Entre el final y el comienzo de un nuevo año, suele
ser costumbre bastante generalizada el hacer planes, promesas y buenos
propósitos, con la intención de corregir determinados hábitos negativos o
cambiar ciertas actitudes viciadas que nos han creado problemas. Y, al mismo
tiempo, diseñar nuevas estrategias o formas de responder ante las dificultades,
contratiempos, adversidades, y emprender proyectos, asumir retos.
La lista de los diez
propósitos de año nuevo que con más frecuencia incumplimos son:
- Perder peso y
mantenernos en buena forma física
- Dejar de fumar
- Aprender algo nuevo
- Comer sano y tener
una dieta equilibrada
- Saldar las deudas y
ahorrar
- Pasar más tiempo
con la familia
- Viajar y ver
lugares nuevos
- Estar menos
sometidos a estrés
- Unirse a algún
voluntariado
- Beber menos alcohol
Por otra parte, de
acuerdo con un estudio realizado hace unos años por el psicólogo Richard
Wiseman, solo el 12% de las personas consigue lo que se propone cada vez que el
calendario señala el inicio de un nuevo año. Wiseman también llegó a la
conclusión de que los hombres tienen más éxito cuando se unen a otros con un
mismo objetivo (por ejemplo, ir al gimnasio) o cuando se centran en la
recompensa que supondrá su objetivo. Sin embargo, las mujeres lo tienen más
fácil a la hora de alcanzar sus objetivos cuando hablan de ellos con amigos y
familiares.
Esta
costumbre de hacer planes es expresión loable y sincera de buena voluntad por
buscar la perfección y mejorar en lo posible, que dice mucho en favor de
aquellas personas que, sin desmayo y con verdadero tesón, siguen intentado
prometerse al comienzo de cada año nuevo, saber vivir mejor, no caer en los
mismos errores, superarse, emprender nuevos proyectos, asumir retos.
El problema radica no tanto en los buenos deseos, en
la buena voluntad o de mejorar y de cumplir unos propósitos adquiridos, como en
la manera más eficaz y práctica de llegar a convertirlos en realidad. No basta
querer cambiar a mejor, que no es poco, sino en saber qué es lo que se debe
hacer para que un buen propósito sea algo más que buenas palabras y débiles
intentos y que, tras unos días o, a lo sumo, unas semanas, todo siga como al
principio o peor.
Tras muchos años de experiencia personal y
profesional, puedo afirmar que, tanto si encaramos objetivos arduos, de gran
dificultad y calado, como si nos proponemos unos logros más normales y asequibles,
necesitamos aplicar algunas claves. Voy a darlas en doce puntos. Pueden
considerarse globalmente o ponerse como metas especiales para cada mes. De una
forma u otra nos situarán sobre la pista de los propósitos, no sólo expresados,
sino también cumplidos.
1. Metas bien definidas, muy concretas. Hay que tener una idea bien clara de
lo que se quiere lograr. Muchas personas se dispersan y malgastan sus energías
porque intentan muchas cosas y no tienen una idea precisa de dónde quieren
dirigir sus esfuerzos.
2. Autoestima y sentimiento de propia competencia. O lo que es lo mismo, sentirse valioso y capaz de afrontar con esperanzas de éxito la meta propuesta. Creer en uno mismo.
3. Entusiasmo, pasión e ilusión. Poner día a día todos los medios que tenemos , al servicio de nuestros proyectos, sin importar sacrificios, tiempo, dificultades y posibles fracasos circunstanciales.
4. Capacidad para visualizar y disfrutar mentalmente del logro proyectado, como si ya fuera una realidad. Las personas de éxito disfrutan y gozan con cada paso, con cada escalón que suben y que les acerca a sus metas, casi tanto como disfrutarán cuando la meta sea una realidad. Jamás se ven a sí mismas, como perdedores, como fracasados, aunque conozcan los riesgos de lo que hacen. Se visualizan como personas tenaces que, sin la menor duda, obtendrán sus propósitos.
5. Acción es pasar de la teoría a la práctica sin dudarlo. El problema de no pocas personas es que se pierden en disquisiciones, en planificaciones , exhaustivas y detalladas, en previsiones temerosas y, por no tener garantizado que su acción es la mejor o la ideal, se quedan en el plano de la pasividad y de la espera permanente.
6. Actitud mental positiva. Es la capacidad para ver siempre el vaso medio lleno, en lugar de verlo medio vacío. Tienen muy claro que en las peores circunstancias siempre hay algo provechoso, algo valioso que descubrir. Me refiero a esa capacidad de hacerse una limonada con esos limones que, con mayor o menor frecuencia, nos depara la vida.
7.
Autodisciplina y trabajo para ser capaces de satisfacer el precio que debemos
pagar para lograr los objetivos. La autodisciplina significa el día a día pero
sin concesiones, sin dejación y sin lamentaciones inútiles.
8. Autoevaluación,
control de resultados y reflexión. Deben ser frecuentes para comprobar en qué
medida y a qué ritmo caminamos hacia los objetivos que nos hemos propuesto. Ver
si somos fieles a lo proyectado y permitir que alguien cercano y de nuestra confianza
nos recuerde lo prometido y nos ayude a no desfallecer en el día a día.
9.
Capitalizar los fracasos y contar con los días grises y los momentos en baja.
Siempre he dicho que los errores y los fracasos son la antesala del éxito más
seguro si sabemos analizar sus causas. Jamás debemos percibir el fracaso, la
dificultad o el problema como una constante en nuestra vida, sino como algo
duro, pero circunstancial y pasajero.
10. Ética
personal y profesional, significa actuar de buena voluntad, con honradez y con
ánimo de lograr nuestros objetivos utilizando los medios adecuados, pero sin hacer
el mal para conseguirlos. No debemos obrar mal para conseguir bienes deseables.
11. Aprovechar
las experiencias ajenas y aprender de los éxitos de los demás para estar
atentos, para descubrir qué actitudes y modos de obrar contribuyeron siempre a
que otras personas lograran sus objetivos.
12.
Tenacidad inteligente o lo que es lo mismo, la incansable y contundente firmeza
y constancia en los propósitos que nos impulsa a seguir insistiendo hasta el
límite de nuestras fuerzas y posibilidades, pero de forma inteligente, sin la
tozudez del insensato que pretende imposibles.
La lista de
propósitos para año nuevo más frecuente son:
Dejar de fumar:
El 30% de la
población fuma y un tercio intenta dejarlo cada año. El número de fumadores que
deciden abandonar el tabaco se multiplica por 4 en enero y febrero.
Bajar de peso:
El problema es el
mantenimiento. Hacemos el esfuerzo inicial, pero dura poco y su consecuencia es
el "efecto yo-yo". Para perder unos kilos debe hacerse un estudio
"sobre lo que está comiendo y bebiendo, el ejercicio que realiza, y hacer
una dieta personalizada".
Hacer más ejercicio:
Un 59,6% de los
españoles mayores de 16 años hace ejercicio en su tiempo libre, un poco más los
hombres que las mujeres. En enero se nota el incremento de las matriculaciones,
pero poco, la avalancha llega con los primeros rayos de sol, con la operación
bikini.
Rupturas:
Los períodos como las
Navidades y el verano representan para algunos un punto de inflexión para
plantearse metas y realizar cambios importantes. El mayor número de demandas de
divorcio, nulidad y separación se producen en el primer trimestre de cada año.
Salir más:
Tras la ruptura se
busca cumplir otro de los "nuevos deseos": salir más y ampliar
amistades. En enero aumenta en un 20 ó 30% las personas que acuden a las citas,
fiestas, viajes y actividades lúdicas, algunas con niños.
Buscar pareja:
Entre quienes buscan
pareja, las mujeres comienzan el año más presionadas y más deprimidas que los
hombres.
Otros buenos deseos:
Leer más, ir más al
cine, tener más sentido del humor o aparentar ser más joven, entre otros.
Si alimentarse de modo más saludable y hacer más
ejercicio encabezan su lista de propósitos de año nuevo, plantéese la
posibilidad de ampliar estos valiosos objetivos a toda la familia.
“No sólo es extremadamente importante que los niños reciban
todas las vitaminas, los nutrientes y la actividad física que necesitan para
mantenerse saludables, sino que los hábitos que se establecen temprano en la
vida –buenos y malos– pueden durar toda la vida”, dice el Dr. Thomas McInerny,
presidente de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP).
Mejorar los hábitos alimentarios de los niños
• Quizá tiene malos recuerdos de la infancia por haber
sido obligado a sentarse a la mesa hasta haber dejado el plato limpio. ¡No
perpetúe este método de administrar la hora de comer! Envía un mensaje
equivocado haciendo hincapié en la cantidad por encima de la calidad y puede llevar
a un exceso importante al comer. Fomente una actitud más saludable hacia los
alimentos, centrándose en primer lugar en lo que sirve.
• Establezca una rutina con horas fijas de comidas y refrigerios.
Siempre haga las comidas en la mesa. Los niños que comen sus comidas con la
familia consumen más frutas, verduras, fibra, alimentos ricos en calcio y vitaminas.
• Una vez que los niños tengan la edad suficiente, fomente
que coman por sí mismos tanto como sea posible.
• Evite los refrescos, que están llenos de calorías
vacías o edulcorantes artificiales. La leche y el agua son las mejores opciones
de bebidas para su hijo. Después de los 2 años, ofrézcales leche baja en
grasas. Limite el jugo a entre cuatro y seis onzas diarias.
• Los niños pueden ser exigentes al principio, pero no
permita que el rechazo a un nuevo alimento le impida volver a intentarlo.
Ofrezca los nuevos alimentos varias veces de diversas maneras. Para los bebés,
puede que necesite incluso intentarlo de 10 a 15 veces a lo largo de varios
meses. Los padres son altamente influyentes y pueden servir como el mejor
modelo a seguir del niño. Coma diversos alimentos de diferentes sabores,
colores y texturas.
A continuación
presento algunos pequeños consejos que puede añadir a su lista de buenos propósitos
para el año que va a comenzar. Pequeñas acciones que, sin embargo, conseguirán
hacer que su vida sea mejor, y también la de los que le rodean.
1. Sonría
Sonreír libera
endorfinas, los neurotransmisores que activan la sensación de bienestar. Además,
su sonrisa será muy bienvenida por parte de la gente: al verle sonreír se darán
cuenta de que se alegra de verlos y entonces ellos también se alegrarán de
verle a usted. No existe nada que
transmita tanto como una sonrisa. Y además la vida le devolverá esa sonrisa.
2. Recuerde los
nombres
Una de las mejores
maneras de agradar y construir buenas relaciones personales es recordar el
nombre de las personas que vamos conociendo.
Al saludar diga
“Buenos días Antonio” (evidentemente, si es que se llama Antonio), en lugar de
un simple “Buenos días”; es una manera sencilla e inmediata de demostrar a la
persona que la tiene en cuenta, y especialmente si sólo es la segunda vez que
se ven.
Después de varios
encuentros, seguir dudando o equivocándose con el nombre de alguien es la
prueba indiscutible de que no se ha prestado atención a esa persona, y resulta
lógico que ésta se ofenda y le considere un grosero, aunque no sea el caso.
3. Desearle
“ánimo” a todo el mundo
Pero desear “ánimo” a
diestro y siniestro es recordar constantemente a los demás, y a uno mismo, las
cuestas arriba que tiene la vida, como si conociéramos todas las pruebas en las
que vamos a necesitar “mucho ánimo” para seguir viviendo nuestra pobre
existencia. Aunque no deja de ser un convencionalismo social, es mucho mejor no
dejar caer un mensaje subliminal negativo y que está recordando a quien lo
recibe lo dura que es la vida.
4. Nunca se queje
Nada más que añadir.
Es una norma absoluta.
5. Reduzca su nivel
de estrés
El estrés es un
factor que nos genera numerosos disgustos: cuando se está estresado, la vida se
hace más cuesta arriba, pero también pueden aparecer problemas graves de salud
a largo plazo, desde la depresión al cáncer.
Está demostrado que
darse masajes con regularidad reduce la tensión arterial, relaja los músculos y
aumenta las hormonas del bienestar en todo el cuerpo. Según investigadores del
Hospital Cedars-Sinai Medical Center (uno de los hospitales universitarios más
grandes de Estados Unidos), el masaje sueco reduce los niveles de cortisol, la
hormona del estrés.
El masaje sueco se
dio a conocer hace 200 años por el médico sueco Per Henrik Ling (1776-1839) y
comprende ejercicios de distensión, roce, fricción, percusión y vibración que
al ejecutarse en un orden concreto liberan las tensiones, fortalecen los músculos
y articulaciones, favorecen la circulación sanguínea y facilitan la eliminación
de toxinas.
6. Aumente su
cociente intelectual (CI)
El cerebro está
compuesto principalmente por lípidos. Además contiene otros elementos
importantes como el DHA, un ácido esencial docosahexaenoico, de la familia de
los omega 3, básico para el desarrollo y buen funcionamiento de la actividad
neuronal.
Lamentablemente, el
propio cuerpo es incapaz de fabricar DHA. Nuestras únicas fuentes son el
pescado azul y el marisco. Incrementar el
consumo de DHA no sólo aumentará su capacidad intelectual (capacidad de
aprendizaje, memoria, concentración y creatividad), sino también el ánimo.
7. Fortalezca sus músculos
Las proteínas del
“suero de leche” o lactoserum, es decir, el líquido blanquecino que se queda en
el envase del queso fresco al retirar el queso, ayuda a definir y reforzar los
músculos. Conocido como “whey” en inglés, este suero se vende a precio de oro
en forma de complementos alimenticios para deportistas y, en particular, para
los llamados “body-builders” o culturistas.
Si usted es
vegetariano, sustituya el “whey” por las semilla de cáñamo; las proteínas de
estas semillas, que se digieren con facilidad suministrando a nuestro cuerpo
los nueve aminoácidos esenciales que necesita, se encuentran además en la
proporción adecuada y, desde el punto de vista biológico, facilitan la constitución
de proteínas propias, incluidas las inmunoglobulinas. De esta manera observará
también cómo se fortalecen sus músculos.
Por último, consuma
más coles de Bruselas y más brécol. Estas legumbres aumentan la masa muscular
porque regulan la producción de estrógenos en el cuerpo. Un exceso de
estrógenos, tanto en mujeres como en hombres, provoca la acumulación de grasas
y la retención de líquidos.
SALUD POR EL BRINDIS DE AÑO VIEJO
Y FELICIDADES PARA EL AÑO NUEVO.