Por su abundancia en
ácido fólico, vitamina imprescindible en los procesos de división y
multiplicación celular que tienen lugar en los primeros meses de gestación, el
consumo de naranjas resulta especialmente interesante para las mujeres
embarazadas, aunque por su composición ácida puede provocar acidez a las gestantes
con el estómago delicado.
La naranja aporta una
cantidad significativa de fibra, la mayor parte de la cual se encuentra en la
pulpa blanca que hay debajo de la piel y entre los gajos, y en muchas ocasiones
se desecha, sobre todo cuando se elabora un zumo. Se trata de fibra soluble,
que retiene agua, por lo que el consumo de la naranja (mejor entera o en zumo
con la pulpa) favorece el tránsito intestinal; ayuda a disminuir la absorción
de grasa y colesterol, al buen control de la glucemia (niveles de azúcar en
sangre) y tiene un efecto saciante, por lo que resulta una fruta indicada para
las personas con hipercolesterolemia, diabetes y exceso de peso.
Para los deportistas,
por su contenido en potasio, vitamina C, carotenoides y otros nutrientes,
constituye una buena alternativa para reponer los minerales y el líquido
perdidos después de la actividad física y para minimizar el riesgo de lesiones
y potenciar las defensas. Su zumo mezclado con agua, bicarbonato y azúcares
puede hacer perfectamente las funciones de bebida rehidratante durante la
competición en deportes que tengan una duración mayor a 90 minutos, en los que
las pérdidas de glucosa, agua y electrolitos son más acusadas.
El elevado contenido
en agua, potasio y ácido cítrico (alcaliniza la orina), convierten a las
naranjas en frutas con efecto diurético, beneficioso en caso de hiperuricemia o
gota y litiasis renal (favorece la eliminación de ácido úrico y sus sales),
hipertensión arterial u otras enfermedades asociadas a retención de líquidos. Y
para quienes toman diuréticos que eliminan potasio y padecen bulimia debido a
las pérdidas de este mineral. Sin embargo, las personas que padecen
insuficiencia renal y que requieren de dietas especiales controladas en
potasio, deberán moderar el consumo.
El ácido oxálico que
contienen las naranjas puede formar sales con ciertos minerales como el calcio
y formar oxalato cálcico, por lo que su consumo se ha de tener en cuenta si se
padecen este tipo de cálculos renales, ya que se podría agravar la situación.
Las variedades de
naranjas más ácidas pueden producir molestias a quienes sufren trastornos
gástricos (hernia de hiato, acidez de estómago, gastritis y úlcera gástrica o
grastroduodenal).
Cómo elegirlas y
conservarlas:
Gracias a las
distintas variedades de naranjas, se puede disfrutar de esta fruta durante todo
el año. Los naranjos florecen a principios de la primavera, con un período de
maduración que abarca desde mediados del otoño a casi iniciado el verano, por
lo que durante esos meses están en su mejor época.
Las naranjas se
comercializan maduras, ya que son frutas no climatéricas y a diferencia de
otras, no maduran una vez recolectadas.
Los cítricos si son
jugosos deben ser pesados, por lo que las naranjas que están en su mejor
momento de sazón, resultan pesadas respecto a su tamaño. Se han de desechar los
ejemplares que suenen a hueco al golpearlos, presenten golpes o magulladuras o
tengan olor a rancio. El color de la piel no indica con seguridad la calidad
del fruto, pues hay naranjas maduras con la cáscara verde.
Las naranjas que se
comercializan en redes de 2 kilos suelen ser de clase I y II, mientras que las
de clase extra se almacenan en cajas de madera y algunas de ellas se presentan
envueltas en papel de celofán.
Si las naranjas se
van a consumir en poco tiempo, se pueden dejar en un frutero a temperatura
ambiente. Sin embargo, para conservarlas durante semanas conviene mantenerlas
en el frigorífico. Las naranjas no se han de apilar unas sobre otras, sino que
se han de disponer una al lado de la otra, manteniendo cierta separación entre
ellas.