viernes, 21 de noviembre de 2014

QUIEN SOY?

Un profesor visita a un maestro Zen y al llegar le dice: 
“Hola, soy el Dr. Fulano de tal, soy esto, soy aquello, hago tal y cual cosa, etc., etc. y me gustaría aprender Budismo”.

El maestro responde:
¿Desea usted sentarse?. “Sí”.
¿Desea tomar una taza de té?. “Sí”.

Entonces el maestro vierte un poco de té en la taza y continúa haciéndolo aún cuando la taza está llena y comienza a derramarse.

El Dr. Exclama: “La taza está rebosando y el té se está derramando”.

A lo que el maestro responde:
“Exactamente, Usted ha venido con su taza llena, se está rebosando, de modo que ¿cómo puedo entregarle algo?. Usted ya está anegado con todo ese conocimiento. A no ser que venga usted vacío y abierto, no puedo entregarle nada…”.

Muchos de nosotros vivimos con estas rejas, las sentimos pero no las vemos porque son invisibles. Estas rejas son nuestras creencias, nuestros juicios y opiniones y sobre todo lo que nosotros pensamos de nosotros mismos. En el preciso instante que decidimos tomar conciencia de quiénes somos, dichas rejas se abren y nos damos cuenta que somos libres y que siempre lo hemos sido. Así logramos escapar de la prisión que nosotros mismos hemos creado.

¿Quién soy?. Ésa es la única pregunta que debemos hacernos en la vida. El descubrir nuestra verdadera esencia e identidad es la razón de nuestra existencia y debería ser nuestra única preocupación, nuestra única meta. Es muy importante descubrir quiénes somos.

A través del Ho’oponopono, (arte hawaiano muy antiguo) se explica como la mente consta de tres partes: el superconsciente, el consciente y el subconsciente. Esto me ayudó a entender un poco más como funcionamos.

El súper-consciente, es nuestra parte espiritual. Es aquella parte que, no importa lo que esté pasando, es siempre perfecta. Es la parte que sabe, y sobre todo, tiene bien claro quién es en todo momento.

El consciente es la parte mental, lo que nosotros llamamos el intelecto. Es un aspecto muy importante de nosotros, porque es el que tiene la capacidad de elegir, ya que disponemos de libre albedrío. En cada instante de nuestra vida estamos eligiendo. ¿Qué elegimos?. Elegimos si vamos a reaccionar y engancharnos con el problema o si preferimos soltarlo y dejar que lo resuelva la parte nuestra que sabe lo que debe hacer. El intelecto no fue creado para saber. No necesita saber nada. El intelecto es un regalo, el regalo que tenemos de elegir.

El subconsciente es nuestra parte emocional. Es el niño interior. Ésta es la parte que almacena todos los recuerdos en la memoria. Esta importantísima parte de nosotros es descuidada constantemente, y sin embargo, es la responsable de aquello que manifestamos en nuestras vidas. Ésta es la parte que maneja nuestro cuerpo, la que respira automáticamente sin que tengamos que “pensar” en respirar. Es nuestra parte intuitiva. ¿Alguna vez notaron que se sienten nerviosos y no saben por qué?. El subconsciente nos alerta (si prestamos atención) cuando detecta que está por pasar algo malo. Si estuviésemos más comunicados con él, podríamos evitar muchos eventos desagradables.

En el libro La Enseñanza de Buda dice: “Aunque un hombre conquiste a miles de hombres en los campos de batalla, sólo aquel que se conquiste a sí mismo ganará su batalla”.

Una vez leí el siguiente cuento:
Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con unos manzanos, naranjos, perales, bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: ¡No sabía quién era!.

“Lo que le falta es concentración”, le decía el manzano.

“Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas. Ve qué fácil es”.

“No lo escuches”, exigía el rosal. “Es más sencillo tener rosas, y ve que bellas son”. 

Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó al jardín un búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: “No te preocupes. Tu problema no es tan grave.
¡Es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra!.
Yo te daré la solución: “No dediques tu vida a ser lo que los demás quieran que seas. Sé tú mismo. Conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior”. Y dicho esto, el búho desapareció.
¿Mi voz interior?.
¿Ser yo mismo?.
¿Conocerme?.

Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto comprendió. Cerrando los oídos, abrió el corazón y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:
“Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Estás aquí para dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje. Tienes una misión. Cúmplela”.

Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

Yo me pregunto al ver a mi alrededor:
¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer?.
¿Cuántos son rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?.
¿Cuántos naranjos hay que no saben florecer?.

En la vida todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar. No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro ser.



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