gracias y de saber que podemos, con
algo pequeño, ayudar para que el camino sea más llevadero.